¡soy gay!

Capítulo 1

 

―¿Hasta cuándo va a durarte el berrinche? ―cuestiona mirándome por encima de su taza de café, antes de darle un sorbo.

Ruedo los ojos y resoplo mirándola con cansancio. Esta mujer no es como mis hermanas, no carga con la culpa con facilidad. En otras palabras, no puedo chantajearla. Y eso no me divierte.

―¿En serio no piensas perdonarme? ―Podría decirle que no, pero solo conseguiría que continuara con lo mismo, cosa que no quiero. Hoy no, no después de ese pequeño interrogatorio al que Sara y Fran me han sometido esta mañana. No por nada dicen que las mujeres son unas metiches―. No puedes quejarte, tiene buen trasero y disfrutas de la vista.

Bufo fingiendo que no me importa, cosa que puede no sea mentira. Es decir, desde luego que tiene buena retaguardia, pero eso no significa que quiera verlo todos los días moviéndose en mis narices. Eso se llama tortura y masoquista no soy.

La cosa es que hace tres meses, mi queridísima amiga Ivonne, me propuso asociarnos para abrir un cibercafé. Yo me encargaría de la parte técnica y al mismo tiempo podía seguir trabajando en mi software. Por su parte, ella atendería y serviría el café. No hay muchos de esos por aquí y a veces para imprimir es un suplicio, ni hablar del internet. No me pareció mala idea. Ya tenía el lugar, que con ayuda de Matías estaba prácticamente listo. Solo que había un detalle, necesitábamos equipos y entonces mencionó un tercer socio. Dijo que no estaría por aquí y yo no pensé en preguntar su nombre. Imagine que se trataba de un hombre mayor o que se yo. No me pareció importante saber su identidad. Hasta hace dos semanas, cuando lo vi aparecer en la puerta del local, tan campante y como si no hubiera pasado nada.

¡Nada!

Andrés Cabrón Gilipollas Torres. Como lo he nombrado. El mismo tipo que he estado tratando de evitar todo este tiempo, como si fuera la peor de las plagas o pestes. Él era el misterioso socio, que se supone vendría cada venida de obispo y solo recibiría parte de las ganancias del ciber. Con quien se suponía no tendría ningún tipo de trato. Al menos eso creí.

Estuve a punto de hacer una escenita, de esas que solo mi familia sabe armar, pero recordé que se supone me caía bien y que al ser amigo de ella y Matías, era también mío. Al menos eso fue lo que asegure cuando nos presentaron en una fiesta. Negarme habría resultado muy sospechoso, así que no pude hacer nada. Y no me importaría tener que soportarlo, sino hubiera salido con que estaría viniendo constantemente. ¿Para qué demonios viene? Nadie quiere verlo, o sea, yo no.

Ivonne es buena tratando la gente, les encanta a los hombres. ¡¿Y cómo no?! Es guapa y tiene una figura envidiable. No me extraña porque Sara estaba celosa al principio, no es para menos. Todos babean cuando la ven y eso aumenta las ganancias, hay quien viene solo para verla.

Yo me ocupo de los despistados que no tienen idea de cómo usar las computadoras y así aprovecho para ligar con algunos, en especial con los que no le prestan atención a mi socia, obviamente. Salvo por envidiar su esmalte o color de labial. Lo que nos lleva de nuevo a él, no tiene nada que hacer aquí, pero definitivamente tiene derecho, eso no puedo discutirlo por mucho que me moleste. Y vaya que me molesta.

Verlo es recordar mi pequeño desliz.

―Buenos días.

―Hablando del rey de Roma ―mascullo fingiendo que estoy demasiado concentrado en los comandos, como para prestarle atención. Eso casi siempre funciona.

―Hola, Andy ―saluda ella, dirigiéndome una mirada de advertencia. Que ignoro olímpicamente y finjo seguir en lo mío. Sí, soy rencoroso, mucho y es que no es cualquier cosa lo que él me ha hecho.

―Peter ―dice pasando frente a mi puesto, deteniéndose intencionalmente. Pongo mi peor cara y vuelvo a centrar mi atención en las teclas, sin emitir ni pío. La ley de hielo es lo único que puedo hacer, sin ser tan obvio.

Desaparece de mi campo de visión, pero no me rindo a la tentación de verle el trasero, porque seguro que ella está al pendiente de mis movimientos. Y no quiero que compruebe sus palabras. Los escucho hablar, sin prestar demasiada atención. Entiendo que son amigos, lo mismo que con Matías. Lo que me hace pensar que es por eso que Sara ha estado preguntando por él. No creo que le haya dicho, porque aunque sospechan que algo pasó entre los dos, no tienen idea. Y estaría loco para confirmarles las cosas. Lo que más deseo es que esa noche nunca hubiera ocurrido.

Puede que tenga parte de culpa, eso no lo niego. Ciertamente fui detrás de él, encandilándolo hasta que cedió, por desgracia no lo suficiente. Andrés cabrón gilipollas me gustó desde que lo vi, mucho más cuando sentí el apretón firme de su mano, que me hizo pensar en cosas sucias y sabanas; ni hablar de su aspecto varonil que contrastaba con su expresión ingenua. Era perfecto, aunque afirmaran que era heterosexual. Logre llevarlo hasta el cuarto de hotel y meterle un poco de mano. Conseguí ponerlo de rodillas y que usara su boca en mí, pero al final dijo que no podía y se fue dejándome como idiota con los pantalones en los tobillos y la cuenta de la habitación. Ni siquiera termine. Nunca nadie me ha hecho sentir tan ridículo, tan tonto e inexperto, por eso nunca lo voy a perdonar.



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Editado: 08.01.2020

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