Nadie se había dado cuenta de lo sucedido aquella noche, Leonora no tenía ni la menor sospecha. Cuando Alma y Jaime se sentaban a la mesa para comer, y Leonora estaba con ellos se comportaban como si fuera dos extraños, pero cuando ella no estaba no dejaban de mirarse y de sonreírse mutuamente.
Otra noche Alma volvió a salir de su alcoba durante la madrugada, cerrando lentamente su puerta y corriendo descalza por el pasillo, lograba escabullirse hasta la alcoba de Jaime. Pensó que nadie la había visto, pero Rita despertándose, después de escuchar que alguien caminaba por el pasillo, entreabrió la puerta y para su sorpresa la vio vestida en batón entrando a la alcoba de Jaime.
Rita mantuvo el secreto, pues quería mucho a Alma y estimaba a Jaime así que no quería perjudicarlos, al fin y acabo eran dos jóvenes enamorados que ya se conocían desde hace mucho y sabía que Jaime estaba muy enamorado de Alma.
Leonora por su parte seguía sin sospechar nada. Alma y Jaime empezaron a notar que Rita los miraba de manera extraña y sospechosa. En más de una ocasión los interrumpió de adrede para que contuvieran esa pasión desbordante que ambos sentían uno por el otro previéndolos de que Leonora los descubriera.