Soy Damián

Capítulo 13

Cogí un bocado de mis huevos rancheros mientras revisaba por enésima vez mi teléfono. Eran las nueve de la mañana y aún no tenía ningún mensaje de Samanta. ¿Será que sigue dormida?

— Y entonces, ¿pasaste una buena noche? — Preguntó mi papá mientras daba un sorbo a su café—

Asentí ausente sin apartar mis ojos de la pantalla del teléfono.

—¿Quieres ir con el doctor? Puede que necesites revisarte—

—Estoy bien. Me duele, pero no es nada—Respondí observando la ligera lluvia golpear los cristales de las ventanas—

Cuando comenzó a llover eran las cinco de la mañana, y entre la lluvia, y mi estado alterado de emoción por la noche anterior, no he podido dormir lo suficiente. Ella dijo que venía a mi casa a recoger su auto, pero no tengo idea si con este clima pueda hacerlo.

—Aún así creo que es mejor ir para que te revisen— Añadió mi mamá desde la cocina—

Fruncí el ceño, negué.

—No es necesario. Estoy bien. Con los analgésicos voy a estar bien—

—Como tú quieras, pero si para mañana continuas adolorido no deberías entrenar. Hablaré con el entrenador

—No te preocupes, papá. El entrenador no me dejará entrenar hasta que mejore—

—Bien. Eso está bien— Dijo soltando un suspiro, y levantándose de la mesa—Es mejor así. A propósito, no te puedes materializar en su casa, aunque mires el teléfono fijamente durante una hora. ¿Por qué simplemente no la llamas? —

Escuché la pequeña risa de mi mamá, e inmediatamente me tensé. Mantuve la cabeza gacha y podría jurar que ambos estaban mirándome con sus caras sonrientes mientras yo intentaba pensar en una excusa para no someterme a sus interrogatorios. A veces era muy difícil ser hijo único, y además con padres involucrados en una educación responsable.

—Damián. Tu padre tiene razón. Envíale un mensaje y dile que pase por su auto lo más pronto posible. No es buena idea que ese auto esté estacionado mucho tiempo aquí—

—Sobre todo después de que llegaste a la casa a las tres de la mañana conduciéndolo— Agregó mi papá en tono serio—No quiero ser tan estricto contigo, hijo, pero toda la ciudad conoce a la familia de Samanta. Si te ven por ahí montado en ese auto, las cosas podrían complicarse—

—Henry, por favor— Reprendió mi mamá— Ellos han sido inseparables desde niños, es completamente normal que ahora que ella volvió, retomen su amistad—

—Si, cariño, pero no retomaron su amistad. Tu hijo está enamorado. Mira nada más su expresión. Parece a punto de salir corriendo a la iglesia más cercana y pedirle a un cura que los case—

Me levanté de un salto, molesto, y los miré ambos.

—¿Por qué hablan como si no estuviera aquí? no soy un niño al que deban proteger. Sé lo que hago, y si la gente comienza hablar sobre nosotros no me importa. Samanta es mi novia. Anoche hablamos y decidimos darnos una oportunidad—

Hubo un silencio tenso, hasta que mi mamá decidió acercarse. Me tomó de la mano con una sonrisa es sus labios.

—No te pongas a la defensiva. Para nosotros es una maravillosa noticia. Samy es una niña excelente. Sé de tus sentimientos por ella, por eso estamos tan nerviosos. La familia de Samanta es algo complicada—

—Lo sé, mamá, pero te repito. Ya no soy un niño. Puedo arreglármelas solo—

—Está bien, Damián. No te alteres. Solo no me hagas abuela todavía. No deben estar tanto tiempo solos, ya sabes cómo es con las hormonas. El sexo puede esperar, hijo—

—¡Oh jodido cristo! — Exclamé incrédulo—¡¿Qué pasa contigo, mamá?!—

Ambos soltaron una carcajada, ignorando completamente mi expresión de desagrado.

—¡Relájate, hijo! —

Resoplé, agarrando con fuerza el borde de la mesa.

—Papá. No dejes que mi mamá hable con Samanta, por favor—Murmuré en una mueca— no quiero que comience hacer terapia con ella, y mucho menos si involucra mi vida sexual—

—No prometo nada— Respondió sonriente, tomándola por la cintura—

Mi mamá puso los ojos en blanco, y volvió a reír, esta vez sus ojos transmitiendo calidez.

El timbre de la casa resonó en el comedor, afortunadamente para mí. Los recuerdos de una noche algo acalorada se filtraron en mi mente, haciéndome sentir avergonzado. Si ellos supieran las ganas que tengo de estar a solas con Samanta y poner a prueba eso de las hormonas, estoy seguro que mi mamá haría algo más que una simple sesión terapéutica conmigo.

Carraspeé, inquieto, y fui directo hacia la puerta. Al momento de abrir, mis ojos encontraron la más perfecta imagen. Samanta, vestida con un short blanco, blusa negra y chaqueta deportiva. Su cabello rubio caía en ondas sobre sus hombros, y sus ojos de un verde intenso me miraban con una mezcla de timidez y alegría.

No pude evitar observar más tiempo del que debería sus piernas descubiertas, causando que la sangre caliente viajara por todo mi cuerpo, despertando las famosas hormonas que tanto les preocupa a mis padres.

—Hola— Susurró ella y esa simple palabra hizo que mi corazón diera un vuelco—

Una sonrisa idiota se extendió por mi rostro, y tomé su mano, atrayéndola en un abrazo que la dejó sorprendida—




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