La segunda hora del tercer interrogatorio continuó con Evelyn Mitchell en la sala de interrogatorios. Aunque la situación era tensa, mi compañera y yo intentábamos ser comprensivas. Le ofrecí un pañuelo a Evelyn para que pudiera secarse las lágrimas que corrían por su rostro.
—Gracias por su cooperación, señora Mitchell —dije con empatía—. Sabemos que esto se esta transformando en un tormento para usted.
Evelyn aceptó el pañuelo y se enjugó los ojos, aunque sabía que no podía evitar las preguntas incisivas que vendrían a continuación. Había admitido que en lo más profundo de su corazón sabía que la relación entre su esposo y la secretaria era cierta, aunque se negaba a aceptarlo. La detective veterana decidió abordar este tema directamente.
—Señora Mitchell, su declaración no tiene sentido. Sabemos que comenzó los trámites de divorcio tres días antes de la muerte de su esposo.
Evelyn suspiró y se acomodó en su asiento, con nuevas lágrimas en sus ojos. Parecía acorralada por todos lados.
—Detective, mi esposo me confesó sobre su... aventura con Claire —dijo con voz quebrada.
Mi compañera y yo intercambiamos miradas, sorprendidas por esta revelación. La detective veterana tomó la palabra.
—¿Cuándo fue eso, señora Mitchell?
Evelyn respiró profundamente antes de responder con voz temblorosa.
—Fue el 25 de Mayo, un día antes de... antes de su muerte. Él me lo confesó y me pidió perdón, jurando que terminaría la relación. Yo... yo había comenzado los trámites de divorcio como una forma de castigo, pero esperaba que él cambiara. Nunca pensé que...
Sus palabras se desvanecieron en un sollozo, y la sala de interrogatorios quedó sumida en un molesto silencio. La investigación estaba tomando un giro inesperado, y la relación entre John Mitchell, su viuda y Claire se volvía cada vez más compleja. Era evidente que había más secretos enterrados en esta historia de lo que inicialmente habíamos imaginado.
La conversación con Thomas, el mayordomo, continuó después de que terminara su café. Le pregunté sobre las horas posteriores al descubrimiento de la carpeta con las fotografías comprometedoras. Parecía haber estado sumido en una especie de dilema.
—Cuando descubrí que las fotografías eran originales, no sabía qué hacer —confesó, con una expresión abrumada—. Me sentí paralizado, como nunca en mi vida.
Intrigada por su respuesta, decidí profundizar y le pregunté sobre el número que mencionó, el que decía que estaba escrito en el reverso de una de las fotos. Thomas enderezó la espalda antes de responder con seriedad.
—Cuando marqué el número telefónico, una voz distorsionada al otro lado de la línea me exigió una considerable suma de dinero. Amenazaron con publicar las fotos íntimas entre el señor Mitchell y la señorita Claire en la web si no pagábamos.
La respuesta de Thomas dejó perpleja a la detective veterana y a mí misma. Ella adoptó un tono algo alterado mientras le explicaba la gravedad de no haber informado de inmediato estos hechos. Le recordó que esas secuencias podrían ser de utilidad crucial para la investigación y que ocultar información a la policía era un delito.
Sin embargo, la respuesta de Thomas fue sorprendentemente tranquila y firme. Habló con una devoción inquebrantable hacia su difunto patrón.
—Estoy dispuesto a ir a prisión si es necesario para conservar el legado y la reputación del señor Mitchell.
Esta declaración nos dejó tremendamente perplejas, y reflexionando sobre la profunda lealtad de Thomas hacia su antiguo empleador. La investigación se volvía más intrincada con cada revelación, y estábamos decididas a llegar al fondo de la verdad, sin importar cuán oscuros fueran los secretos que encontráramos.
La tensión era insoportable mientras Claire, la secretaria de John Mitchell, daba un último vistazo a las fotografías antes de cerrar la carpeta. Se notaba que estaba incómoda y ansiosa por las preguntas que vendrían a continuación.
La detective veterana decidió romper el desagradable silencio y preguntó directamente a Claire si recordaba el día en que ocurrió ese encuentro. Claire negó con la cabeza, su expresión tensa.
Entonces intervine, invitando a la señorita Claire a que proporcionara más detalles sobre su viaje a España. Pero la detective veterana cambió la pregunta, queriendo saber si ese viaje había sido por motivos de trabajo o placer. Claire respondió después de un breve momento de reflexión.
—Fue por ambas razones —dijo—. Decidí tomarme unos días en ese país para descansar y visitar a algunos parientes. Sin embargo, también tenía asuntos laborales que atender.
La detective la instó a continuar, interesada en conocer más detalles sobre esos asuntos laborales. Claire explicó con cautela:
—El Sr. Mitchell me pidió que, además de descansar, me asegurara de que el joven David firmara algunos papeles importantes. Esa fue la razón de que pagara el viaje. Además, me entregó un número de teléfono y me dijo que podía contratar a ese abogado para que me ayudara en el proceso. Por razones obvias, pude contactar a ese hombre recién esta semana.
La revelación de Claire sobre el viaje y sus responsabilidades en relación con David y los documentos arrojó una nueva luz sobre el caso. La investigación estaba lejos de haber llegado a su fin, y las detectives necesitaban entender el propósito detrás de esos papeles y su relación con la misteriosa carpeta de fotografías íntimas.