Sueño De Una Luna De Estambre

36

En el burdel “El Puente” solían reunirse, los federales y alguno que otro aristócrata en busca de un poco de vino, mujeres y diversión. Esa noche había una algarabía, repleto de soldados que cantaban, bebían y bailaba con cortesanas. De pronto entro el capitán Lorenzo García azotando las puertas, acompañado de varios soldados, quienes se quedaban de pie en el umbral de la puerta viendo el alboroto de soldados, alcohol, música y prostitutas. El capitán Lorenzo García entro junto con sus hombres, dio de palmadas y gritos diciendo que la fiesta ya se había terminado pero el griterío y la música estaban tan fuertes que nadie se daba cuenta de que el capitán tan siquiera estaba ahí. Se acerco a un grupo de soldados que estaban de pie junto a la barra quienes bebían, cantaban y se agazapaban entre los brazos de las cortesanas para decirles que la fiesta se había acabado, que tenían que alistarse para salir ese mismo día en la madrugada, pero nadie le hacía caso. Uno de los soldados del grupo se acercó para decirle que se tranquilizara y se tomara una copa con ellos, lo que provocó que el capitán Lorenzo García perdiera los estribos y tomara al soldado por la camisola y lo arrojara contra la barra provocando que las botellas y los tarros que estaban ahí salieran volando. Por el susto todos se callaron y se congelaron, así como el pianista que dejaba de tocar para que al fin terminara el bullicio y la algarabía. El capitán Lorenzo García dio unos cuantos pasos hacia el centro del burdel donde todos los presentes posaron sus ojos sobre él. Grito diciendo que la fiesta se había terminado agregando que tenían que irse ya, para empezar a alistarse, de momento no le hicieron caso, pues todos los soldados se mostraban indecisos en seguir sus órdenes, hasta que hicieron que Lorenzo García al fin perdiera la paciencia y una vez más dando de gritos y palmadas los obligará a salir “Bueno” “¿Qué no oyeron?” “¿Les hablo un burro o qué?” gritaba molesto. “¡Muévanse!” decía logrando que los soldados comenzarán salir en orden, aunque algunos por lo ebrios que estaban tuvieron que salir de aguilita.

            Lorenzo García camino por todo el burdel inspeccionando que no quedarán soldados, pero para su sorpresa quedaba uno de ellos sentado en la barra tomando caballitos de tequila con la botella a menos de la mitad para terminarse. Cuando se acercó al soldado en la barra se dio cuenta era ni más ni menos que Jaime quien ya estaba ebrio.  

--¡Mírate nada más! —decía el capitán Lorenzo García acercándose para colocarse a un lado de Jaime--¡Borracho!

--¡Déjame en paz! —contestaba Jaime titubeando por lo ebrio que estaba.

--¡Debería darte vergüenza! ¿Crees que así te vas a ganar su cariño? ¿Poniéndote? ... ¿Borracho?

--¡A ti que importa!

El capitán se cuadraba y levantaba el mentón, mientras fruncía el ceño, al sentirse ofendido por los insultos de Jaime.

--¡Voy a hacer de cuentas que no escuche eso! —decía mientras tomaba la botella de tequila para alejarla de Jaime. Después intento levantarlo jalándolo de sus ropas, pero este lo aparto quitándose la mano del capitán de encima.

--¡Déjame! —decía Jaime retándolo.

--¡Tenemos que irnos! ¿No entiendes?  

--¡Suéltame! —decía Jaime, mientras regresaba a sentarse al banco.

El capitán Lorenzo García se quedó boquiabierto y enojado, planeando una forma de sacar a Jaime del burdel.

--¡No me obligues a hacer algo que no quiero!

--Haz lo que quieras—decía Jaime mientras bebía otro caballito.

De pronto se escuchaba el tronar del gatillo de un revólver. Cuando Jaime lo escucho bajo su mirada para darse cuenta que el capitán Lorenzo García ya le apuntaba con su revólver cargado. El burdel se quedó envuelto en un silencio sepulcral con el ambiente expectante de que saliera alguna bala volando en cualquier momento. Jaime se tragaba el susto que prácticamente le quitaba lo ebrio.

--Sabes, antes me hubiera dado miedo que dispararas—decía Jaime, con hipo—Ahora me da igual. ¿Por qué no disparas? ¿Eh? ¡Me estarías haciendo un favor!

--Tal vez—decía el capitán Lorenzo García sosteniendo su arma contra el estómago de Jaime—pero no serviría de nada que murieras aquí. Me sirves más si mueres en el campo de batalla. ¡Así que andando! —decía el capitán moviendo su pistola para asustar a Jaime.

Finalmente, Jaime se puso de pie lanzando el banco al suelo sin siquiera darse cuenta.

--Está bien, está bien—decía Jaime levantando los brazos—pero quiero decirte que si acepto irme es porque quiero morir en el campo, no por miedo a que dispares—decía mientras abrazaba al capitán Lorenzo García quien no dejaba de apuntarle ni por un instante.

--Si, si—decía el capitán Lorenzo García haciéndolo caminar mientras lo llevaba recargado en su hombro—muévete, anda.

Antes de salir el capitán Lorenzo García enfundo el revólver y al fin se llevó cargando a Jaime sobre sus hombros.



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En el texto hay: drama, magia, romance amor

Editado: 31.08.2022

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