Sonrisas y Lágrimas

Capítulo 29 II Azul

—¿Papá? 

—Estoy aquí, Blue —me llamó desde el salón. Fui y me senté en uno de los sillones, frente a él. 

—Me mentiste —dije. No le sorprendió que lo supiera, ¿cómo iba a sorprenderse? Si sabía mejor que nadie a dónde me habían llevado esas cartas. A pesar de todo, vi en mi padre algo que no había llegado a ver jamás, o, al menos, no recordaba; mi padre estaba preocupado. 

¿Por quién? ¿Por mí? ¿Por él? ¿O por sus normas? Se me hacía casi imposible imaginar a mi padre preocupado porque nuestra relación familiar estuviera apunto de irse a pique. ¿No sería, acaso, más fácil para él si desaparecía de su vista de una buena vez? Así no tendría que seguir cargando con mi desastre, que parecía no hacer más que molestarle. En lugar de su hija, me había convertido en su carga. Algo sin lo que podría estar mejor. No me sorprendería que me odiara, si después de todo, tal y como había dicho Sully, su secreto se descubrió por mi culpa. 

—Intentaba protegerte. ¿Cómo querías que te dijera directamente que tu madre nos abandonó por ser bipolares? No quería romper tu corazón, suficiente tuviste siempre con tus propia guerra. ¿Cómo iba a incluir a tu madre en toda esa ecuación, Blue? 

—Nunca tuviste reparos en decirme que mi madre no me quería. 

Me miró, con los ojos brillosos, como si aguantara lágrimas. Yo era quien debía de estar llorando, era a mí a la que no había hecho más que mentir durante todo este tiempo, ¡él no tenía derecho a derramar una sola lágrima!

—¿Y alguna vez me llegaste a creer¿ ¿Dime, Blue, qué era mejor para ti, creer que esa mujer, tu madre, había intentado luchar por ti, que había intentado protegerte de mis normas y pedido tu custodia. Creer que yo era el monstruo que había ganado y ella cansada y derrotada se había marchado? ¿O saber que lo que somos la había espantado y que se había marchado sin siquiera detenerse a pensar en ti? Nunca creíste que ella no te quisiera, aunque esa fuera la única verdad que siempre supiste. Intentaba que lo asimilaras para el día en que lo supieras, pero nunca lo hiciste y yo era demasiado cobarde como para contártelo. 

—Quizás, si no hubieras sido el mentiroso que eres y se lo hubieras contado ella no hubiera huído. 

—Lo intenté, pero tenía miedo de perderla. Estaba enamorado de ella, pero jamás me habría aceptado de haber sabido que era bipolar. 

Me giré y le dejé allí plantado. Corrí hasta la cocina, dando pisotones y arranqué de la nevera todas las hojas llenas de sus estúpidas normas, volví al salón, él no se había movido un milímetro, alcé las hojas, mostrandoselas. Deseaba quemarlas, destruirlas, triturarlas, lo que fuera para poder deshacerme de ellas. 

—Responde con la verdad, papá, ¿para quién eran tus normas? ¿Para mí o para ti? 

Parecía pensarlo, si mentía me marcharía en ese mismo instante. No pensaba volver a soportar ninguna de sus mentiras. 

—Intentaba que no acabaras como yo. No quería que terminaras sola por algo que nunca deseaste heredar. 

—¿A qué precio, papá? Tus malditas normas y mentiras han hecho que te odie durante años, casi acaban conmigo. Llevo veintiséis años caminando de puntillas para no salirme de la fina línea de vida que me dejaban tus normas. ¿Cómo crees que me sentía? 

—Todo lo que he hecho ha sido para salvarte —se excusó. 

—No me has salvado de nada, papá. Te lo diré una vez, y no voy a discutirlo: esta es la última vez que me dejo llevar por ti, volví porque tú me lo pediste, por tus normas, pero se acabó, Tengo cosas mejores que hacer. 

Agarré con más fuerza las hojas, hasta arrugarlas y me giré. Toda esta farsa se había acabado. Agarró mi hombro impidiendo que me marchara, le di un manotazo para quitarla y me volteé a encararlo. 

—Blue, no acabes así. Mira, podemos negociar algunas normas, ¿vale? ¿Qué te parece? Incluso puedo dejarte quitar una o dos. 

—Si me quedo contigo, podré quitar dos entres doscientas; si me marcho acabaré con todas. Elijo irme, puedes llamarme cuando te hayas deshecho de todas tus normas. Ahora me alegro de no haber tenido tiempo de deshacer el equipaje. 

Agarré los folios con ambas manos y los rompí. Este era el fin de sus normas y mentiras. 

Se acabó. 

 



#6738 en Joven Adulto

En el texto hay: pasado, odio, compartir piso

Editado: 14.03.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.