Sueño De Una Luna De Estambre

57

El portón de la entrada era azotado, haciendo que los fuertes golpes se escucharan en toda la casa. Esto hizo que Leonora despertara y bajara de su alcoba llevando consigo una vela, seguida por Rita quién bajaba corriendo. Ambas estaban asustadas escuchando los fuertes golpes contra la puerta, cuando Alma y Jaime bajaron rápidamente de sus alcobas para reunirse con ellas a la mitad del patio.

            --¡Mamá! ¿Quién es?

            --No sé, hija… ¡Dios mío! —contestaba Leonora temblando del miedo.

            --¡Debe ser el ejercito! —dijo Jaime, que en lugar de calmar a las mujeres solo las hizo asustarse más.

            Los azotes se incrementaban haciendo que el portón luciera como si estuviera a punto de caerse. De pronto desde afuera empezó a escucharse la fuerte y ronca voz de un hombre.

            --¡Abran! ¡O tiramos la puerta! —gritaba aquella voz al otro lado del portón. 

            --¡Escondan a Jaime! —les dijo Leonora a Rita y a Alma—Llévenlo al desván y ocúltenlo y después ocúltense ustedes.

            Rita y Alma acataron la orden de Leonora, llevándose a Jaime al piso superior, corrieron al desván donde lo ocultaron entre un montón de cajas y tiliches que Gabriel había guardado. Después lo cubrieron con ropa vieja y unas colchas para que se confundiera con las cajas y las cosas viejas.

            El portón se seguía sacudiendo por los fuertes golpes.  Leonora se armó de valor y sin soltar la vela se acercó a la puerta.

            --¿Qué es lo que quieren? —gritaba Leonora.

            --¡Abran! ¡O tiramos la puerta!  

            Leonora dio una pequeña imploración a Dios, y sin otra opción abrió. Entonces entro el general Emilio Gómez acompañado de una tropa de soldados villistas.

            --¿Qué es lo que quieren? —les reclamaba Leonora.

            --Esta casa ya no es suya, señora—decía Emilio, llevándose las manos a la cintura.

            --¿Cómo? ¡No pueden echarme! ¡Esta casa es mía!

            --Lo lamento señora, pero tendrá que irse. ¡Adelante! — gritaba Emilio ordenándole a sus hombres que entraran a la casa, subieran al piso de arriba y entraran a las habitaciones de abajo para inspeccionar el lugar.

            --¿Qué hacen? —preguntaba Leonora.

            --¿Usted vive sola, señora? —preguntaba Emilio.

            Cuando Leonora estuvo a punto de decirle que sí, para que no buscaran a nadie, Alma bajaba corriendo del segundo piso desobedeciendo su orden y acercándose a abrazarla.     

            --¿Es su hija? —preguntaba Emilio quien no le quitaba la vista de encima.  

            No le quedo de otra Leonora que confesar que Alma era su hija. De pronto una sonrisa maliciosa y picarona se dibujó en la faz amenazadora de aquel alto, gordo pero fuerte general, haciendo que su ralo, negro y tupido bigote se elevara hasta rozar sus ojos. Se acerco a Alma para tocarla del mentón y acariciarla como si fuera un gatito, pero Leonora se lo impidió dándole un manotazo haciendo que bajara su brazo. Emilio se impactó al ver la reacción voluntariosa de Leonora quién se asustó y se acercó a aferrarse de Alma al sentirse intimidada por la vista demoniaca de aquel hombre malo.

            --Por favor, no nos haga daño—decía Alma implorándole a Emilio mientras se aferraba a su mamá.

            Pero en lugar de molestarse el general, comenzó a reír como los mil demonios, asustando aún más a las dos mujeres. Emilio felicito a Leonora por proteger a Alma con uñas y dientes.

            --¿Hay alguien más en esta casa? —pregunto, Emilio a Leonora.

            --No. Solo nosotras—contesto Leonora temblando.

De repente comenzó a escucharse un fuerte alboroto en el segundo piso. Emilio y las dos mujeres levantaban sus miradas al escuchar los gritos, los portazos y los lanzamientos de muebles provenientes desde el segundo piso.  

            --Se los voy a volver a preguntar—decía Emilio molestándose--¿Hay alguien más en esta casa?

            Alma y Leonora se miraban una a la otro. Como si intentarán ponerse de acuerdo.

            --Solo nosotras y la sirvienta—decía Leonora titubeando.

De pronto volvió a escucharse el mismo fuerte alboroto en el piso superior. Lo que hizo que levantarán una vez más sus miradas hacía arriba. De pronto el alboroto se detuvo y Emilio bajo su mirada para observar a Alma y a Leonora quiénes lo miraban abrazadas y temblando cuando de repente Emilio giro su mirada con dirección a la escalera, seguido por Alma y Leonora quienes voltearon y para su sorpresa, vieron a Jaime quién bajaba a empujones de la escalera, sujetado por dos soldados.

            --¿Entonces ese quién es? —preguntaba Emilio al ver bajando a Jaime.

            Alma y Leonora estaban impactadas viendo como los dos soldados llevaban a Jaime a punta de rifle hasta llevarlo frente a Emilio quien lo miraba desdeñosamente. Jaime estaba asustado, pero tampoco dejaba intimidarse así que se mantuvo mirando fijamente a Emilio mientras hacía ademanes para que lo soltaran.  



#5673 en Fantasía
#1187 en Magia

En el texto hay: drama, magia, romance amor

Editado: 31.08.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.