Sueño De Una Luna De Estambre

29

Ese mismo día Maxwell y Alma comían en un restaurante, fino, el único en todo Santa Inés el cual era frecuentado por empresarios, políticos, aristócratas y militares de alto rango. Maxwell fumaba un puro y discutía con otro hombre que se le había acercado a saludarlo, sobre las ideas de los periodistas e intelectuales que estaban en contra del régimen del presidente. Mientras Maxwell hablaba con aquel impertinente hombre, Alma se mantenía abrumada pensado en mil cosas que no dejaban de pasarle por su cabeza. Pero entre los pensamientos que más la abrumaban era el de Jaime. No lograba explicarse como las palabras de aquel soldado lograron hacerla estremecerse. La hizo sentir algo que nunca había sentido. Maxwell le hablaba, pero estaba tan perdida en si misma que la voz de él sonaba como un eco vacío en el aire. Tras escuchar su nombre varias veces saliendo de los labios de Maxwell Alma al fin salió del trance en el que estaba y pidiéndole disculpas le pregunto qué sucedía. Maxwell noto su extraño comportamiento, particularmente ese día y le pregunto si se sentía bien. Alma le dijo que si, tocándose la frente con la mano, haciendo más evidente el malestar por el que estaba pasando. Maxwell aún la veía desconcertado y para quitarse las dudas de encima, Alma culpo a Leonora de su malestar, diciendo que tuvo una discusión con ella en la mañana. Maxwell acepto su explicación diciéndole que tenía una noticia que seguramente la pondría de mejor humor. Alma se desconcertó, sintiendo como la invadía la intriga. Maxwell se puso de pie, le tomo la mano y se colocó de rodillas frente a ella. Alma no lo podía creer. Se llevo su otra mano para cubrirse la boca tratando de ocultar su asombro.

--Alma… ¿Quieres casarte conmigo? —decía Maxwell sintiéndose muy nervioso y asustado. Sentía como las rodillas le temblaban, no solo por estar en el suelo sino por la incertidumbre.

Alma sentía un mareo y un sonido agudo que transitaba por su cabeza, sentía que el tiempo se había detenido hasta ese momento, toda su vida se le venía encima, su madre, su padre, Jaime. ¿Jaime?, pensaba Alma. ¿Cómo puedo pensar en él ahora? ¿Qué debo decir? Se quedó en silencio, no sabía cuánto tiempo había transcurrido, pero veía a Maxwell impacientándose, sintiendo como sus manos le temblaban sujetando la suya, con sus ojos desesperados, sus labios secos y su frente sudorosa. De pronto pensó en su mamá, en su nombre, en su posición social, en su futuro, pero lo que nunca, ni siquiera por una fracción de segundo le paso por la mente fue la palabra “Amor” Entonces sintiendo la opresión de las manos de Maxwell, de sus ojos, de los presentes del restaurante, de su madre que sentía que le hablaba a pesar de que no estaba ahí, de sus conocidos y de todo el mundo. De manera más maquinal que voluntaria dijo; “Si”

--Si, Maxwell…Acepto casarme contigo.

Maxwell se levantó dando de brincos y gritos de alegría, su festejo era tan ridículo que llamaba la atención de todo el restaurante. Pidió una botella de champaña para celebrar. Rebozaba en alegría, pero no así Alma quién se quedaba sentada, viéndolo y sintiéndose apenada. Solo se puso de pie, con una sonrisa fingida. Maxwell se acercó para darle un beso en la boca, pero Alma hizo un gesto de rechazo girando ligeramente su cuello para que el beso terminara en su mejilla. La alegría de Maxwell le impidió notar este gesto y solo se concentró en la botella de champaña que un mesero le llevo. Maxwell la destapo lanzando el corcho por los aires con sus pulgares logrando que la champaña espumara. Se sirvió una copa para él y otra copa para Alma. Brindaron por su compromiso. Aunque Alma lo hacía sin sentirse muy feliz.



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En el texto hay: drama, magia, romance amor

Editado: 31.08.2022

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