Alma despertó llorando y dando de gritos. Los mismos que despertaron a Leonora. Cuando abrió la puerta de la alcoba de Alma, la encontró llorando mientras se sujetaba ambas piernas, acurrucada contra la cabecera de la cama. Leonora corrió y se subió a la cama, después la abrazo. Trataba de darle consuelo, pero Alma no dejaba de llorar, dando enormes gritos de horror. Al no poderla calmar, Leonora hizo un esfuerzo y la cargo para llevársela a dormir a su alcoba.
Al amanecer Leonora estaba asomándose al interior de su alcoba, asegurándose de que Alma continuara dormida. Rita se acercó preguntándole por ella. Leonora le hizo una señala para que bajara la voz. Rita intentaba asomarse a la habitación para ver a la niña, pero Leonora se lo impidió cerrándole la puerta en la cara. Ambas bajaban para continuar con la plática en la cocina. Así Alma no las escucharía y podrían platicar sin discreciones.
Estando en la cocina Leonora caminaba de un lado a otro, moviendo los brazos y hablando con su voz entrecortada. La preocupación se le había vuelto en una histeria que no podía controlar.
--Ya no sé qué hacer, Rita. Alma otra vez está teniendo pesadillas—decía Leonora mientras se acercaba a sentarse a la mesa.
Permanecieron calladas unos instantes. Rita esperaba a que su patrona se tranquilizara. Leonora se lamentaba llevándose su mano a cubrirse la frente mientras que con la otra sostenía un pañuelo el cual se llevaba de vez en vez para limpiarse las lágrimas y sonarse la nariz. Cuando Leonora dejo de afligirse Rita intento darle una sugerencia.
--Sabe, señora yo conozco un remedio que…
--¡No! ¡No quiero que me des tus remedios de…brujos!
--Pero señora…
--¡Ya te dije que no!
Leonora le aclaro a Rita que ella no quería saber nada sobre los remedios caseros que supuestamente le habían enseñado sus abuelos. Rita tenía terminantemente prohibido tan solo hablar o hacer referencia hacía las crecías de sus antepasados indígenas. Leonora creía que eran cosas peligrosas y más que eso que eran actos paganos propiciados por seguidores a satanás. Desde hace mucho tiempo Rita había decidido no mencionar nada sobre sus creencias. Ya que en otra ocasión había tenido diferencia con su patrona y como buena empleada que era decidido permanecer reservada y le prometió a la señora no volver a tocar el tema, pero en aquella ocasión vio tan desesperada a la patrona que rompió el juramento con la intención de ayudarla, pero Leonora la obligo a desistir de su intento asegurándole que nunca entregaría sus votos religiosos a cambió de remedios paganos. Fue cuando Rita acato las ordenes de su señora no volviendo a mencionarlo. Leonora por su parte paso varios minutos pensando en otras opciones. Había que encontrar una solución al problema de sueño de Alma el cual no solo le estaba afectado a su hija, sino también a ella, pues pasaba noches sin poder dormir debido a los lloriqueos y gritos de Alma. Estaba inmersa en sus pensamientos. Muchas alternativas llegaban a su cabeza, pero ninguna buena. Pensaba una y mil formas para ayudar a su hija, pero ninguna era concluyente. Mientras caminaba por la cocina de un lado a otro y se sentaba de regreso a la mesa para poner su cabeza sobre sus brazos recargados fue cuando una idea como la chispa que encendía la estufa de su cocina le llego a la mente. Era una idea que no le agradaba para nada, pero era la única menos complicada que se le había presentado. Aunque le disgustaba mucho decidió doblegar su orgullo y su vanidad. Ella sabía que, había una persona que le podía ayudar la cual tenía los medios, las influencias y la posición necesaria, aunque este fuera un cerdo y canalla en todo el sentido de las palabras.