Sospechosos

SEMANA 1

  La sala de interrogatorios se había convertido en mi segunda casa, y la viuda de John Mitchell, Evelyn, era la primera en la lista. La detective veterana y yo esperábamos a que ella entrara, mientras revisaba mis notas sobre el caso una vez más. Había algo en la historia de Evelyn que no cuadraba del todo.

Cuando Evelyn entró, era evidente que el duelo había dejado su marca. Su mirada estaba perdida, y sus ojos estaban hinchados por el llanto. Se sentó frente a nosotras con la espalda recta, como si estuviera preparada para lo que vendría a continuación.

—Gracias por venir, señora Mitchell —dijo la detective en un tono suave, tratando de establecer una conexión antes de adentrarse en las preguntas más difíciles—. Sabemos que esto debe ser increíblemente difícil para usted, y queremos resolver este caso lo antes posible.

Evelyn asintió y se pasó una mano temblorosa por el cabello.

—Entiendo, detective. Estoy dispuesta a colaborar en todo lo que pueda.

La detective comenzó con las preguntas de rutina, pidiendo a Evelyn que relatara los eventos del 26 de Mayo. La viuda habló con calma, describiendo un día normal hasta que llegó la noche. Dijo que su esposo, John, le había dicho que tenía una reunión de negocios importante y que no estaría en casa.

—¿Sabe con quién tenía esa reunión? —preguntó la detective, con una mirada intensa.

Evelyn frunció el ceño, como si la pregunta le molestara.

—No, no me dijo con quién se reuniría. Dijo que era confidencial.

Me pregunté si John Mitchell había estado involucrado en algo que no quería que su esposa supiera. La detective continuó, cavando más profundamente en el día en cuestión.

—¿Cuándo fue la última vez que lo vio?

—Lo vi por la mañana cuando se fue para el trabajo —respondió Evelyn—. Después de eso, no volví a verlo.

—Y recibió alguna llamada o mensaje de él durante el día, ¿correcto?

Evelyn pareció dudar por un momento antes de responder.

—Sí, me llamó por la tarde para decirme que la reunión se estaba alargando y que no sabía cuándo volvería. Fue la última vez que hablamos.

La respuesta de Evelyn me hizo levantar una ceja. ¿Por qué había dudado antes de responder? ¿Había algo más que no estaba diciendo? La detective continuó con las preguntas, centrándose en los detalles de la vida de John Mitchell y las relaciones que había mantenido.

—¿Conoce a alguien que pudiera haber querido hacerle daño a su esposo, señora Mitchell?

Evelyn vaciló antes de responder, y sus ojos se llenaron de lágrimas.

—No, no puedo pensar en nadie que quisiera lastimarlo. Era un hombre de negocios, sí, pero nunca hizo enemigos, al menos no que yo supiera.

La detective asintió y finalizó el interrogatorio, agradeciéndole a Evelyn por su tiempo y colaboración. Cuando salió de la sala, me di cuenta de que había algo extraño en sus respuestas, algo que no encajaba completamente.

La investigación continuaba, y mientras seguía sumergiéndome en este oscuro misterio, me di cuenta de que el asesinato de John Mitchell estaba rodeado de secretos y sombras más profundas de lo que había imaginado.

 

  El mayordomo de la familia Mitchell, Thomas, entró en la sala de interrogatorios con una expresión grave en su rostro. Había sido amigo cercano de John Mitchell durante años, y su vínculo con la familia lo convertía en una figura clave en la investigación. A pesar de su aparente calma, había una tensión en el aire que no podía pasarse por alto.

La detective y yo le dimos la bienvenida, y él se sentó frente a nosotras con las manos cruzadas sobre la mesa. Su mirada estaba fija en el espacio vacío, como si estuviera perdido en sus propios pensamientos.

—Thomas, sabemos que esta es una situación difícil para usted —dijo la detective, mostrando empatía—. Pero necesitamos su cooperación para resolver este caso.

Thomas asintió solemnemente.

—Por supuesto, detective. Haré todo lo que esté en mi mano.

La detective comenzó con preguntas sobre su relación con John Mitchell y su papel como mayordomo. Thomas habló con cariño sobre su amistad con la víctima y su dedicación a la familia. Su historia era coherente y parecía sincera, y mi intuición me decía que estaba diciendo la verdad.

Luego, la detective pasó a los eventos del 26 de Mayo. Thomas relató cómo John le había informado sobre su reunión de negocios y cómo él se había ocupado de los asuntos de la casa durante el día. Sin embargo, cuando llegó la noche y John aún no había regresado, comenzó a preocuparse.

—Fui a su oficina —dijo Thomas, su voz temblorosa—. La puerta estaba cerrada, pero no pude escuchar ningún ruido desde dentro. Finalmente, decidí entrar y lo encontré... lo encontré muerto en su escritorio.

La emoción en su voz era evidente, y su relato parecía sincero. Pero había algo que no cuadraba del todo.

—Thomas, según nuestras investigaciones, el cuerpo de John Mitchell fue encontrado en la mañana del 27 de Mayo —señalé—. ¿Por qué esperó hasta la mañana siguiente para llamar a la policía?

El mayordomo parpadeó, como si no se esperara esa pregunta.

—Lo siento, fue un error en mi declaración escrita —dijo, su tono temblando ligeramente—. Estaba tan conmocionado por lo que vi que perdí la noción del tiempo.

Esa explicación tenía sentido en parte, pero algo en su respuesta me hacía dudar. La detective continuó presionando, haciendo preguntas más detalladas sobre los minutos y las horas posteriores al descubrimiento del cuerpo. Cada vez que Thomas respondía, se notaba su creciente incomodidad.

Finalmente, la detective cerró su cuaderno de notas y se inclinó hacia adelante.

—Thomas, entiéndalo, necesitamos respuestas precisas y honestas para resolver este caso. ¿Hay algo que no nos esté diciendo?

El mayordomo pareció luchar consigo mismo por un momento antes de responder.




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