Sueño De Una Luna De Estambre

74

Alma buscaba a Gabriel por toda la casa, no lo encontró sino en el desván, sentado sobre unas cajas mirando el jardín por una pequeña ventana.

            --¿Papá? ¿Qué haces aquí?

            --Solo miraba el jardín.

            Alma se sentó sobre un viejo baúl para quedarse sentada a un lado suyo. 

            --¿Jaime? ¿Eh? —exclamaba Gabriel--Parece un buen muchacho.

            --¿Por qué no dejaste que te presentara?

            --No. No creo que le hubiera gustado conocerme.  

            --¿Vino a pedirte matrimonio? —preguntaba Gabriel.

            --¿Cómo lo supiste?

            --Lo deduje.

            --Si. Vino a pedirme que me fuera con él.

            --¿Y aceptaste?

            --No.

            --¿Por qué?

            --¿Sabes? Ahora no quisiera hablar de eso.

            Gabriel y Alma se quedaban en silencio, mirando el paisaje del jardín por aquella pequeña ventana.

--Cuando eras niña, tu mamá y tu abuela decían que aquí arriba había fantasmas—Alma escuchaba atenta el relato de Gabriel—Todos teníamos miedo de subir aquí arriba…

            --¿Hasta tú? —preguntaba, Alma riéndose.

            --¡Hasta yo! —contesto Gabriel riendo junto con Alma.

            --Pero, un día que te enojaste con tu mamá, te escondiste y no te encontrábamos por ningún lado hasta que tu mamá y yo, subimos y te encontramos aquí. Estabas sentada en la esquina de allá, abrazando a tu muñequita. 

            --¿En serio? —exclamaba Alma, sintiéndose entusiasmada por la historia.

            --Si. Te vimos hablando sola…

            Alma levantaba sus cejas al sentirse sorprendida. 

            --Decías que podías ver a tu abuelito. 

            Ambos se quedaron callados. Gabriel se puso de pie de repente y se acercó a un montón de cosas viejas y arrumbadas de donde saco un cuadro con una pintura de Alma.

            --¿Tú lo pintaste? —preguntaba Gabriel viendo la pintura de Alma y acercándose para volver a sentarse a un lado de ella.

            --Si.

            --¡Es hermoso! 

            --A veces pinto mis sueños—comentaba Alma, sorprendiendo a Gabriel quién bajaba el cuadro mientras pensaba en muchas cosas.

            --¿Qué sueñas?

--Soñaba muchas cosas…Soñé con un castillo en llamas, con un abismo donde se sepultan los corazones de los hombres, con una luna de estambre posada sobre una laguna donde bramaban las olas llevando consigo las lágrimas de las sirenas, con árboles que en lugar de frutos colgaban hombres…Contigo entre las sombras y yo mirando la luna, pensando que tú también la veías para que iluminara tu camino en las noches y pudieras regresar a mí—tartamudeaba y gritaba Alma mientras lloraba y se acurrucaba entre los brazos de Gabriel.

Alma ya no pudo continuar así que se quedó llorando sobre el hombro de Gabriel.

--Soñé contigo tantas veces que había olvidado que fueras real—decía Alma llorando y recargando su frente sobre el hombro de Gabriel. 

            --Los sueños también somos reales, hija—decía poniendo su mano sobre la mano de Alma quién observaba desconcertada a su papá—No necesitas dormir para soñar, hija. Los sueños más hermosos son lo que ves cuando estás despierta.

            Alma y Gabriel se abrazaron. Ese día se quedaron hablando en el desván de todo lo que hicieron durante el tiempo que estuvieron lejos uno del otro.



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En el texto hay: drama, magia, romance amor

Editado: 31.08.2022

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