Soy Damián

Capítulo 8

—No puedo créelo. ¿Cómo se dio cuenta? — Preguntó Michael mirándome como si tuviese tres cabezas—

James resopló molesto e intervino.

—Damián es un imbécil, esa es la razón. Seguramente estaba ido en sus pensamientos imaginando quien sabe que cosas, y obvio Samanta lo pilló. No tiene caso analizar su comportamiento, créeme, lo he intentado.

Michael, puso su mano en mi hombro y dijo con gesto lastimero.

—Siento pena por ti, compañero. El otro día escuché Abril hablando con Samanta sobre su novio inglés. Parecía muy enamorada—

Inspiré hondo, una pequeña grieta traspasando mi pecho. El familiar tirón de dolor apareció, recordándome una vez más que ella aún está muy lejos de mí.

—¿Lo conoces? —

—No, amigo. Pero Samanta tiene muchísimas fotos de él en su teléfono—

Aparté la mirada y asentí.

Era de esperar que ella continuara con su vida. Estos cinco años pasaron para todos, menos para mí, y ahí radica el problema. Quizás estoy a punto de pelear una batalla que ya está perdida, pero no puedo renunciar, no ahora.

—Samanta, acompáñame, por favor—dije en voz alta—

Esperé verla traspasar las puertas dobles, y enfrenté su mirada confundida. Se acercó hasta quedar a escasos centímetros de mí poniendo especial atención en el movimiento inquieto de mis manos. La comisura de su boca se levantó ligeramente en una sonrisa tierna haciéndome sentir mucho más nervioso de lo que ya estaba.

—¿Desde cuando eres tan mandón? — Preguntó divertida observándome con una ceja levantada—No pensé nunca verte tan seguro, ¿sabes? solías ser muy callado, y para nada arriesgado. Aunque no me gustó que me hayas mentido, tengo que darte el crédito por tu actuación. Estuve a punto de caer—

Puse los ojos en blanco sonriente y sacudí la cabeza, apenado.

—Lo siento por eso. No tengo mucha practica—

Soltó una pequeña risa y no pude evitar reír también. Luego, calló por varios segundos, y dijo mortalmente seria.

—Damián. Puede que las cosas entre nosotros no vuelvan a ser lo mismo, pero te aprecio, y aunque fue muy duro el cambio que experimenté en mi vida siendo tan joven, siempre te recordé con cariño. No creas que olvidé nuestra amistad de la noche a la mañana. Me costó mucho adaptarme, y más estando sola. Contigo al menos podía desahogarme, y siempre andábamos por ahí haciendo cualquier cosa. Lo que intento decir es, no tienes necesidad de comportarte diferente a lo que eres solo para acercarte de nuevo a mí—

—Si, lo sé. Discúlpame. Sigo siendo un tonto— Respondí en una mueca—Me dejé llevar un poco por el momento y las circunstancias—

—Abril me dijo que fue su idea, no te preocupes. En cuanto vi su sonrisa de satisfacción me di cuenta que era parte de su plan—

—¿Ya no estás enojada? —

Soltó un suspiro dramático y sonrió.

—No. Pero eso no significa que puedes volver hacerlo. Estaba muy preocupada, Damián. William mencionó que el próximo partido es importante para ustedes. ¡Imagínate jugar sin el pívot estrella del equipo! porque todavía sigues siendo el mejor, ¿cierto? —

Bajé un poco la cabeza con expresión sería recordando la puntuación de la liga. Si no ganamos la final, no podré encontrar un fichaje para una beca.

—Oye, ¿Qué sucede? ¿Dije algo que no debía? —

Levanté mis ojos, e intenté sonreír.

—No es nada. Estaba pensando en el partido de la final. Había olvidado lo importante que es ganar—

—¿Por qué te preocupa? Es solo un partido. Ustedes son muy buenos. Hamilton tiene jugadores que se están preparando hace mucho tiempo en equipos profesionales, así que no deberías pensar tanto en eso. El haber llegado hasta aquí dice mucho de ustedes. Solo disfruta el partido, Damián. Este es tu último año, y a lo mejor cuando vayas a la universidad ya no puedas jugar de nuevo—

Me tensé inmediatamente registré sus palabras. Sé que ella no lo dice con mala intención, pero de todas maneras duele que ella no sepa cuán importante es para mí ganar. Significa que no me conoce lo suficiente.

—Samanta, ¿aún quieres ser bailarina profesional? —Pregunté realmente interesado en su respuesta—

Me miró confundida, y negó con la cabeza.

—Ya no. Dejé de pensar en el baile cuando cumplí quince. Mi papá organizó una fiesta enorme, y tuve que hacer cuatro coreografías para que él estuviese contento, y ninguna le gustó— Respondió soltando un resoplido molesto—Estaba tan aburrida que cuando terminó la fiesta le dije que odiaba bailar. Él se molestó mucho después que dejé de ir a mis prácticas, así que busqué otra cosa que hacer para no tener que recordar que soy una desagradecida. Esas fueron sus palabras—

La miré con el ceño fruncido sintiendo el peso de sus palabras. Había cierto dolor en ellas e inmediatamente me preocupé.

—¿Tu papá siguió maltratándote? —

—No, pero se encargó de hacer mi vida un infierno, por eso no quiero volver con él—

—¿Por qué no me dijiste nada? Pudiste volver antes, Samanta. No tienes por qué soportar sus maltratos—




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