Dos soldados llegaban cabalgando a la casa de la señora Leonora. Uno de ellos era el coronel Juan Duarte mientras que el otro era su sobrino. Bajaban de los caballos y se acercaban a tocar la puerta. Permanecieron unos cuantos segundos esperando a que les abrieran. Rita entreabrió la puerta, pues era de su costumbre entreabrirla y asomarse antes de dejar pasar a los visitantes. El coronel Juan Duarte con su actitud impulsiva se posó muy cerca de Rita, poniendo su mano sobre la puerta para intentar hacerla a un lado, pero Rita la sostenía con firmeza. El coronel Juan Duarte tomo su actitud airosa, sonriendo de manera coqueta para disuadirla, después le hizo notar lo guapa que era haciendo que se sonrojara. Por su parte su joven sobrino, un fuerte y gallardo soldado los miraba con disimulo tratando de no sentirse apenado por el comportamiento su tío. El coronel Juan Duarte le pregunto a Rita si los dejaría pasar argumentado que la señora Leonora ya los esperaba, aunque en realidad no era cierto. Rita estaba titubeante pues se sentía un tanto amedrentada ante los dos hombres vestidos en uniforme militar; fue cuando Leonora desde adentro de la casa se acercó preguntándole quien era; fue hasta ese momento en que abrió la puerta por completo para que su patrona saliera a recibir a ambos soldados quienes la sorprendieron con su inesperada visita. Ella y el coronel Juan Duarte se saludaron cordialmente. Después de esto los invito a pasar. Durante el camino por el zaguán al patio el coronel Juan Duarte aprovecho para presentarle a Jamie a Leonora. Jaime la saludo cordialmente haciendo que se llevara una buena primera impresión de él.
Alma estaba en el patio de servicio, dándole de comer a Mimoso cuando escucho el portón azotándose, después escucho la voz ronca y estruendosa del coronel Juan Duarte intercambiando algunas palabras con su mamá. La curiosidad la hizo salir del patio del servicio olvidando cerrar la puertita de la jaula de Mimoso.
Cuando Alma salió del patio del servicio al patio principal, de inmediato vio a su madre y a Rita acompañadas de los dos soldados. Caminaban mirando la casa desde el zaguán pues el coronel Juan Duarte como el entrometido que era no dejaba de hacer preguntas sobre la construcción, su época y la historia de la antigua casa. Leonora como buena anfitriona que era, respondía a todas sus preguntas dándoles a una pequeña exhibición de entrada. Después, les indico el lugar de la fuente la cual se encontraba en el centro del patio a donde, tanto los soldados como ella y Rita bajaban la mirada para encontrarse con Alma quien ya los esperaba y los vigilaba desde lejos. Leonora se alegró de verla ahí pues era el momento propicio para presentarle a los dos soldados. De inmediato se acercaron emocionados para conocer a la pequeña hija de la señora Leonora. Por su parte, Alma permanecía de pie, con sus manitas cruzadas, mirándolos fijamente. Por un momento, pensó que tal vez aquellos soldados venían acompañados de su padre. Después pensó que tal vez lo venían a buscar. Finalmente pensó que aquellos hombres quizás traían noticias de Gabriel. Todos se acercaron a pararse frente ella. Estaban sonrientes al ver a esa tierna y dulce pequeña, de piel acanelada, de ojitos negros y brillantes, de cabello lacio azul negro, vestida con un vestido blanco hasta los tobillos con zapatitos negros, y una diadema blanca que hacía que su cabello luciera más brillante. Aunque la niña lucía tierna y dulce en el fondo tenía tantos sentimientos encontrados, pues por una parte sentía curiosidad e incertidumbre y por otra se sentía asustada y ansiosa al ver que todos posaban sus ojos sobre ella convirtiéndose en el centro de atención. Leonora le presentaba al coronel Juan Duarte quien la saludo como a una mujer hecha y derecha, de la alta sociedad, inclinándose y besándole la mano le dijo: “Es un placer madame” Era la primera vez que un hombre la saludaba, pero esto no evito que le contestara con cortesía y educación.
--El placer es mío coronel—le contestaba Alma con aire de mujer madura.
El coronel Juan Duarte río a carcajadas al ser testigo de tan educado y cordial recibimiento. Como solía suceder no vacilo en hacer notar lo crecida que Alma estaba. “¡Como ha crecido!” “¡Es toda una señorita!” exclamaba el coronel Juan Duarte. También hizo notar su belleza aún infantil y su porte y postura elegante y refinada que como de costumbre Leonora contesto dándole las gracias y haciendo una ligera reverencia. Mientras todo esto sucedía, detrás del coronel Juan Duarte estaba aquel joven sobrino suyo, mirando por encima del hombro del coronel a aquella tímida chiquilla. Jamie era un adolescente en plena pubertad, con las hormonas a todos sus niveles, con su cuerpo delgado hasta cierto punto escuálido, alto, de tez morena, de cabello rizado y negro, con un pequeño y ligero bigote de puberto, con unos ojos negros penetrantes los cuales destellaban al mirar a esa hermosa niña a quién contemplaba como a un ángel caído del cielo. Por su parte, Alma apenas y había notado la presencia de Jaime, pues estaba muy concentrada en la figura de aquel vetusto y repulsivo hombre que no dejaba de tocarla. El coronel Juan Duarte se hizo a un lado por un momento, el suficiente para que Alma al fin pudiera posar su mirada sobre Jaime. Ambos sostuvieron sus miradas. Jaime estaba completamente desorbitado, por su parte Alma lo miraba intrigada sintiendo sus ojos negros penetrantes fijos sobre ella. Rita salía de la cocina para anunciarles que el café ya estaba listo. Leonora le agradeció diciéndole que irían para allá. Rita se retiró regresando a la cocina y Leonora hizo un movimiento para voltear y a acercarse a Jaime quien dio un ligero paso para acercarse a saludar a Alma, pero el coronel Juan Duarte, imponiéndole su autoridad evito que Jaime se acercara a saludarla empujándolo del pecho y obligándolo a que se diera la vuelta. Leonora notó esto, pero no le dio importancia e invito a ambos soldados a que pasaran a su sala de estar. Los soldados se adelantaban. Leonora volteaba para dar un último vistazo a su hija quien se quedaba con la misma postura de manos cruzadas.