Es el último año de escuela. Los días son más emocionantes entre los compañeros que desean ir a la universidad, y los que esperan cumplir la mayoría de edad para salir de casa sin que sus padres les digan lo que tienen que hacer. Yo por mi parte, estoy algo nervioso. Mis padres son excepcionales, pero no tienen suficiente dinero para enviarme a la universidad. Por eso me esfuerzo el doble con el equipo de basquetbol de la escuela. Si soy lo suficientemente bueno, conseguiré una beca deportiva y podré ir a estudiar negocios o economía. Tengo especial interés en asistir a la universidad de Massachussets.
La otra noche, escuché a mi mamá hablando con la madre de Samanta, y al parecer ella irá allí. Es un gran desafío porque además del dinero para la beca, necesito conseguir dinero para vivir en Estados Unidos. Aún no le he dicho a mis padres que quiero irme de la ciudad, pero pronto lo haré. Desde que Samanta se fue, tracé un plan para volver a estar cerca de ella, y no hay nada que pueda detenerme. He estado enamorado de esa chica el suficiente tiempo como para saber que ella es el amor de mi vida.
Justo en el momento en que sus ojos verdes miraron en mi dirección, supe que estaba perdido. Era solo un niño, pero algo se removió en mi pecho ese día, y pude ver a través de su cara angelical, que haría todo para protegerla, y hacerla feliz. Mis días eran más soleados y brillantes cuando jugábamos en el jardín con su pelota. Solíamos montar bicicleta por los parques, patinar, comer helado los domingos, hacer la tarea juntos, e incluso compartíamos nuestra cena. Fue mi mejor y única amiga. Todo en ella era hermoso. Su cabello largo siempre estaba recogido en coletas, haciéndola ver aún más adorable. Su ropa deportiva era mucho más grande, pero encajaba completamente con su alocada personalidad. Siempre mantuvo una sonrisa alegre para mí, y yo amé cada día al lado de mi mejor amiga.
Cuando tenía doce años, me di cuenta que mi cuerpo reaccionaba a ella de forma diferente. Cada vez que la veía sonreír, y me tocaba, mi estómago hacía una voltereta y la parte baja de mi pantalón se apretaba dolorosamente. Sentí tanta vergüenza de mis emociones que tuve que alejarme un par de días. Mi mamá notó el cambio en mí, y cuando le conté lo que le estaba pasando a mi cuerpo, ella sonrió con cariño.
—Hijo, estás creciendo. Tu cuerpo va experimentar algunos cambios. Lo que sientes por Samy es normal, es una niña muy linda, pero debes saber que ustedes son amigos. Ambos van crecer, y verse diferentes—
—Mamá, ¿tengo algo malo? No quiero dejar de verla—
—Mi niño, no tienes que dejar de ser su amigo. Pronto vas a descubrir que los cambios que vienen con la edad, son completamente normales. Tu padre, y yo, vamos a estar allí para ayudarte
Y así fue. Con el transcurrir del tiempo las cosas entres los dos cambiaron. Aunque todavía salíamos y jugábamos, sus amigas y los míos comenzaron a decir cosas para molestarnos. En la escuela todo el mundo pensaba que éramos novios. Las bromas se hicieron más y más insistentes, hasta que ella explotó. Ese día a la salida me enfrentó, enojada.
—Damián, no sé porque sonríes como tonto cuando dicen que somos novios. ¡Mi papá me va a regañar si se entera! Tienes que decirles a todos que no tenemos nada. Además, soy muy joven para pensar en esas cosas—
—No es mi culpa. Ellos solo están molestando, Samanta—
—Eres mi mejor amigo, por favor no quiero que digan más que eres mi novio— murmuró con tristeza—
Mi corazón se apretó al ver sus ojos verdes llenos de lágrimas.
—Está bien. No llores. Yo puedo arreglarlo—
Ese fue solo el principio de todo. Su irritabilidad se hizo más contundente a medida que pasó el tiempo. A mediados de junio después de las vacaciones, la vi en la fuente del parque acompañada de una amiga, y otro chico. Ella sonreía enorme mientras el otro niño le entregaba una rosa. Todo mi cuerpo experimentó dolor. Quise salir corriendo y arrastrarla conmigo de vuelta a casa. Ya habíamos peleado tres veces esa semana por culpa de su amiga, que el parecer tenía muchas ganas de emparejarla con aquel niño de ojos cafés. Ella había dicho que era muy joven para pensar en novios, pero al parecer su regla solo aplicaba para mí. Sentí rabia. Mi respiración se volvió superficial, y tuve ganas de golpear aquel niño.
Con solo doce años no debía experimentar tales emociones. La amaba, pero mi mamá dijo que el amor de niños no es igual que el amor de adultos. Por eso no la presioné.
En la noche cuando nos encontramos para cenar, la vi tan feliz que no pude evitar pensar que esa felicidad no era por mí.
—Samanta, ¿me quieres? —Pregunté nervioso—
—Obvio que sí, tonto—Respondió riendo—
—No viniste conmigo a montar bici—
—Estaba con Camila en el parque. Su primo quería conocerme. Es un tonto también, me regaló una flor y dijo que yo era hermosa—
—¿Te gustó la flor? —
—No me gusta el rojo, ya lo sabes. Pero él es muy lindo—Contestó con una mirada soñadora—
—Se ve mayor, y me dijiste que somos muy jóvenes para tener novio—Repliqué—
—Solo tengo doce años, jamás me fijaré en un niño más grande que yo. Creo que si llego a tener novio algún día. Seria alguien como tú—
Contuve el aliento, y mi corazón comenzó a latir con fuerza.
#1176 en Novela contemporánea
#5308 en Novela romántica
primer amor joven, diferencia de clases sociales prejuicos, celos distancia amor a primera vista
Editado: 18.09.2025