Alma bajaba del segundo piso buscando a Gabriel y a quien encontró de pie en el patio del servicio mirando a dos pajaritos volando entre las ramas del ocote.
--¿Cómo esta tu mamá?
--Esta dormida.
Gabriel regresaba su mirada al árbol. Alma se colocaba a un lado de él para verlo de frente y saber que era lo que veía.
--¿En qué piensas papá?
--En lo hermoso que es un árbol—las palabras de Gabriel desconcertaban a Alma--¿Sabes? Cuando pasas mucho tiempo corriendo, olvidas lo bello que son las cosas.
--¿Eso estuviste haciendo todo este tiempo? ¿Estuviste corriendo?
--Si. Estuve huyendo.
--¿De quién?
Gabriel dio un suspiro, después poso su mirada sobre Alma.
--Eso ya no importa hija. Lo importante es que ahora estoy contigo.
--Tienes razón ¡Y ni siquiera te he preguntado si tienes hambre!
--Te mentiría si te dijera que no tengo hambre…
--Pues vamos para darte de comer, papá.
--No te preocupes hijas. Mejor subamos a ver si tu madre esta mejor.