Soy Damián

Capítulo 3

En cuanto llegamos a la casa de Brian, arrastré a James al baño más cercano y dejé salir la bomba.

—¿Estás seguro que era ella? —Pregunta James, incrédulo—No lo parece. Esa chica rubia es demasiado bonita para ser Samanta. No la conocí antes, pero la foto que me mostraste cuando eran niños, no es nada parecía a esta chica—

—Era ella, James. Lo juro, ¡era ella! —

—Mierda, entonces no le digas a Benjamín. Odia a esa chica. ¿Cómo pudo cambiar tanto? Es decir, obviamente creció, pero es una versión completamente distinta. ¿Será que nosotros también lucimos muy diferentes a cuando éramos niños? Tengo que preguntarle a mi mamá—

—¡Qué importa eso ahora! — Exclamo ansioso—Samanta regresó, James. ¡Ella volvió a la ciudad! —

—Hey, no quiero ser aguafiestas, pero no deberías emocionarte tanto—

—Necesito verla de nuevo— Murmuro ignorando sus palabras— Dios santo. Es un milagro. No puedo creer que la tenga respirando el mismo aire que yo. James, ¿sabes cuantas veces soñé con este momento? han sido los cinco años más largos de toda mi vida, joder. Infinitas veces desperté ansioso con la esperanza de pasar por su casa y verla sonriéndome desde la ventana como lo hacía antes. Ella solía invitarme a desayunar los sábados. Comíamos juntos en el salón, y siempre que sostenía mi mano, todo mi cuerpo temblaba con anticipación—

—Mierda, Damián, espera un poco. Bájale al delirio, amigo. No estamos seguros que sea ella, y si lo es, eso no significa que serán mejores amigos de nuevo, o tu novia. Recuerda lo último que te dijo antes de irse, y viéndola ahora más de cerca creo que Ben tiene razón. Luce como una de esas chicas que son ambiciosas

Me levanto de un salto del borde de la bañera y lo aprisiono contra los azulejos del baño.

—No hables de ella de esa manera— Gruño enojado— Si les conté mi historia no es para que la vuelquen en mi cara. Ella tenía trece, al igual que yo. Lo que dijo no es de tu incumbencia—

—¡Tenían trece, sí, pero eso no la exime de su responsabilidad! — Reclama mirándome con mala cara— Decirle a alguien que no pueden seguir siendo amigos porque es demasiado pobre, o porque no le ve un futuro prometedor, es muy de perra, Damián. Ella pudo haberse quedado callada y simplemente despedirse, pero no, quiso clavar la daga en tu pecho, desprestigiándote como persona solo porque tus padres no tienen para pagar una universidad de ricos—

—¡Quizás sus padres la obligaron! — Grito, empujando su pecho—

—¡¿Entonces por qué no te lo dijo?! ¡Se suponen que eran mejores amigos! —Explota—¡Si sus padres la obligaron, debió quedarse callada, y fingir! En todos estos años, nunca contestó ninguno de tus mensajes. Te olvidó con facilidad, y tú guardaste su recuerdo cuando ella no lo merece—

Resoplo amargamente, dándole la espalda. Sus palabras me recuerdan el dolor de ese día. Se supone que era mi día especial. Cumplía Trece, todo lo que quise era verla sonreír, y besar sus labios cuando por fin aceptara ser mi novia.

—No entiendes— Musito con tristeza— La amo, James—

—Lo sé, amigo— Responde soltando un suspiro—pero antes averigua bien si realmente es ella. Si me lo preguntas, creo que estás delirando. Es más, ¿por qué no instalas una de estas aplicaciones de citas, y revisas los perfiles de todas las chicas de la ciudad? quizás hay una que se parece a Samanta y la confundiste con ella—

Le doy una mirada aburrida mientras intento encontrarles sentido a sus palabras.

—¿En serio piensas que voy a encontrarla en una aplicación de citas? —

—No lo sé, pero definitivamente vas a encontrar una que se le parezca— Responde encogiéndose de hombros— Tal vez lo que necesitas es besarte con una rubia, y así dejas de lado tu obsesión—

Pasamos toda la tarde y parte de la noche, bebiendo cervezas. James mantuvo un ojo sobre mí, y pude resistir salir corriendo a comprobar si de verdad ella había vuelto. La casa de Brian era enorme. Sus empleados hacían todo lo que él les pedía, así que jugamos baloncesto en la sala, rompimos algunas cosas, y comimos de todo hasta agotar las existencias de la nevera.

Cuando dieron las once de la noche, salimos a comprar pizza. Caminamos varios kilómetros hasta encontrar un local decente. Coger el auto estaba fuera de discusión ya que el estado de los tres era muy por sobre el límite de alicoramiento. Al llegar a la terraza de la pizzería noté varios compañeros del equipo. No saludamos y reímos un poco. Todos estábamos celebrando la victoria, así que el ambiente era de alegría.

Justo en el momento en el que ya nos íbamos con nuestras tres cajas de pizzas, Samanta apareció acompañada de la chica de cabello castaño. La vi dirigirse a una meza cerca a la puerta, y todo mi cuerpo quedó paralizado al notar que tendría que pasar a su lado para salir del local. Ella estaba enfrascada en su teléfono sin notar mi presencia. Lo único que pude hacer fue intentar respirar pausado esperando no sufrir una apoplejía por tenerla tan cerca. Cada chico del lugar, tenía sus ojos puestos en ella. Un vestido veraniego hasta las rodillas, muy juvenil de color azul claro, adornaba su cuerpo haciéndola parecer un maldito ángel. Odié el hecho de que se viera tan hermosa. Había perdido las esperanzas de verla de nuevo, y aquí estaba ella, atrayendo la atención de todos, incluida la mía.




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