Sospechosos

SEMANA 3

  La mañana del tercer interrogatorio comenzó conmigo sirviendo una taza de café a Evelyn Mitchell en la sala. Después de dos sesiones previas, la viuda se veía algo confundida y, en cierta medida, enfadada por tener que pasar por esto una vez más. Aun así, le agradecí por su cooperación.

—Gracias por su paciencia, señora Mitchell —dije con cortesía—. Sabemos que esto no es fácil para usted.

Evelyn asintió con una mirada que reflejaba fatiga y tristeza. Sabía que la policía necesitaba respuestas, pero parecía haber agotado su disposición para proporcionarlas.

La detective veterana, por su parte, adoptó un tono tranquilo pero firme cuando comenzó a hacer preguntas.

—Señora Mitchell, como sabe, estamos investigando a fondo la muerte de su esposo. Comprendemos que ha compartido información sobre los eventos del 26 de Mayo en dos ocasiones anteriores, pero hemos descubierto ciertas discrepancias y detalles que requieren su aclaración.

Evelyn frunció el ceño, visiblemente incómoda. Parecía estar agotada de responder las mismas preguntas una y otra vez.

—Detective, ya he dicho todo lo que sé sobre ese día. No tengo nada más que agregar.

La detective veterana, sin embargo, tenía una pregunta específica en mente. Decidió abordar el tema con cuidado.

—Señora Mitchell, en nuestros interrogatorios anteriores, no mencionó nada sobre la relación entre su esposo y su secretaria, Claire. ¿Puede explicarnos por qué omitió ese detalle?

Evelyn frunció el ceño con sorpresa. Parecía no tener conocimiento de esa supuesta “relación”.

—No sé de qué está hablando, detective. Mi esposo y Claire tenían un trato estrictamente profesional. No había nada más entre ellos.

La respuesta de Evelyn parecía sincera, pero la detective veterana estaba decidida a esclarecer la situación. Sacó una bolsa blanca con la palabra "EVIDENCIA" escrita en rojo y extrajo una carpeta marrón de su interior. La carpeta temblaba ligeramente en las manos de Evelyn, quien la sostuvo con una mezcla de sorpresa y nerviosismo.

En ese momento, se escapó un leve insulto de los labios de Evelyn. Con las manos aún temblorosas, miró a las detectives y preguntó:

—¿De dónde sacaron eso?

La detective veterana mantuvo su mirada fija en Evelyn mientras explicaba la procedencia de la carpeta.

—Esta carpeta fue encontrada junto al cuerpo sin vida de su esposo, señora Mitchell. El mayordomo, Thomas, la había ocultado en su escritorio antes de llamar a la policía.

La presión en aire de la sala de interrogatorios, era tangible. Evelyn sostenía la carpeta con ambas manos, y la expresión de sorpresa en su rostro dejaba entrever que desconocía por completo su existencia. La investigación tomaba un giro inesperado, y las detectives estaban listas para desentrañar los secretos ocultos detrás de esa misteriosa carpeta.

 

  La tercera vez que Thomas entró en la sala de interrogatorios, rechazó con amabilidad el café que le ofrecí. Mientras lo miraba, noté un cambio en él; ya no parecía tan distraído ni perdido en sus pensamientos como en ocasiones anteriores. La detective veterana lo saludó y le pidió disculpas por hacerlo pasar otra vez por esto. Pero antes de que ella pudiera comenzar a exponer los argumentos de este nuevo interrogatorio, el mayordomo la interrumpió de manera abrupta.

—Sé por qué estoy aquí —dijo con determinación, mirándonos fijamente.

Me quede asombrada por su afirmación mientras la detective veterana lo instaba a continuar.

—Es por la carpeta —continuó Thomas—. No me sorprende que quieran hablar de eso.

Thomas explicó que, al encontrar la carpeta, quedó tan impresionado que necesitó confirmar su autenticidad antes de tomar cualquier medida. Esto, según él, explicaba por qué no había llamado de inmediato a la policía. Necesitaba asegurarse de que las fotografías dentro de la carpeta fueran verdaderas. Mencionó que inicialmente dudó de su autenticidad, ya que algunas estaban desenfocadas y parecían haber sido tomadas a una considerable distancia. Sin embargo, tras un análisis detenido, no solo pudo confirmar la validez de las imágenes, sino también identificar a las personas en ellas. Además, alegó que por detrás de una de ellas, se encontraba garabateado un número telefónico.

Thomas aceptó finalmente la taza de café mientras continuaba explicando su descubrimiento. Su tono era sereno pero firme, y dejó claro que estaba dispuesto a cooperar plenamente con la investigación. Había encontrado evidencia que podía ser crucial, y estaba ansioso por compartir lo que sabía.

—Todo es verdad —dijo Thomas mientras bebía el café. El ambiente en la sala se volvía opresivo, cargado con la revelación que acabábamos de escuchar.

 

  La tercera vez que nos encontramos con Claire, la secretaria de John Mitchell, comenzó de manera impactante. Tan pronto como abrió la carpeta y vio las fotografías en su interior, su rostro se llenó de asombro. Sus ojos se quedaron fijos en las imágenes mientras tragaba saliva con dificultad.

La detective veterana le hizo una pregunta directa, casi como si temiera la respuesta:

—¿Puede confirmar que las personas en estas imágenes son usted y el Sr. Mitchell?

Claire suspiró profundamente y cerró la carpeta con cuidado antes de responder con voz temblorosa:

—Sí, detective, soy yo en esas fotografías. Y sí, es el Sr. Mitchell.

Se notaba que Claire estaba abrumada por la situación. La intimidad de esas imágenes la dejaba vulnerable, y sabía que cuando se descubriera la verdad, se sentiría aún más expuesta.

Con un tono aún más nervioso, Claire preguntó si podía fumar. Mi compañera le explicó con calma que no era posible en ese momento, pero que podría hacerlo cuando tenga su descanso después de responder algunas preguntas.

Pude sentir como el aire se volvía más denso mientras continuábamos explorando los detalles de este misterioso caso.




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