Las bodas siempre me han parecido bonitas, sobre todo, cuando solo soy un invitado o colado, ya que se omiten todos los arreglos previos, ese ir y venir que vuelve locos a todos. Sin embargo, en un lapso demasiado corto me he visto involucrado en dos preparativos y lo único que quiero es ver a ese par casado y poder irse. Es sorprendente la cantidad de cosas que hay que atender, especialmente cuando se trata de una boda por todas las de la ley, como en el caso de Sara y Matías, por suerte, Carola ya tenía casi todo en orden.
En lugar de hacer tantos preparativos, tuvimos que ocuparnos de la limpieza y arreglos de la casa, en guardas algunas de las cosas de mi madre y traer las de Ivonne, también aproveche para comenzar a enviar algunas de mis cajas a casa de Iván. Desgraciadamente, por su trabajo no podrá asistir, me hubiera gustado que estuviera aquí y que comenzará a tratar a la niña. A quien sin duda adorara.
Me llevo las manos al pecho, sintiéndome como toda una madre orgullosa, mientras contemplo a la lindura sentada en la cama. Lleva un par de coletitas, adornadas con listones que combinan con el vestido rosa pálido; en conjunto con unas medias blancas que hacen juego con sus zapatos, de verdad que parece un auténtico querubín. Por desgracia, esta imagen solo durará un tiempo muy corto y luego esta belleza será un desastre que habrá que cambiar de nuevo. Si, la realidad es que los bebés no conservan su aspecto mucho rato y la cantidad de ropa que usan es impresionante. Gracias a Dios por la lavadora. Y no mencionemos los pañales, cosa que me recuerda que debemos empezar con eso de aprender a ir al baño, ya que ha comenzado a dar sus primeros pasos.
Eso es aun mas de cuidado, debo ir detrás de ella y no dejar a su alcance cosas que puedan herirla. Ser madre no es tan sencillo, pero definitivamente, lo vale. Es pronto para decirlo, pero hasta ahora me parece que vamos bastante bien.
―Te ves hermosa. Espera un segundo ―pido, como si de verdad me entendiera, sacando mi teléfono. No quiero perderme este momento. ¡Ah! Porque esa es otra cosa que me ha dado, el convertirme en un paparazi.
Me pregunto si todos los padres hacen esto, tomar fotos de todo lo que hacen sus retoños.
»Ya estoy hablando como tu abuela ―farfullo.
Ella me mira como si estuviera decidiendo que debería hacer, así que antes de que haga pucheros o tire de sus colitas para quitarle el listón, la levanto en brazos y me giro para tomar su pañalera, como toda una señora, y me dirijo a la sala, donde parece estar un poco intensa la gente.
―¡Deja eso! Te vas a arruinar el maquillaje ―Ivonne regaña a Sara que sigue tratando de ajustar uno de los pendientes de Rebeca, ignorando el hecho de que está trabajando en su peinado―. Déjame hacerlo a mí.
―Le dije que yo podía, pero ese broche no se deja.
―Listo, ahora quédate quieta, Sara ―ordena mi amiga con bastante exasperación.
―Lo siento. Estoy nerviosa ―suspira Sara, antes de levantar la mirada notarnos―. Oh… ¡Se ve hermosa! ―exclama mirando a Reb, obviamente eso de Rebequita comenzaba a ponerme de nervios, así que he comenzado a acortar su nombre.
―Lo sé y eso que no es mi mejor traje ―respondo dejando la bolsa en el sillón―. Pero no me quejo. Me veo muy bien.
―Hablaba de la niña.
―Oh, si, también se ve bien. ¿Todo bien por aquí? ―Sara no es la única nerviosa y la expresión de mi madre la delata, eso y que no ha tomado en cuenta mi broma. Me extraña no ver a Ismael por aquí, andan como dos tortolos, aunque eso es bueno. La ha hecho no pensar demasiado en Pancha, de quien cada vez tenemos menos esperanzas aparezca.
―Si, solo que Sara parece querer sabotearse. Ya había terminado con el tocado y le velo, pero se movió ―explica Ivonne, amonestando a mi hermana―. ¿Puedes decirle que todo irá bien?
―Tranquila, Sara. No hay nada de qué preocuparte, estoy aquí, así que es seguro que Matías llegue ―bromeo, pero ninguna parece captar la idea―. Con el único que podría huir es conmigo.
―¡¿Qué?! ―jadea mi hermana.
―¡Peter! ―me grita Rebeca, suerte que estoy lo bastante lejos para que me alcance y que sostengo a la niña.
―Olvídalo. Lo tienes comiendo de tu mano, hermanita, aunque la esperanza es lo ultimo que muere.
―No eres de ayuda. ―Ivonne sacude la cabeza―. Y a todo esto, ¿sabemos quien te entregara? Hemos pensado en todo, menos en eso.
Buena pregunta, también me gustaría saberlo a mí.
Mi madre y Sara intercambian una mirada, así que las miro con sospecha. He supuesto que será Ismael, ya que ahora es el nuevo hombre de la familia.
―No estoy segura si aun quiero que sea Peter ―murmura Sara, lanzándome dagas con la mirada.