¡soy gay!

Capítulo 17

 

Me paso la mano por la frente, apartando los rastros de sudor e ignorando el cansancio que recorre mis brazos, no puedo evitar esbozar una sonrisa satisfecha. Nada mal. Pienso mientras contemplo la fachada de la casa, que luce recién pintada, al mismo tiempo que reflexiono sobre las cosas que han pasado en las últimas dos semanas desde que Pancha se fue.

Como creí, huyó con el Ezequiel ese, quien no solo se llevó sus cosas, también el dinero de su padre, al pobre casi le da un infarto, así que ahora son una especie de prófugos.

Afortunadamente, Sara y Matías lograron distraer a mi madre, el día de su boda, y al final se fue de luna de miel sin enterarse de lo ocurrido con Pancha, eso estuvo bien. Cuando regresaron, se dedicó dos días más a mudarse, no obstante, vino lo inevitable. Hay que decir que no fue tan malo como creí, casi podría jurar que ella parecía sospecharlo y estar resignada. Con todo y sus intentos por mostrarse indiferente, tuve que recordarle de nuevo que no siempre los buenos padres forman buenos hijos, ni tampoco los malos hijos vienen de malos padres. A veces, solo se trata de una mala semilla. Y es que, los padres orientan y enseñan hasta cierta edad, luego es cosa de cada uno elegir que camino tomamos y ahí, ni los mejores consejos pueden influir. Cuando naces podrido, no hay nada que hacer.

Para mi sorpresa y alivio, mi madre no se mostró tan preocupada como Sara por la niña estuviera a mi cuidado, lo único que temía era que la corrompiera. Tuve que prometerle que no habría más conejos en casa, excepto los peluches de la niña, ni amiguitos. Es bonito cuando tus padres te conocen o brindan el voto de confianza.

Por otro lado, Rebequita lloró solo los primeros días, pero como su madre se dedicó a delegar su personita a quien podía cargarla, pronto pareció olvidarse de ella. Aun me desvelo pensando en lo mejor para ella, pero Iván ha asegurado que tiene todo listo, ya decorado el que será su nuevo cuarto y ha comprado no sé cuanta cosa que se ha topado, parece mas emocionado que yo. Es una fortuna que su casa sea lo bastante grande, incluso ha soltado que podríamos tener otros hijos, no recuerdo haberle dicho que seriamos pareja, aunque eso no me preocupa; de momento, le he asegurado que debemos esperar saber cómo lo hacemos, antes de lanzarnos por más niños.

Y es que como bien le he dicho a Sara, siendo homosexuales, tenemos presente el hecho de que no es sencillo tener uno propio, al menos no sin meterte en muchos líos. Eso y los prejuicios que muchas personas tienen.

―Nada mal ―concuerda en voz alta Ivonne, señalando la puerta―. Solo falta esa.

―Esa de toca a ti ―gruñó dejando el rodillo en el bote de pintura―. ¿Qué haces aquí? Pensé que estarías en el café.

Mi querida amiga, parece salida de un anunció de moda casual. Sus pantalones de piel moldean su condena buena figura y su top resalta sus pechos, todo eso adornado por su larga melena sujeta en una coleta alta, la hacen ver increíble. 

―Cerré temprano ―contesta con la mano en la cintura―. Tuve una visita interesante. ¿Quieres saber quién? ―Me dedica una mirada maliciosa, que me da la respuesta por si sola.

Aunque lucho por no erizarme como un puerco espín cada vez que su nombre o alguna referencia a él sale a colación, es una reacción involuntaria. Por mucho que aparente falta de interés, no he dejado de preguntarme que ha hecho ese tonto. Sé de buena fuente que Carola se ha ido de viaje y que parece bastante animada con dedicarse a la fotografía. Me alegro por ella.

―No. ―Me quiero golpear por la brusquedad de mi respuesta, pero es tarde para lamentarse―. Debo limpiar y guardar todo, antes de ir a recoger a Rebequita a casa de Sara.

―Peter… ―su voz es exigente.

―Ya te dije, no quiero hablar de ese ―digo con cansancio, porque tanto ella como Sara no han dejado estar en paz el asunto. O sea, ¿Por qué debería estar quebrándome la cabeza, cuando ese ni por enterado se da?

Cierto que fui un poco brusco, pero si realmente le interesara, habría insistido. Aunque no sé si tendría sentido, porque el gran problema es que él no admite su orientación, pero mas que eso, ni siquiera sabe lo que quiere y yo, ahora mas que nunca, necesito algo estable.

―Lastima. Te recuerdo que tenemos un negocio entre los tres. Y ahora que te vas, deberíamos pensar que haremos.

―Pero ya lo hablamos.

―No del todo. No puedo hacerme cargo de todo.

―Sabes lo suficiente sobre el funcionamiento de las máquinas y te dije que no voy a llevarme nada.

―Que generoso. Por si no te has dado cuenta, Andrés tampoco ha estado ayudando, no puedo hacerlo todo sola.

―Bueno, para el café puedes contratar a alguien que te ayude a servir. Tu café es bueno y podrías pedirle a Sara que te ayude con los postres.



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Editado: 08.01.2020

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