¡soy gay!

Capítulo 15

 

 

―No puedo creer que no vayan a casarse ―murmura Ivonne dejándose caer en el sofá―. Ya tenía el vestido. ―Carola acaba de irse, les hizo un rápido resumen explicando lo que ha pasado, claro por fortuna para mí, omitiendo el hecho de habernos visto en el jardín.

Lo dicho, no es una mala chica, como suele ocurrir en las películas y como me hubiera gustado que fuera, eso hace que me sienta un poco mal, sin importar lo mucho que haya asegurado que no le afecta nada, no me gusta saber que nos vio.

―Es una pena. ―Sara desde luego parece preocupada, como puede esperarse de alguien que ve todo en color rosa y que piensa en bodas.

Me acerco a la mesa y tomando un pedazo de pizza, me acomodo en uno de los sillones, le doy una mordida mirando con curiosidad a mi hermana.

―¿Qué piensas? ¿Aceptaras la oferta de tomar el banquete y lo demás?

Incluso yo creo que es una locura cancelar cuando prácticamente todo está listo, salón, banquete, iglesia, música, vestido. La única cosa que saltaba era enviar las invitaciones y es que estamos a menos de un mes.   

―Tengo que hablarlo con Matías. ―Se encoge de hombros―. Ya que tendríamos que adelantar las invitaciones y lo que falta. Además, de que me gustaría devolver parte del dinero invertido, a pesar de que ella ha dicho que no hacía falta.

―Aprovecha ―sugiero, tomando otro mordisco de pizza―. De todos modos, debes invitar a la familia de Ismael. ―Aunque me encantaría, obviamente, no puedo decir que dejen fuera al Andrés.

―Y hablando de Ismael ―Ivonne se gira hacia mí y casi escucho el cascabel sonar―. ¿No será que tú tienes algo que ver con el hecho de que Andrés no se quiera casar?

Jadeo, provocando que la comida se vaya por donde no debe y me falte el aire, me levanto tosiendo ruidosamente para lograr respirar. ¡Maldita, Ivonne!

―¡Aquí! ¡Aquí! ―Sara me da un vaso de agua, pero sigo luchando por recuperarme, en tanto que mi querida amiga me dedica una mirada victoriosa y con cero delicadezas me da un golpe en la espalda.

―Pajarito, parajito.

―Si no me muero asfixiado, me muero por el golpe ―me quejo con voz ahogada, pero ella solo sonríe.

―Ya sospechaba que ustedes se traían algo ―dice de lo mas linda―. Acabas de comprobarlo. Suelta la sopa.

Ja, si hubiera sospechado me hubiera ido con Carola.  

―Solo para aclarar ―contesto elevando un dedo―, te recuerdo que fue Caro la que no quiso casarse y cancelar los preparativos.

Ella agita la mano, restándole importancia.

―Es igual, si hubiera querido seguir, habría buscado la manera de persuadirla, incluso arrastrándose, como Matías.

―Él no se arrastró ―protesta Sara. Tengo que darle crédito, ya que no me delato a la primera, pero esa Ivonne se la tenia guardada y he caído redondito.  

―Porque andabas flojita y cooperando, y Rebeca no los quería peleando afuera de su casa.

―¡¿Qué?!

―En eso tiene razón, hermanita ―concuerdo, esperando cambiar de tema y poder huir―. Estabas algo borracha.  

―Nos estamos desviando ―Ivonne me da su mejor mirada de halcón―. ¿Qué hiciste con Andrés? ¿Te lo cenaste?  

―Yo también quiero saber. ―Ahora soy yo quien mira con ojos de odio a mi hermana, debería estar de mi lado, no tirarme tierra―. No si te lo tiraste. Solo si tienes algo que ver con que no vayan a casarse. Dime por favor que no. Dijiste que no te metías con casados o comprometidos.

―Y no lo hago, par de arpías ―digo todo indignado―. Respeto a los que tienen incluso novias.  

―Siéntate y habla ―ordena Ivonne, con esa cara de matona. Y es que a diferencia de Sara a quien puedo lavarle el cerebro o darle algo con que se entretenga, de ella no puedo escapar y si es capaz de darme unos buenos.  

Suspiro y me dejo caer en el mismo lugar donde me encontraba antes de casi morir y estas despiadas ni siquiera por eso me dan tregua. Cruzo las piernas, olvidándome de la comida, que casi me lleva al panteón.

―No paso nada ―empiezo a decir―. ¡Lo digo en serio! ―insisto ante sus expresiones irónicas―. El asunto es así, ¿recuerdan cuando Matías te pidió matrimonio? ―pregunto mirando a mi hermana.

―Si, en el bautizo de Rebequita.

―Rebequita. Pobre criatura, la desgraciaron, mejor digámosle Ximena, al menos ese no me recuerda a mi madre.

―Te estás desviando.

―Voy por el comienzo, no me presiones. La cosa va así, ese día nos seguimos con el festejo, fuimos a un bar de las afueras, luego Matías dijo que debía volver, seguro para verte, y entonces nos quedamos solos. Se suponía que cada uno seguiría su camino y lo admito, estuve metiéndole mano y endulzándole el oído.



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Editado: 08.01.2020

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