Sueño De Una Luna De Estambre

13

El coronel Juan Duarte entraba a su oficina llevando consigo una carpeta, acompañado de un par de escoltas. En la recepción a su oficina ya se encontraba Leonora esperándolo sentada en una silla al lado del secretario. El coronel entraba y todos los oficiales presentes se ponían de pie para saludarlo. Por su parte Leonora se puso de pie, pero no así lo saludo.  El coronel Juan Duarte de inmediato se acercó a saludarla, besándole la mano. Después le pregunto la razón de su visita la cual lo tenía muy sorprendido y desprovisto. Leonora le dijo que solo hablaría con él en privado. El coronel le pidió que esperara un poco argumentando que primero tenía que leer y archivar los documentos que traía consigo. Leonora le hizo notar su urgencia, pero este disintió asegurándole que no tardaría. Leonora acepto y regreso a sentarse a esperarlo en la recepción. El coronel Juan Duarte por su parte entro a su oficina; y lo único que no hizo fue revisar los documentos, los cuales guardo de inmediato en un cajón de su escritorio sin siquiera hojearlos; en vez de eso saco un frasco con colonia barata que guardaba en otro cajón. Se perfumo el cogote y el pecho pues no perdía la oportunidad cuando una mujer como Leonora se presentaba, así como así en su oficina. Era un hombre que presumía ser un gran seductor. Según él ninguna mujer se escapaba a sus encantos. Presumía entre sus subordinados y amigos cercanos de que no había mujer que se le negara. Tal vez no era cierto del todo, pero de lo que no cabía duda es que era un hombre desagradable, que hacía abuso de sus facultadas y sobre todo de su posición para conquistar mujeres. Era un cliente recurrente de burdeles y bares de mala muerte. Le gustaba fumar puros finos y licor de importación, pero no tenía mayor vicio que las mujeres. Algunos habitantes de Santa Inés que lo conocían más de cerca sabían que tenía esposa, mucho más joven que él con la que tenía seis hijos, cuatro niñas y dos varones. Aunque en el pueblo entre rumores se aseguraba que tenía dos mujeres y doce hijos, otros decían que tenía tres mujeres y quince hijos y entre malas lenguas en realidad jamás se supo cuántas mujeres y cuantos hijos tenía. Aunque los rumores fueran ciertos él admitía y reconocía a una sola mujer como el amor de su vida: “Conchita” como el solía llamarla. Cuando supo que Leonora venía a verlo, pensó que podría sacar provecho de la circunstancia. Así que se perfumo, se arregló el cuello de su camisola, se echó el cabello para atrás o por lo menos el poco que le quedaba y revisándose el aliento se acercó a la puerta de su oficina. Abrió y saco la cabeza hacia afuera invitando a pasar a Leonora quién entro con paso firme, cruzándose frente a él. El coronel Juan Duarte por su parte, no dejaba de seguirla con la vista, pues, aunque era una mujer casada y con una hija conservaba ese aire fresco juvenil. Su porte elegante y refinado característico de una mujer de la alta sociedad. Su talle esbelto el cual a pesar de los años aún conservaba una figura vistosa la cual se remarcaba con los vestidos de caderas anchas que siempre vestía. Leonora era una mujer de tez blanquecina, al grado de ser pálida. Sus ojos y sus cabellos eran castaños claros los cuales descendían por su espalda hasta llegar a su cintura. El coronel Juan Duarte hacía lo posible por disimular su fervor al contemplar a la hermosa mujer. Guío a Leonora hasta llevarla a la silla frente a su escritorio donde la invito a que tomara asiento. El coronel Duarte disuadió a Leonora para que le explicara sin rodeos la razón de su repentina visita. Leonora con apremio pregunto por su esposo Gabriel Ríos y le explico que este, desde que se había marchado no había enviado ninguna carta y por ende se especulaba que algo malo le había pasado. El coronel Juan Duarte, ponía toda su atención sobre Leonora y hasta por un momento se mostró comprensivo y cooperativo con ella sin embargo su actitud se tornó esquiva al escuchar el enorme amor que Leonora sentía por su esposo. El coronel se ponía de pie y caminaba por toda su oficina con las manos en la espalda, escuchando a la mujer que empezaba a hablar con la voz entrecortada. Caminaba lentamente con una actitud muy reflexiva. Finalmente, se quedó de pie un instante frente al ventanal de su oficina el cual daba directamente a la calle principal de Santa Inés. Leonora seguía hablando sobre lo preocupada y angustiada que se sentía. Aunque el coronel Juan Duarte la escuchaba en su mente no pensaba más que en aprovecharse del estado anímico de la pobre Leonora quien rompió en llanto al sentirse desvalida e impotente.

--¡No sé si este vivo o esté muerto! —exclamaba Leonora muy acongojada limpiándose las lágrimas con un pañuelo que siempre portaba dentro de su bolso—Quería saber si usted sabe algo de él.

Fue cuando el coronel Juan Duarte se dio la media vuelta y se acercó a ella con una postura desdeñosa y altiva diciéndole que él no podía hacer nada. Leonora se estremeció y sin importarle que aquel hombre desagradable y malicioso la viera, empezó a llorar. Él se paró detrás de ella para tomarla de los hombros y así tratar de calmarla argumentando que él tampoco tenía el poder ni los medios para hacer algo. Esto en lugar de tranquilizar a Leonora la exaspero aún más haciendo que se levantara de la silla, dando un brinco y parándose frente al coronel Juan Duarte.

--¡Usted debe hacer algo! —le gritaba Leonora con lágrimas en los ojos—A mi esposo me lo quito el ejército y yo sé que usted puede traerlo de vuelta.  

El coronel Juan Duarte miraba fijamente a Leonora con su expresión fría y apática. Por un momento en el interior de aquel frío y arrogante coronel vestido de militar con la camisola estampada con docenas de condecoraciones nació un sentimiento de compasión. Le pidió a Leonora que volviera a sentarse lo cual hizo sin dejar de llorar. El coronel Duarte caminaba de regreso a su silla, tocándose el mentón y enrollándose su tupido bigote. Permaneció unos segundos mirando hacía el techo. Leonora no dejaba de verlo mientras se limpiaba las lágrimas con el pañuelo; fue cuando el coronel, finalmente decidió hacer un acto de bondad. Quizás el primero que hacía en toda su vida.



#8219 en Fantasía
#1816 en Magia

En el texto hay: drama, magia, romance amor

Editado: 31.08.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.