Como habían acordado Alma y Maxwell fueron al lago, acompañados de la indeseable presencia de Salvador el cual se mantenía lejos a un lado del coche, pero observándolos de cerca. Estuvieron ese día a la orilla del lago haciendo un pic-nic. Hablaban y comían mirando el paisaje verdi-azul de la laguna producto del reflejo de las montañas que la rodeaban mezclándose con el azul del cielo. Miraban a las garzas volando a lo lejos y deslizándose sobre el agua. A Maxwell se le ocurrió una idea para deshacerse de Salvador. Recogieron las cosas del pic-nic y le pidieron que si podía guardarlas en el coche. Al distraerlo emprendieron la carrera por la orilla del lago. Salvador se percató de que se iban corriendo y comenzó a corretearlos. Alma y Maxwell corrían agarrados de la mano a la orilla del lago sin importarles que se llenaran de lodo las zapatillas y el vestido en el caso de Alma y los dobleces del pantalón, los calcetines y los zapatos en el caso de Maxwell. Salvador los seguía sin importarle meterse al agua. Alma y Maxwell se acercaron a una barca abandonada. La empujaron entre los dos y cuando entro al agua Alma dio un brinco para subir a ella. Maxwell seguía empujando la barca con Alma arriba hasta que al agua se volvió tan profunda que le llego a la cintura y con la ayuda de Alma subió junto con ella. Aunque la barca ya se deslizaba por sí solo en el agua Salvador aun así intento alcanzarlos, pero tropezó gracias al lodo y cayó en el agua empampándose por completo. Alma y Maxwell lo veían y rompieron a reír. Maxwell remaba, dejando de reírse después de contemplar a Alma carcajeándose y mostrándole ese largo y delgado cuello, esos dientes brillantes y el sonido de su risa fina y delicada. Alma se daba cuenta que Maxwell la miraba, se ruborizo y regreso a su postura habitual. Maxwell remo sin dejar de verla, aunque a sus espaldas estaba probablemente el paisaje más hermoso que se podía tener, no dejaba de verla ni un instante. Alma por su parte no dejaba de ver a los patos que los rodeaban, a las garzas volando y el sol posándose sobre el reflejo del agua. El sol se ocultaba, los grillos y las ranas empezaban cantar; fue cuando decidieron volver y Maxwell remando llevo de regreso a Alma a la orilla.
Llegando a casa Leonora vio entrar a su hija mojada y con las enaguas llenas de lodo, por un momento se preocupó, pero después de verla tan sonriente y contenta a pesar de estar mojada supo que no había de que preocuparse. Alma se acercó a darle un beso y la mando a darse un baño, seguida de ella entro Salvador todo lleno de lodo provocando la risa a carcajadas de Leonora quien le pedía disculpas, después le llamo a Rita para limpiarlo quien al verlo también empezó a reír.
Durante toda una semana, después de que Alma salía de la escuela, Maxwell se daba un tiempo libre del trabajo pidiéndole permiso a su papá quien accedía al saber que iría a ver a la señorita Alma, salían juntos principalmente al centro de Santa Inés donde fueron a la iglesia y se detuvieron para ver los murales pintados en la cúpula, los cuales Alma le explicó a Maxwell mostrándole las tonalidades y las líneas de expresión del artista lo que lo dejaba anonadado ya que aunque era un conocedor del arte europeo no contaba con los conocimientos de técnica y teoría con los que Alma si contaba. Daban largas caminatas por todo Santa Inés. Después descasaban en el parque donde comían helado. También iban a los cafés donde se la pasaban hablando durante horas. Regresaron a lago solo un par de veces más donde al igual que la primera vez se quedaban comiendo a la orilla, para después subir a una barca y adentrarse al agua donde Alma llevaba un poco de pan para darle de comer a los patos.