Alma ya había elegido el lugar donde colocaría al canario. Decidió colocar la jaula pegada a la pared, al fondo de la casa, en el patio de servicio. Un pequeño patio donde se encontraba un pequeño jardín, con un ocote recargado en la pared del fondo, un lavadero y un tendedero atravesado.
Alma le daba de comer semillas al canario subiéndose a una silla para hacerlo. Rita cargaba un canasto de mimbre repleto con ropa sucia, acercándose al lavadero donde lo dejó y empezó a escoger la ropa mientras miraba a Alma entretenida dándole de comer a su canario.
--Ya decidí como llamarlo—comentaba Alma.
--¿A sí? ¿Y cómo lo vas a llamar?
--Mimoso.
--¿Mimoso? —repetía Rita con una sonrisa burlona--¿Qué es un mimoso?
--Una mimosa es una flor de color amarillo, pequeña y brillante—explicaba Alma—Así como mi canario—decía mientras mantenía a Mimoso en la palma de su mano.
--Nunca he visto una—admitió Rita.
--Yo solo las he visto en libros.
Alma cumplió su palabra y cuidaba a Mimoso como le había prometido a su mamá. Todas las mañanas le cambiaba el agua. Le daba de comer sobre todo alpiste, negrillo y avena. Ocasionalmente también le daba de comer una que otra verdura como lechuga, zanahoria y espinaca. Rita fue la que le ayudo a cuidarlo, así como a darle recomendaciones para alimentarlo bien. A veces, Alma pasaba tardes enteras de pie en la silla, mirando a su canario cantando y bailando. Silbaba tratando de enseñarle melodías a Mimoso. En ocasiones lo sacaba de la jaula para llevarlo a pasear en su mano por la toda la casa. Un día decidió abrir la jaula y dejarlo salir. Alma estaba convencida de que, aunque volara lejos siempre volvía a ella. Rita se encontraba en el patio de servicio, cuando Alma dejo salir muy confiada a Mimoso quien emprendió el vuelo perdiéndose entre las ramas del ocote. Por un momento Rita se preocupó pensado que Mimoso ya no volvería, pero a Alma no se le apagaba ese brillo en los ojos producto de la fe en que Mimoso siempre volvía. Después de un par de horas esperando su regreso, Alma empezó a sentirse preocupada. Ya había pasado todo el día, sentada a un lado del ocote y Mimoso aún no llegaba. Rita se acercaba preocupada para tratar de consolarla, convencida de que el canario había volado muy lejos y que este ya no volvería. Trato de consolarla diciéndole que Mimoso se había perdido o que se había encontrado a una novia. Alma lloraba e intentaba convencerse a sí misma de lo dicho por Rita. Cuando de repente y sorpresivamente, Mimoso regreso, haciendo que la felicidad regresara al rostro de Alma confirmando que el canarito siempre volvía a ella.
Aunque Leonora se mostraba apática respecto a Mimoso no podía evitar verlo dentro de su jaula, provocándole dulzura y ternura. Inclusive cuando Alma no estaba en casa porque se había ido a la escuela, Leonora se quedaba en el patio bordando o leyendo mientras escuchaba su dulce canto, que para sorpresa de ella misma siempre le tranquilizaba. También lo alimentaba e inclusive había veces que lo sacaba de su jaula para acariciarlo. Aunque nunca lo admitió no negaba que también se había encariñado con Mimoso. Con el tiempo y sin darse cuenta ya le había ganado afecto y sabía que, si algún día le sucedía algo malo, ella al igual que su hija lo lamentaría mucho.