Max estaba sentado en su despacho, en su escritorio, mirando unos pocos documentos que le parecían tan insignificantes y vacíos. Todo lo que le interesaba estaba ahora en otro lugar: en su cabeza, en su corazón. No podía pensar en el trabajo, no podía concentrarse. Solo un pensamiento sonaba en su cabeza: Alicia. Ella lo era todo para él. Ella era su luz, su significado. Y ahora se ha ido.
Se levantó, sin pensar que había dejado los papeles sobre la mesa. Sus manos se cerraron en puños y la rabia se elevó dentro de él. No rabia contra ella, sino contra sí misma. Sabía que había cometido un error. Permitió que sus miedos y dudas arruinaran todo lo que podría haber sido. La traicionó, aunque no quisiera. No, la dejó elegir, no le hizo entender que ella podía estar ahí para él, a pesar de todas las dificultades, a pesar de su peligroso mundo.
Max volvió a la ventana, mirando las calles de la ciudad, pero solo había una cosa frente a sus ojos: su rostro, sus ojos, llenos de dolor y duda. La había perdido, y sabía que nunca estaría en paz hasta que la recuperara. No podía vivir sin ella. Ella era suya, y solo suya. Max no estaba dispuesto a dejarla ir, incluso si eso significaba luchar contra el mundo.
Respiraba con dificultad, como si el aire no pudiera penetrar en sus pulmones. Sabía que su mundo era peligroso para ella. Pero ahora estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para recuperarla. Se dio cuenta de que podía arriesgarlo todo por ella. Por el bien de su futuro, por el bien del amor que tenían. Estaba dispuesto a todo. Daría cualquier cosa por traerla de vuelta, por tenerla de nuevo a su lado. Incluso renunciaría a sus principios, a sus reglas, si eso significaba que ella regresaría.
Max volvió al teléfono. Marcó el número, pero no pudo armarse de valor para pulsar el botón de enviar. Sabía que ella no querría escucharlo, que no respondería a sus llamadas, pero no podía detenerse. Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para recuperarla.
¿Qué hice? La pregunta lo carcomía una y otra vez. No podía entender cómo podía estar tan equivocado. Era un hombre que lo controlaba todo, que nunca perdía el control de la situación, pero era impotente ante ella. Ella era su debilidad. Y ahora tenía que arreglar todo lo que había roto.
De repente, Max se levantó y tomó su abrigo. No podía quedarse sentado, tenía que encontrarla. Tenía que devolverlo. No podía dejar que ella saliera de su vida. Ella era suya. Y si eso significaba buscarla por todas partes, entonces estaba dispuesto a hacerlo. Caminó por la oficina, ignorando las miradas de los empleados que sabían lo que estaba pasando entre ellos. Pero ahora no le importaba. No estaba listo para ser la persona que la perdería, y estaba dispuesto a luchar hasta el final.
Cuando Max salió, la lluvia seguía cayendo a cántaros y el aire era frío y húmedo. Cogió el teléfono y volvió a marcar su número. Pero de nuevo hubo un silencio ensordecedor. No sabía dónde estaba, no sabía adónde había ido, pero sabía que no podía quedarse sentado y esperar. Tenía que actuar.
Diferentes opciones pasaron por su mente, pero una era la principal: tenía que encontrarla. Esté donde esté. Tenía que hablar con ella, explicarle que estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por ella. Para que ella entienda que él estaba dispuesto a cambiar su vida por el bien de su futuro juntos.
Max no podía ser débil. Sabía que si ella veía debilidad en él, se iría para siempre. No podía dejarla ir. No podía perderla. Ella era lo único que le daba sentido a su vida. Y no iba a dejar que se le escapara.
Una hora más tarde ya estaba en su casa. Se paró frente a su puerta, su corazón latía tan fuerte que podía escucharlo. No sabía cuál sería su respuesta, pero sabía que no podía irse sin dar este paso.
Max llamó a la puerta y se oyeron pasos en el interior. Su corazón se aceleró cuando ella abrió la puerta. Ella se paró frente a él, con los ojos llenos de la misma desesperación que los suyos. Ella no quería verlo. Él lo sabía. Pero necesitaba que ella lo escuchara. Estaba dispuesto a todo.
"Max, yo... No puedo... —le tembló la voz—.
Se acercó an ella, sin dejarla cerrar la puerta. "No puedes irte. No puedes simplemente desaparecer de mi vida —dijo, mirándola a los ojos—. "No puedo vivir sin ti. No lo entiendes, lo eres todo para mí. Haré cualquier cosa para recuperarte. Estoy dispuesto a cambiarlo todo por nosotros".
Ella lo miró, frunciendo los labios, pero no dijo nada.
"Pido disculpas", continuó. "Me equivoqué. Te mantuve a distancia, no te dije la verdad. Pero estoy listo para mostrarte que eres lo más importante en este mundo. Eres mía. Y no te dejaré ir".
Alicia guardó silencio, con la mirada llena de lucha. Max no pudo soportar la pausa. Él le tendió la mano, pero ella permaneció allí, como dividida entre sentimientos.
—No entiendes cómo me siento —susurró—. "He sido tuya, desde el principio, y seré tuya hasta que estés listo. Eres mía".
Ella se encontró con su mirada, y tal vez había al menos una chispa en sus ojos de lo que una vez habían experimentado juntos. Tal vez era una oportunidad. Pero Max estaba dispuesto a luchar por ella, por su futuro, y sabía que su amor por ella era más fuerte que cualquier cosa que pudiera interponerse en su camino.