La sexualidad no es algo que se defina como elegir el color de vestido que llevaras al baile de graduación, los zapatos que combinan o el peinado que quieres que haga el peluquero. No depende de los demás, ni siquiera de uno mismo. Es tan sencillo como el gusto que a cierta edad tienen las niñas por los chicos de su clase; natural y espontaneo, de esa manera fue para mí. Solo que siendo un varón, no me fije en el bonito cabello de Alicia o Martha, sino de Carlos. Era un niño, sí, pero entendí que nunca formaría una familia como la de mis padres o los de mis compañeros. No. Callar resulta difícil, pero sobre todo cansado y a veces muy abrumador. No puedes expresarte por temor a que pensaran los demás o si te apuntaran con el dedo y aislaran. A veces implica sumirte en la soledad. Yo no quise ser de esa manera, así que un día, simplemente lo deje salir. Pronuncie aquellas palabras, que casi me dejan sin cabello y cejas, pero no me arrepiento. No hay que reprimir nuestro gusto, porque, finalmente a los demás nadie les critica por preferir ciertas cosas, como su auto, su tipo de alimentación, su aspecto. Todos tenemos derecho a elegir y yo escogí a los de mi mismo sexo, en especial los que tiene pinta de no romper un plato y terminan con toda la vajilla. ¡Oh sí! En realidad, me gustan todos, todos lo que estén dispuestos a ponerse de rodillas y dejarme entrar. ―¡Que lindura! ―escucho suspirar a Sara, mientras termino de servirme café. Me doy la vuelta, apoyándome en el fregadero y la miro por encima del borde de la taza. En algo que todos nos parecemos, es nuestro gusto casi obsesivo por la cafeína. Lo necesitamos para comenzar el día. ―Gracias ―digo metiendo un rizo imaginario detrás de mi oído―. Parece que el nuevo champú ha dado resultados, mi pelo se ve increíble. Pau emite un gorgoreo y da palmaditas, como si estuviera riéndose de mí (pequeña bruja, igual que su madre); mi hermana se limita a poner los ojos en blanco ante mi comentario. ―¿Qué? Mi peinado es perfecto, niégalo ―la reto, pasándome la mano por la parte delantera de mi flequillo. He de admitir que el peluquero hizo un buen trabajo, aunque tenía mis reservas. ―Hablaba de Pau ―farfulla volviendo a centrar su atención en la pequeña. Obviamente que es linda, todos lo sabemos y nos tiene en su puño, incluso a mí. Que tanto renegué de ella al principio, pero disfruto haciendo rabiar a Sara. Aun no olvido que me quito a mi último prospecto. ¡Ay Matías! Él sí que era carne de primera. Sabía que era hetero, pero soñaba con emborracharlo y tirármelo detrás de cualquier arbusto o piedra. Porque aquí ni pensarlo, Rebeca parece tener un radar, claro, en lo que a mí se refiere, porque le pasó desapercibido lo de ellos. O simplemente se hizo la desentendida. ―¡Ah sí! ―Agito la mano, restándole importancia―. También es linda. ―Tonto ―murmura conteniendo una risa―. Peter. ―¿Qué? ―pregunto desistiendo de darle otro sorbo a mi café. Conozco ese tonito de voz y algo trama―. No voy a cuidarla, tú te ofreciste. ―No es eso. ―Entonces, ¿Qué? ―digo mirándola con desconfianza. Sara no suele meterse conmigo, prácticamente con nadie. Es la mediadora oficial de la familia, incluso fuera de ella, siempre intenta mantener la compostura y no perder la cabeza, porque todos los demás lo hacemos. Excepto cuando se trata de Matías. En mi vida imagine llegar a verla tan jarra, pero si y fue un espectáculo digno de ver. Lástima que no pensé en grabarla, seguro se hubiera hecho viral. "Como patearle el culo a tu crush". En teoría no eran nada y todo fue un malentendido con Ivonne, pero se portó cual perra. Y lo hizo también con Bill. En ese sentido, me alegra que ya no esté con ese tonto, no la merece. ―¿Quién es Andrés? ¡¿Qué?! Toso ruidosamente, evitando escupir el café, pero ganándome un buen sofocón. En parte por el líquido y por la sorpresa. ¡Demonios! ¿De dónde sacó ese nombre? ¿Fue Matías? No, ese sospecha, pero no tiene la certeza y tampoco es de los que pasan el chisme. ―El que te llega una vez al mes, ¿no? ―Me hago la loca, evitando responderle. Es nombre no debería ser repetido. ―Muy gracioso. Limpia el rostro de la pequeña, que juguetea con su pato de goma y me observa interrogante. Sara es listilla y no se le escapó ese pequeño desliz que tuve en la fiesta. Aunque no era para menos, nunca espere llegar a verlo, ¿no se suponía que regresaría a vivir con su padre? ―Un amigo de Matías e Ivonne ―contesto tratando de parecer casual, como si recordarlo no fuera una patada en el culo. ―Aja ―masculla tomando a la niña de su silla, para colocarla sobre sus piernas. Ha terminado de darle de comer. Sara vive con Matías desde hacer unos meses, justo después de que le propuso matrimonio, con todo y anillo incluido. Eso no se lo envidio, el matrimonio no es para mí. Volviendo a ella, hoy es uno de esos días en los que madruga y viene de visita. Pero parece más curiosa que de costumbre y eso sí que es peligroso, en especial después de que ese nombre ha salido de su boca. ¿Sera que ese tonto si le contó?―. Lo conoces, ¿cierto? ―Preguntarle directamente si los escuchó de él, es echarme de cabeza solito, puede que solo esté tratando de ponerme aprueba, con ella nunca se sabe. ―Pues sí, tú también. Lo vimos en el bautizo a Pau. ―Resopla clavando sus ojos en mí. No piensa dejarlo por la paz. ―No, hablando en serio, ¿Quién es? ―Joder con esta. ―Yo también quiero saber quién es ―segunda Fran entrando a la cocina, aun llevando pijama. Ya veo porque le gusta tanto que Sara venga, para poder dormir a sus anchas sin preocuparse por su hija. Esta no ha cambiado nada. Menos ahora que Rebeca accedió a ayudarle a cuidarla por las tardes. ―¿Y tú para que quieres saber? ―cuestiono cruzándome de brazos, dejando de lado la taza. Capaz que término ahogado con sus preguntitas―. ¿Qué no le tirabas los perros a Ezequiel? Debería tenerme sin cuidado lo que quiera hacer Fran, pero siendo sinceros, ya tuve bastante con Sara enredándose con Matías, como para ahora verla con él. ¡Joder! Hay muchos hombres, ¿Por qué tienen que ser los que les he echado el ojo? Me retracto, ese tipo no está en mi lista. ¡Nunca! No de nuevo. ―El tipo es bastante apuesto, parece bueno en la cama. ―Reprimo un jadeo y me muerdo la lengua, para no externar las cosas que su afirmación me hace pensar―. Además, con Eze apenas estamos empezando a conocernos. Esta es una zorra en toda la extensión de la palabra, pero solo porque es mi hermana no se lo digo tal cual. Ha tardado más en parir, que en ver los próximos candidatos en su cama. Y luego se quejan de mí, si al menos yo no quedo preñado. ―Puedo hacerte un resumen de su vida y adelantarte que no quieres conocerlo y que no te pierdes nada ―asegura Sara, entregándole a su hija. ¡Bravo! Me encanta cuando se pone en plan consejero de un modo sutil que te deja en que pensar―. Es un cretino que se tira a su secretaria y que hizo lo mismo con todas las anteriores. Silbo divertido por la expresión de mi querida hermana mayor. ¡Toma ahí! Esta es bruta con todas las letras para buscar sus ligues. Lo peor que no sabe que existen unas cosas que se llaman condones y otras píldoras e incluyo pastilla el día siguiente, para no tener bendiciones, como dice la gente. ―No eran unas niñitas para no saber lo que hacían ―masculla a la defensiva. Lo dicho, es bastante bruta y mas que eso. Ese tipo ya le endulzó el oído, es posible que también otra cosa. ―Cuidado, no olvides que tienes una hija que puede caer con un tipejo como ese ―comento fingiendo indiferencia, mirándome las uñas, ganándome una mirada envenenada―. ¿Qué? Pau es una monada, seguro será guapa cuando crezca. Solo le pido a Dios que no sea como su madre ―digo llevándome la mano al pecho y mirando al techo―. Eso si sería un doble castigo. ―Yo le pido que no sea como tú, marica. ―Gracias a Dios, soy marica ―respondo ignorando su mala leche―. No hay riesgo que quedar panzona. ―¡Peter! ―exclama Sara, negando con la cabeza. Demasiado tarde. ―Ella empezó ―gruño mirando a Fran―. Además, déjame decirte que no eres el tipo de Andrés. Así que pierdes el tiempo. ―¿Y tú qué sabes? ―Levanta la barbilla, con gesto retador. Está enojada―. Sara ha dicho que Ezequiel no me conviene, puede que lo intente con él. Contengo las ganas que tengo de explicarle porque no es el tipo de Andrés, pero mejor no ir por ahí. Ese ni mencionado merece ser. ―Tampoco se trata de eso, Fran ―interviene ella comprensiva. ―Exacto, Pancha ―mascullo con sarcasmo, para molestarla aún más. Soy marica, pero no me gusta la manera en que lo hace sonar―. Esto no es una guardería, solo por si no te habías dado cuenta. ―Serás cabrón. No soy idiota. ―Pues... ¿Qué te puedo decir? ―Me encojo de hombros, con gesto inocente―. Temo que un día de estos nos salgas con otra sorpresa. ―Déjenlo ahí ―interviene Sara, evitando que despotrique en mi contra―. Solo ándate con cuidado, ya sea Andrés u otro hombre. ―Se cuidarme, Sara. No empieces tú también ―refunfuña. ―Si supieras hacerlo, no tendrías una hija sin padre, ni marido. ―¿Sigues? ¿Qué problema tienes conmigo? ―Abre la boca y la cierra, negando como si acabara de tener una revelación―. ¡Te lo tiraste! ―acusa apuntándome con el dedo―. ¡Te follaste a Andrés! ¡Mierda! Pero si esta no es tan inteligente para deducirlo. ¿O es que he sido demasiado evidente? ―Ese es medio estirado, no es mi tipo ―gruño fingiéndome ofendido. Ojala solo se tratara de eso, pero es mucho más complicado que un simple polvo. Es la metida de pata que alguna vez todos cometeremos y deseamos olvidar. ―¡Ah! Entonces querías tirártelo y no pudiste ―se mofa. ¡Bruja! Sara me observa fijamente. Esa me preocupa más. Pero si niego con demasiado ímpetu, me delatare. ―¿Tan temprano discutiendo? ¡Rebeca! Por primera vez me alegra que interrumpa una conversación. ―Ellas ―las acuso abriendo el grifo para lavar rápido mi taza. ―Es Peter ―gruñe Fran. ―¡Es domingo! Ni me dejan dormir. ―Pues tu hija, que no se cansa de putear ―suelto desviando por completo la atención de mí. Siempre funciona. Como cuando les conté que Matías se tiraba a Sara. ―¡Peter! ―gritan las tres al mismo tiempo, aunque en tonos muy diferentes. ―Es la verdad ―murmuro encogiéndome de hombros―. Y ni me digas nada, porque yo me he comportado como niño bueno ―digo orgulloso. Me ha costado volver a la manita y los vídeos, pero no puedo traer amigos a casa y la mayoría es tan tacaño como para pagar aunque sea uno de paso. Ademas de maricas y cobardes, codos. ―Después de tirarte al monaguillo. ―¡Rebeca! ―exclamo llevándome la mano a la boca. ¿De dónde sacó eso? Miro a Sara, pero ella niega. ―Ya me contó el padre ―explica antes de que me lance contra Fran―. Dice que no quiere que vayas por ahí, porque corrompes a sus ayudantes. ―¿Ya viste? Tu hijo es un golfo. ―Más corrompedora es eres tú, que ya quieres darte otro nieto. ―¿Sara? ―pregunta mi madre, haciendo que ella se ponga pálida. ―No, ella no, hablo de Pancha ―respondo volviendo a centrar la atención en ella. Se lo ganó por meterse conmigo. Tan de buen humor que desperté. ―¡¿Qué?! ¿Estás locas, Francisca? ―cuestiona molesta. Excelente. ―No es cierto. No le hagas caso, mamá. Este nada más anda metiendo cizaña. ―Pues yo solo te aviso, luego no te quejes ―digo como no queriendo―. Y me voy, porque llego tarde. Cierra las patas, Fran, no vaya a llegarte un aire. ―¡Serás cabrón, pinche Peter! ―Alcanzo a escuchar antes de cerrar la puerta. Con una sonrisa de oreja a oreja me dirijo a mi nuevo negocio. No espero hacerme rico, pero por algo se empieza. He logrado evitar el tema, espero se olviden de eso pronto, porque en lo que respecta a mí, ese está olvidado y enterrado.