Mientras Sara lee la corta explicación de Pancha y contemplo el rostro dormido de mi sobrina, que se mantiene completamente ajena a lo que ocurre, lentamente la magnitud de las cosas se extiende sobre mí.
Desde este momento soy responsable de ella, ¿Qué se supone debo hacer?
¡Maldición!
Sonaba muy bien antes de que fuera un hecho. ¡Jesús! Apenas consigo ocuparme de mi persona, no debo preocuparme porque como, por la hora en que me duerno o me levanto o si lavo la ropa. Y es que no es lo mismo cuidarla unos momentos, a estar siempre al pendiente de ella.
¡Ay, mi madre! ¿Qué he hecho? Esta bruta se ha confiado en lo que le he dicho y no se lo ha pensado demasiado para salir pitando.
―No lo entiendo ―susurra ella, sacudiendo ligeramente la cabeza, como si intentara despertar de un mal sueño. Me gustaría que fuera solo eso, pero no lo es.
―Rebeca no debe enterarse ―consigo decir, tratando de priorizar las cosas―. Es su boda, no debemos mortificarla.
Seria capaz de salir a buscarla con escoba en mano para atraerla de los pelos. Algo que no es tan mala idea, pero no se le puede obligar, no cuando ha dejado claro que no desea tomar el papel de madre.
Lo peor, no quiero ni imaginar la reacción de mi madre. Podría llegar a sentirse culparse por ponerle presión.
―Pero… ¿En que está pensando? ―La siempre contenida Sara, parece no saber que hacer y la entiendo perfectamente, aunque no lo exteriorice.
―Ese es el detalle, por si no te has dado cuenta, Pancha no suele pensar y por eso siempre otros terminan pagando. ―Como la niña o mi madre.
―¿Cómo se supone que vamos a ocultarle que se ha ido? ―Sara parece tan perdida como me siento, aunque las palabras de Iván y la misma admisión de Pancha sobre su falta de instinto maternal me hacen apechugar y no entrar en pánico. Al menos no del todo.
―En un rato se ira con Ismael de luna de miel, estarán en Xochimilco una semana.
―Es Acapulco ―me corrige con poca determinación, pasando por alto mi intento de broma. Claro, eso siempre suele funcionar, aunque ahora no es el mejor momento.
―Lo que sea. ―Le quito importancia agitando una mano―. Estará fuera, si nos pregunta, solo digamos que fue a la tienda o anda en el baño, que le dio diarrea o algo.
―Tarde o temprano lo sabrá. ―Ella sacude la cabeza―. Además… era mi dama de honor.
―Te dije que me escogieras a mí ―le recuerdo indignado―. Aun puedo serlo, no me des las gracias, aunque no creo que me quede su vestido.
―¡Peter! Esto es serio.
―Soy serio. Ya te digo que no me puedo poner ese vestido, me quedaría como blusa, ella es más corta que yo y tiene más bubis.
―No hablaba de eso.
―Ya sé y claro que Rebeca lo sabrá, pero es mejor que sea una vez que haya disfrutado de la luna de miel y venga de buenas.
―¿Y la niña? ―Luce tan preocupada, que quiero darle un abrazo y asegurarle que estará bien, pero ¿Qué sé yo de niños? Es decir, a veces le hago travesuras, como si tuviéramos la misma edad y hasta le robo su papilla. Esto es culpa de Iván por meterme en la cabeza que soy responsable, lo suficiente como para cuidar de ella.
―Bueno… ―Tomo los papeles que ha dejado firmados y se los ofrezco. Su mirada rápido capta de que se trata y parece ahogarse.
―¿Te ha cedido la custodia?
―No suenes tan feliz ―digo con sarcasmo, ignorando su mirada perpleja.
―Pero…
―Ya sé, ya sé, pero no es tan malo. Adivina quien le compró ese lindo vestidito y la vistió. Si, yo fui. Tengo buen gusto.
―Pero… ―Ella continua sin saber que decir. Cosa realmente extraña.
―Velo por el lado bueno, no tendremos que preocuparnos por ella. Porque, ¿Qué podría esperarle con el Ezequiel ese? Podría ser hasta un pervertido y con cada cosa que pasa ahora, al menos a mi pareja, si llego a conseguirme una, no le gustarían las niñas. ¡Totalmente segura!
―¡¿Qué?! Espera… ¿Qué quieres decir con eso de Ezequiel?
―¿Con quien crees que se ha ido esa bruta? ―Pongo los ojos en el techo.
―¡Ay no!
―Eso digo yo. Una vez que mi madre regrese, se mudará con Ismael, así que no habrá mucho por lo que preocuparse.
―¿Y la casa?
―¿No te lo dije? Ivonne la rentara. Al menos por un tiempo, mientras mi madre decide si quiere mantenerla o venderla. Ponerla en reta podría ser algo bueno para tener una entrada extra.