Alma estaba en su alcoba, remendando el vestido de Rosita, cuando Leonora entro y se acercó a sentarse en la orilla de la cama a un lado de ella.
--Pensé que estarías triste—le dijo Leonora al verla como si nada hubiera pasado.
--¿Por qué habría de estarlo?
--No lo sé—decía Leonora levantando los hombros—Porque tú lo amas y él te ama a ti.
--Si me amarán no se irían.
--Las personas se van, hija…pero eso no significa que no te quieran—le decía Leonora tocándole el cabello a Alma.
--¿Y por qué lo hacen? ¿Por qué dejan lo que quieren?
Las preguntas de Alma comenzaban a aturdir a Leonora.
--Las personas se van hija, porque deben seguir su destino.
--¿Destino? —preguntaba Alma, confundida.
--Si. El destino de tu padre y de Jaime fue ser soldados. El de Rita fue ser esposa y madre…
--¿Y el tuyo mamá?
--Mi destino fue ser tu madre. Por eso siempre he estado contigo, hija.
La última frase de Leonora hizo que Alma se conmoviera y empezara a llorar con una sonrisa de alegría para después abrazar a Leonora y decirle lo tanto que la amaba.