El Edificio Central de la Policía del Norte se cernía sobre nosotros cuando esperábamos la llegada de Evelyn Mitchell para su segundo interrogatorio. Las notas del primer encuentro estaban dispersas sobre la mesa, y mi compañera detective y yo nos preparábamos para indagar más profundamente.
Evelyn entró, con la misma mirada abatida pero determinada. Sabía que estábamos buscando respuestas y que su colaboración era crucial.
—Gracias por volver, señora Mitchell —dijo la detective con empatía—. Sabemos que esto es difícil, pero necesitamos resolver esto.
Evelyn asintió y se sentó con una postura más rígida que la última vez. La detective comenzó con preguntas sobre los eventos posteriores al asesinato de John Mitchell, buscando detalles que pudieran haberse pasado por alto en el primer interrogatorio.
—Señora Mitchell, en su primer interrogatorio mencionó que su esposo no le reveló con quién tenía la reunión —continuó la detective—. ¿Aún sostiene esa declaración?
Evelyn pareció más segura en esta ocasión cuando respondió:
—Sí, detective, eso es lo que me dijo. Era una reunión confidencial.
La respuesta de Evelyn se mantenía coherente con lo que había dicho antes. La detective avanzó, enfocándose en las relaciones de John Mitchell y posibles amenazas.
—¿Ha considerado la posibilidad de que su esposo estuviera involucrado en algo que usted desconociera? —preguntó la detective, buscando una respuesta más allá de la fachada de John.
Evelyn frunció el ceño antes de responder:
—No lo sé, detective. John era muy reservado en cuanto a su trabajo. Nunca me contaba los detalles de sus negocios.
La detective continuó explorando:
—¿Había notado algún cambio en el comportamiento de su esposo en las semanas previas a su muerte?
Evelyn pareció pensativa antes de responder:
—No, no que yo haya notado. Éramos una pareja feliz, o al menos eso creía.
El interrogatorio continuó, pero las respuestas de Evelyn no revelaron detalles significativos adicionales. Cuando finalmente salió de la sala, la sombra de la incertidumbre aún persistía en torno a la vida de John Mitchell y los eventos que llevaron a su asesinato. La investigación avanzaba, y el misterio que rodeaba su muerte se profundizaba con cada interrogatorio.
Thomas, el leal mayordomo de la familia Mitchell, entró en la sala de interrogatorios, su expresión denotaba una mezcla de seriedad y preocupación. Su relación con la familia Mitchell se remontaba a décadas atrás, cuando un joven Thomas estaba en busca de empleo y John Mitchell era un empresario emergente. La conexión entre ellos se forjó a lo largo del tiempo, pasando de ser un simple empleado a un amigo de confianza de la familia.
La detective y yo, intrigadas por esta relación, comenzamos el interrogatorio profundizando en los lazos que unían a Thomas con la familia Mitchell. Thomas compartió historias sobre los momentos que habían compartido a lo largo de los años y cómo había llegado a conocer los secretos y las dinámicas de la familia.
—John Mitchell era un hombre de negocios brillante, pero también un padre y esposo cariñoso —dijo Thomas con nostalgia—. Pasábamos tiempo juntos discutiendo sobre sus negocios, pero también sobre la vida y la familia.
A medida que el interrogatorio avanzaba, Thomas reveló que había escuchado rumores sobre la posibilidad de un romance secreto entre John Mitchell y su secretaria. Sin embargo, enfatizó que eran solo rumores y que nunca había visto pruebas concretas de tal relación.
Cuando llegó el momento de abordar los eventos del 26 de Mayo, Thomas compartió su versión de cómo había descubierto el cuerpo de John en su oficina. Había sentido una mezcla abrumadora de shock y tristeza, y su primera reacción había sido proteger la integridad de la familia y la reputación de John.
—Tomé esa carpeta de su escritorio antes de llamar a la policía —admitió Thomas—. No sabía si contenía información relevante para el caso pero, como ya dije; no quería que se perdiera en medio de la investigación.
La detective asintió comprensivamente, reconociendo la lucha interna que Thomas había experimentado en ese momento. Había un sentimiento de lealtad hacia la familia Mitchell que lo impulsaba a protegerlos a toda costa, incluso si eso significaba ocultar ciertos detalles.
Conforme el interrogatorio avanzaba, quedaba claro que Thomas era un hombre de principios, motivado por el deseo de cuidar y preservar la reputación de la familia que había servido durante tanto tiempo. Sin embargo, su papel como mayordomo y amigo de confianza también lo convertía en un testigo clave en el misterio que rodeaba la muerte de John Mitchell.
A medida que salía de la sala de interrogatorios, Thomas llevaba consigo una carga de conocimientos y secretos que podrían ser cruciales para resolver el caso. La investigación continuaba, y la sombra de la sospecha se cernía sobre varios individuos, cada uno con su propio conjunto de motivaciones y secretos.
La sala de interrogatorios se llenó de tensión cuando Richard Mitchell, el hijo mayor, entró con una expresión sombría en el rostro. Desde el momento en que se sentó frente a las detectives, su mirada se posó en el suelo, como si estuviera atrapado en un torbellino de pensamientos.
—Richard, estamos aquí para hablar sobre tu relación con tu padre —comenzó la detective, adoptando un tono suave—. Sabemos que no era una relación fácil.
Richard suspiró profundamente antes de responder. —No, no lo era. Mi padre... él nunca me entendió, nunca me aceptó por lo que soy.
La detective asintió, animándolo a continuar. —¿Puedes decirnos más sobre eso, Richard?
—Desde que era adolescente, mi padre sospechaba de mi orientación sexual. Me descubrió besándome con otro chico una vez y... bueno, fue una pesadilla. Me amenazó con desheredarme si continuaba con esas "amistades", como él las llamaba. Pero yo... yo estaba enamorado de ese chico, no podía simplemente alejarme de él por el dinero.