Querida hija. Te pido perdón por no haberte escrito antes, pero he recibido órdenes de mi comandante de movilizarnos con dirección al norte, cabalgamos días y noches enteras y no encontraba el momento idóneo para escribirte, pues el enemigo nos acorralo y nos persiguió durante varios días. Después nos atrincheramos en un cuartel donde estuvimos varias semanas refugiados, en las cuales aproveche para escribirte esta carta, sin embargo, nuestros enemigos nos encontraron y nos emboscaron, pero logramos contener el ataque y vencerlos. Ahora se nos han dado órdenes de dirigirnos al sur. Vamos en una nueva misión, esta vez para reforzar las tropas que se encuentran en batalla.
Espero que estes bien, tú y tu mamá. Yo estoy bien, solo con las enormes ansias de volver a verte a ti a tu madre. Tengo tantas ganas de ver cuanto has crecido. Seguramente ya eres toda una mujer. Te envío besos y abrazos. Prometo escribirte y espero verte pronto.
Te ama, tu padre.
Escribía Leonora sobre una hoja amarillenta y desgastada que tenía guardada en un cajón donde guardaba más cartas. Había escrito la carta haciendo lo posible por imitar la letra de Gabriel la cual copeaba de otras cartas las cuales eran de su época de juventud cuando ella y Gabriel eran novios. Terminaba de escribirla y la metía en un sobre en el que escribió el destinatario y el remitente a nombre de Gabriel. Sello la carta, asegurándose que se viera lo más convincente posible. Mientras lo hacía no dejaba de sentirse mal. Pensaba que era ruin engañar de esa manera a su hija. Pero era un engaña que le haría bien. ¿Realmente le hará bien? Se preguntaba Leonora sosteniendo la carta en su mano pensando si sería lo correcto. Le daba vueltas al asunto. Pensaba en las opciones, si le daba la carta a Alma convenciéndola que era de su padre la niña se calmaría. ¿Pero por cuánto tiempo? Si se daba cuenta. Tendría que darle una explicación y quedaría como una canalla ante su hija. Si no se la daba tendría que soportar verla llorando día y noche. Preguntándole por su padre. Vagando por el patio y los pasillos de la casa sin poder dormir. Al mismo tiempo que ella también sufriría el no poder dormir y el soportar la impotencia de no poder protegerla. ¡No me importa! ¡Prefiero que piense que soy una mala madre y que se entere que le metí a seguirla viendo sufrir! Pensaba Leonora con determinación.
Entraba a la alcoba de Alma, cuando lo hizo la vio acostada en su cama, llorando abrazada de Rosita, pues seguía llorando por la partida de Mimoso. Leonora se sintió terrible al verla en tal estado, pero esto la animo aún más para entregarle la carta.
--Hija, tengo algo que te puede animar.
--¿Qué cosa? —preguntaba Alma, limpiándose las lágrimas y los mocos con el antebrazo.
--¡Una carta de tu papá!
--¿De mi papá? —decía Alma, girándose rápidamente para ver de frente a su mamá. Pues no lo podía creer. Era algo que no se esperaba.
--¿Por qué no la has abierto? —esta pregunto de Alma tomo por sorpresa a Leonora, pues lo más lógico era que al recibir la carta fuera la primera en abrirla y leerla.
--Quería que la leyeras tú. Has estado tan preocupada por tu papá que pensé que te gustaría leerla primero—decía Leonora logrando persuadir a Alma y entregándole la carta. Permanecía en silencio viendo la carta. Estaba tan atónita que no sabía qué hacer con ella.
--¿No la piensas abrir? —le preguntaba Leonora.
Fue cuando Alma arranco el sobre. La leyó llorando y dibujándosele una sonrisa enternecedora que Leonora miraba sabiendo que había hecho lo correcto pues ella también sonrió al ver a su hija sonreír. Alma terminaba de leerla. Se la pega al pecho mientras mantenía los ojos cerrados. Después la bajaba, así como su mirada.
--¿Estas bien? —le preguntaba Leonora.
--Si… ¡Mi papá está vivo, mamá! —gritaba Alma, muy emocionada.
--¿De veras? —Leonora contestaba fingiendo sorpresa—¡A ver déjame verla! —esto lo hacía para verse más convincente. Se la arrebataba y leía su propia carta fingiendo alegría y sorpresa. Abría y cerraba los ojos mientras se llevaba la mano a la boca pues actuaba fingiendo que tenía ganas de llorar. La actuación de Leonora fue tan buena que logro convencer a Alma de sentirse consternada tras leer la carta que Gabriel había escrito. Hasta un actor de teatro admiraría la actuación de Leonora en ese momento pues de alguna manera el ser sabedora del engaño que le estaba haciendo a su hija la hacía sentirse culpable, haciéndola llorar de verdad. Esto provoco un sentimiento de conmiseración en Alma que decidió darle un fuerte abrazo. Esta vez Leonora de inmediato sintió algo diferente en ella pues el abrazo que recibía de su parte era fuerte y caluroso. No como los anteriores donde siempre estaba endeble y triste. No. Esta vez Alma recuperaba esa fuerza, ese calor, esa alegría que se había perdido desde que su papá se había marchado. Irónicamente, ahora era ella la que se sentía endeble y decaída. Pues la culpa estaba comenzando a caerle como una roca sobre los hombros.