Ambos subían a la alcoba de Leonora donde dormía profundamente dando grandes bocanas de aire. Gabriel y Alma la acompañaron durante toda la noche sentados en sillas a un lado suyo.
Era la madrugada del día siguiente y Alma dormía con su cabeza sobre sus brazos recargados en la orilla de la cama a un costado de Leonora quien despertaba abriendo los ojos poco a poco, balbuceando, dando algunos alaridos y suspiros, mientras parpadeaba intermitentemente. Gabriel quien no durmió ni se movió de la silla durante toda la noche, fue el primero en verla despertar; fue hasta entonces que se puso de pie y se acercó para despertar a Alma dándole pequeñas palmadas en la espalda.
--¡Hija! —decía Leonora—¡Quiero que venga el padre Matías!
Alma se opuso pues no quería dejarla sola, pero Gabriel la convenció de que cumpliera la petición de su madre diciéndole que el cuidaría de Leonora prometiéndole de que nada malo le pasaría en lo que iba a buscar al sacerdote.
--Yo me asegurare de que tu madre este bien—decía Gabriel para tranquilizar a Alma quién salió, dejando solos a sus padres quienes no tardaron en hablar.
--Perdóname—decía Leonora titubeando.
--No. Perdóname tu—contestaba Gabriel tomando de la mano a Leonora.
--¿Dónde estuviste todo este tiempo?
--Buscando como volver—contestaba Gabriel.
--¿Te perdiste?
--No. Solo…Olvide.
--¿Te olvidaste de mí? —preguntaba Leonora.
--No. Solo me olvide de mí mismo.
Ambos se quedaron callados, absortos en sus reflexiones.
--Es extraño…Pero te veo y luces igual que cuando te fuiste—cuestionaba Leonora a Gabriel—En cambio yo…Estoy vieja, arrugada y con canas…Y tú, te ves como si no hubieras envejecido.
--Yo te veo igual de hermosa que siempre—le contestaba Gabriel.
Leonora sonreía y cerraba sus ojos haciendo que sus lágrimas contenidas descendieran por sus mejillas.
--Pensé que nunca volverías.
--¡Volví por ti!
Leonora volvió a sonreír y a cerrar sus ojos. Gabriel se ponía de pie y se inclinaba sobre ella para darle un beso en la frente.
Alma llegaba acompañada del padre Matías a quien guio corriendo al segundo piso hasta entrar a la alcoba de Leonora. Cuando entraron Gabriel estaba a un lado de ella sujetándole la mano. En cuanto vio a Alma y al padre Matías entrando, se puso de pie y se alejó de Leonora, para permanecer a un lado de su cama.
El padre Matías se acercó para hablar con Leonora quien le dio las gracias por ir a visitarla. Alma no dejaba de llorar estando de pie, sosteniendo un pañuelo entre sus manos y apretándolo al sentir la angustia de ver a su madre sufriendo en su cama por la enfermedad. Gabriel por su parte permanecía de pie a un lado de la cama, con su cabeza abajo, viéndola fijamente. El padre Matías le pregunto si quería confesarse, Leonora contesto que sí y el padre Matías dirigiéndose solo a Alma le pidió si podía dejarlo solo con Leonora. Alma y Gabriel salieron dejando solos al padre Matías y a Leonora.
Estando en el patio Alma no lo pudo soportar más y se lanzó a llorar a los brazos de Gabriel quien la recibió en su pecho, dándole algunas palmadas en la espalda para intentar reconfortarlo lo cual era inútil pues Alma estaba deshecha, llorando a gritos.
--Llora hija. Llora todo lo que puedas. Te prometo que todo saldrá bien, hija. Te lo prometo.
Alma sentía calma cada vez que escuchaba a su papá, pero esta vez no. Ya no sabía que hacer pues estaba acongojada pensando en que no podría soportar el perder a su mamá. Gabriel no decía nada solo la sujetaba para darle fuerzas.
El padre Matías termino de confesar a Leonora, y permitió a Alma regresar a la alcoba. Ella y Gabriel entraban. Alma regresaba a sentarse en la silla a un lado de la cama para volver a tomar de la mano a su mamá. Gabriel por su parte regreso a su misma postura. Entonces, el padre Matías colocándose a un lado de la cama comenzó con la extremaunción. Primero saco su crucifijo el cual le dio a besar a Leonora. Se colocó la estola morada alrededor de su cuello y tomando un frasco con agua bendita comenzó a rociar a Leonora diciendo el “Exaudi nos” Cuando termino las oraciones, le dio a besar la estola y seguido le dibujo una cruz en la frente con agua bendita.
Leonora empezaba a agonizar y el padre Matías sabía que llegaba la hora, haciéndose a un lado y colocándose junto Gabriel permitió que Alma se acercara para que su madre le dedicara unas últimas palabras.
--¡Mamá! ¡Por favor! —gritaba Alma, suplicándole a Leonora mientras apretaba sus manos y lloraba descomunalmente a un lado suyo.
--Hija… ¿Recuerdas que una vez te dije que las personas tienen que irse para seguir su destino? —decía Leonora a Alma quien asentía con su cabeza como respuesta a las palabras de su mamá.