Con cada día que pasaba, Alicia sentía más y más la mano rígida de Max Romano agarrando su mundo. Su presencia era inevitable, impregnaba todos los rincones de su vida. Entraba en la oficina sabiendo que Max estaría allí, que estaría observando su trabajo y cada uno de sus movimientos. Pero a pesar de ello, no podía quitarse de encima la sensación de un extraño tirón que la atrapaba cada vez que sus ojos se cruzaban. Era como un imán: la atraía, la capturaba, no le daba la oportunidad de salir.
Alicia sabía que sera peligroso. No podía permitirse el lujo de quedar atrapada en su red, pero cada gesto de él, cada palabra, la hacía olvidar todo. Max Romano no solo era guapo, sino que sera carismático, seguro de sí mismo y atractivo. Era alguien a quien querías querer, a pesar de todos sus lados oscuros.
Todos los días trataba de mantener la distancia, de no sucumbir a su magnetismo. Pero él estaba en todas partes, en sus pensamientos, en sus acciones, en cómo se sentía en su presencia. Incluso cuando estaba cerca de otros colegas, sentía su atención como algo esquivo que la ponía nerviosa y ansiosa al mismo tiempo.
Pero un día, cuando ella se quedó en la oficina más tarde de lo habitual, Max entró en la habitación y todo pareció desaparecer. Él era el que tenía el poder en sus manos, y ella lo sentía con cada célula de su cuerpo. Se acercó a su escritorio con una expresión en su rostro, como si tuviera un plan y ella fuera parte de él.
– Te quedaste hasta tarde en el trabajo -dijo él, de pie frente a su escritorio-. Su voz era suave, pero había una amenaza oculta en ella. —¿Quieres que me dé cuenta de tu diligencia?
Alicia levantó la vista del papeleo que estaba tratando de terminar. Sorprendentemente, no se sintió disgustada. Por el contrario, algo dentro de ella hizo clic y sintió una oleada de energía nerviosa. Siempre estaba ahí, siempre observando, siempre teniendo el control. Y no podía entender si era lo suficientemente fuerte como para resistirlo.
—Solo estoy haciendo mi trabajo, Max —dijo ella, aunque su voz sonaba un poco tensa—. No podía ocultar lo asustada que estaba y al mismo tiempo atraída por su presencia.
Max se acercó aún más, y Alicia sintió que la tensión en el aire aumentaba. Él estaba demasiado cerca, su pecho se elevaba ligeramente por la emoción. Su mirada era fría, pero había una extraña chispa en ella, algo más que una simple evaluación de negocios.
—No puedes simplemente ignorar lo que está pasando entre nosotros —sus palabras no necesitaban respuesta, pero ella sintió que penetraban en su mente.
Ella suspiró y trató de mirar hacia otro lado, pero su presencia era demasiado fuerte. Podía sentir que su corazón latía más rápido, su piel se ponía escalofriante. Era insoportable. Trató de encontrar la fuerza para decirle que no estaba lista para ser parte de su juego, que no iba a ser su juguete. Pero su cuerpo no obedeció.
– Te estás ocultando demasiado de ti misma, Alicia -dijo él, acercándose un poco más, su aliento casi tocando la piel de ella-. "Tienes miedo de que destruya todo lo que has construido. Pero lo que realmente quieres es eso.
Alicia contuvo la respiración. Estas palabras penetraron en ella como un veneno. Tenía razón, ella lo quería, a pesar de su miedo. Quería estar con él, a pesar de todas las advertencias que se daba a sí misma.
—No... —intentó decir, pero no pudo encontrar las palabras—.
Max percibió su confusión. Levantó la comisura de los labios, como si supiera que ella no podía resistirse. Pero su mirada se volvió más firme, como si estuviera decidiendo algo importante para sí mismo.
—Tienes miedo de ser débil, Alicia —su voz era casi suave, pero ella podía sentir el poder en ella—. "Pero no puedes parar. Lo quieres. Tú me quieres.
Sus palabras fueron como un rayo. Alicia sentía que cada palabra penetraba en su alma. Pero no podía darse el lujo de rendirse. Tenía que parar, o de lo contrario lo perdería todo.
—No soy tu juguete, Max —dijo ella con un esfuerzo—. Su voz era tranquila pero firme. "No dejaré que juegues conmigo.
Él la miró, y había un brillo de algo peligroso en sus ojos. Él tenía confianza en sí mismo, y esto le hizo perder la confianza en sus propias habilidades.
—No sabes lo que quieres, Alicia —dijo él, con voz suave pero con un ligero pinchazo—. "Todavía now has descubierto lo que necesitas. Te enseñaré lo que significa ser verdaderamente deseado.
Dio un paso atrás, como si tratara de salir del círculo que él estaba enroscando a su alrededor. Pero Max no se echó atrás. No, le dio la oportunidad de esconderse. Ella se paró frente a él, sintiendo que la tensión entre ellos se volvía cada vez más insoportable. Sintió que el deseo comenzaba a arder en su cuerpo. Y al mismo tiempo, el miedo se encendió en mi interior. El miedo a perderse a sí misma, a convertirse en su propiedad, a formar parte de su juego, que no podía entender.
—No quiero eso, Max —dijo ella, aunque su voz sonaba insegura—. Trató de convencerse a sí misma, pero no fue suficiente.
Max permaneció inmóvil, con los ojos fijos en ella. Él la estudió como un depredador que observa a su presa, y ella no pudo evitar sentirlo. Sabía cómo salirse con la suya. Era demasiado confiado, demasiado fuerte. Y no pudo resistirse.
—No puedes evitarlo, Alicia —susurró, casi suavemente—. "Ya have elegido. Y tendrás que aprender a hacerlo.
Volvió a dar un paso atrás, pero algo en su cuerpo le decía que el juego aún no había terminado. El miedo y el deseo se fundieron en un cóctel invencible, y ella no sabía cómo salir de este laberinto. Lo único que podía hacer era dejar que él dirigiera.
Y así, paso a paso, se sumergió cada vez más en un mundo que no podía comprender, pero que seguía llamándola, a pesar de todas las advertencias de la razón.