sublime frenesi

Desde el inicio

Recuerdos titilando

El rostro masculino se acercaba al suyo, posaba sus tibios labios
sobre los de ella y juguetonamente se los entreabría. Ella no veía su
rostro, pero sentía muy cercana su respiración, mantenía sus ojos
cerrados, luego despertó.
Ahora veía la habitación donde se encontraba y no podía entender de
qué se trataba.
- ¿Qué pasó? ¿Por qué me encuentro en este sitio?
El techo estaba muy elevado y en la cima de la pared, casi pegado al
techo, había una rendija a modo de ventana rectangular, un boquete
muy pequeño y demasiado alto para mirar al exterior. Las paredes
blancas.
-Y por qué tengo tanto sueño todo el tiempo, no siento fuerzas en mi
cuerpo para incorporarme de esta cama.
No era propiamente una cama.
-Siento un torbellino de recuerdos en la cabeza, es como un
bombardeo de ideas cruzando en mi memoria.
- ¿Dónde estoy?
- ¿Cómo vine a parar aquí?
Nuevamente la venció el sueño.
Al despertar sintió sus manos inmovilizadas, estaban atadas en las
muñecas. De pronto entró una persona por una puerta que ella ni
siquiera se había percatado que existiera.
Balbuceando preguntó:
- ¿Quién es?
- ¿Dónde estoy?
Sentía la lengua muy pesada para hablar.
La respuesta fue un silencio absoluto.

La recién llegada desató sus manos y piernas, la incorporó y la ayudó
a salir del aposento para llevarla a un pequeño cuarto de baño; allí le
bajó la ropa interior y la sentó en el sitio donde haría sus necesidades
fisiológicas.
Sentada, se dio cuenta de la cantidad de fluidos saliendo de su
organismo, aunque no había sentido necesidad de expulsarlos hasta
ese momento.
La persona permaneció de pie ante ella sin salir del recinto.
Se sentía muy débil para caminar por sí misma, fue llevada a un salón
y sentada en una silla reclinable.
Le ataron nuevamente las muñecas y tobillos.
La persona salió del lugar y se escuchó el sonido característico de un
megáfono cuando va a empezar a sonar, anunciando que alguien
hablaría por un micrófono.
- ¿Cuál es tu nombre?
-Soy Patricia, Patricia González.
-No, tu nombre es Esmeralda, te llamas Esmeralda.
Patricia se sentía muy extraña, por qué un parlante le aseguraba que
su nombre no era el que ella sabía, y por qué no se hacía presente
para verlo. Era una voz masculina.
Recordó a su padre cuando le decía:
-Si una persona te dice algo en lo que no tiene la razón, si no le haces
oposición, no habrá discusión; mantente serena y no le discutas.
Pero ¿Cómo discutir ante un micrófono y con un parlante como
interlocutor?
Decidió permanecer callada.
- ¿Qué edad tienes?
Patricia pensó:
-Eso no se le pregunta a una dama. Y no respondió nada.

En ese momento la persona que la había llevado a ese salón, entró, le
desató los tobillos y la llevó de nuevo al sitio de reclusión; una vez allí,
la sentó a la mesa, ató sus tobillos y desató sus muñecas. Tenía
servida una comida. Comió con un apetito voraz. No recordaba haber
comido en quien sabe cuánto tiempo.
Vinieron a su memoria las veces que su madre le pedía que comiera y
ella no tenía apetito; sólo quería retirarse de la mesa para continuar
con sus juegos infantiles.
Comió con fruición y al terminar fue llevada nuevamente al lavabo,
luego atada y acostada en la habitación.
Sintió nuevamente la pesadez, se durmió profundamente y ya no pudo
pensar en más nada.
No entendía por qué, si físicamente era más desfavorecido que ella,
se mofaba de sus características fisonómicas.
Cada vez que se burlaba, se imaginaba que unas uñas se hundían en
sus sesos. Pero de inmediato se decía: No puedo ser una peor
persona que él, Dios mío, aparta estos malos pensamientos de mí.
No supo cuánto tiempo había transcurrido con la misma rutina, pero se
preguntaba en sus momentos de lucidez cuál sería el objetivo de estos
procedimientos.
Ya las sustancias que la mantenían sedada, estaban llegando a tener
el efecto meseta en su organismo, pero decidió seguir aparentando
que todo estaba igual que al principio.
En una sesión del salón del micrófono cuando le preguntaron su
nombre, recordó las palabras de su padre y respondió:
-Esmeralda, me llamo Esmeralda.
A partir de ese momento notó el cambio inmediato.
De regreso a la habitación donde estaba recluida, iba pensando por el
pasillo que le trasladaban sin atarle las manos. Al entrar vio una muda
de ropa encima de lo que fungía de cama.

Remembranzas del pasado.

-Marisela, por Facebook vi una oferta de empleo; le pagan a una hasta
el pasaje.
¿Por qué no lo intentamos?
Total, aquí no hay servicio de agua potable en las tuberías, cada vez
son menos las veces que tenemos electricidad; no hay un sistema de
suministro de gas cotidiano; para que las personas abastezcan los
tanques de sus vehículos con combustible, tienen que pernoctar en
una cola durante varios días con el riesgo que esto conlleva en cuanto
a la inseguridad; los sueldos de las personas que tienen un empleo
formal son bajísimos; los precios de adquisición de bienes y los pocos
servicios que se logran conseguir son muy elevados. Y no se
vislumbra en el horizonte una salida para mejorar estas condiciones de
vida. Somos unos jóvenes que no tenemos futuro en nuestra propia
tierra.
En otro país hay más chance, hasta podemos enviarles dinero a
nuestros viejos, que al cambio sería suficiente para cubrir sus
requerimientos, para que no pasen tantas penurias como hasta ahora
lo han estado haciendo.
-Pero se quedarían solos, sin nadie presencial que vea por ellos para
atenderlos.
Las palabras de su madre resonaban en sus oídos:
-Este es un país de viejos, todos los jóvenes se han estado
marchando; solamente quedamos los ancianos, la juventud no está.
Se cambió de ropa, mientras se preguntaba: “Dónde estará Marisela?
¿En qué momento nos separaron?”
Su cabeza aún se sentía confundida a pesar de que ya no le estaban
suministrando el dopaje desde que aceptó ser otra persona en el salón
del micrófono. Admitió que su nombre era Esmeralda.
Tenía que saber si Marisela estaba recluida en ese mismo lugar o si
había escapado de este destino donde ella se encontraba.
Cuando decidieron salir de su país, había una situación de
precariedad extrema; el nivel de pobreza crítica había subido




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