Sueño De Una Luna De Estambre

76: Final

Después de los dos días que Jaime le había dado de plazo a Alma, llegaba en un automóvil acompañado por un chofer. Jaime regresaba del otro pueblo esperando la repuesta de Alma, la cual fue que aceptaba casarse con él. Jaime ayudo a Alma a guardar algunas cosas en valijas y a sacarlas para subirlas al automóvil con ayuda del chofer.

Alma acomodaba a Rosita dentro de una valija. Bajaba de las escaleras cargando su última valija acompañada de Gabriel cuando de pronto se toparon con Jaime a mitad del patio quién ya la esperaba. Alma al igual que Gabriel, se detuvieron a mitad de la escalera.

Alma entrego su última valija a Jaime y acompañada de él y de Gabriel quien caminaba detrás de ellos, al fin salieron de la casa.

Los prometidos se acercaban al automóvil. Jaime le entregaba la valija de Alma al chofer quien abría la cajuela para meterla con el resto. Después abrió una de las puertas traseras para que Alma subiera. El chofer subía y encendía el automóvil listo para salir de ese lugar. Jaime sostenía la puerta con su brazo a la espera de que Alma subiera al automóvil, cuando puso su pie dentro, se detuvo de repente y se giró para ver a Gabriel saliendo lentamente de la casa, viéndola desde lo lejos marchándose con su nuevo y flamante futuro esposo. Alma no podía dejarlo sin antes despedirse de él así que se alejó un poco del automóvil y levanto su cabeza para ver mejor a su papá quien permanecía de pie a un lado de la entrada de la casa viéndola fijamente a ella y a su prometido.

--¿Me esperas un poco? —le pedía permiso Alma a Jaime.

--Si, está bien.  

Alma camino de regreso a la casa, donde Gabriel la miraba nostálgicamente. Se paro frente a él y ambos se quedaron mirándose por unos instantes sin hacer un solo comentario.

--Papá. Quiero darte esto—decía Alma sacando su relicario de su bolso y entregándoselo a Gabriel en las manos quien lo recibió tan solo para devolvérselo.

--No hija. Consérvalo tu.

--¡Te amo papá! —decía Alma lanzándose a abrazar a Gabriel quien se aferró a ella por última vez.

--Y yo a ti, hija.

Jaime esperaba desde el automóvil. Se mantenía con su vista fija mirando desconcertado, aterrado y confundido a Alma quien parecía que hablaba con la puerta de la casa y abrazaba al aire.

--¡Siempre que mire la luna pensare en ti! —decía Alma.

--¡Yo también! —contestaba Gabriel agachándose para mirarla de cerca, al mismo tiempo que le daba un último abrazo—Bueno. Anda. Tu esposo ya te está esperando—decía Gabriel volteando a ver a Jaime y soltando a Alma para dejarla ir con él.

Al fin se separaban y Alma caminaba dejándolo atrás hasta acercarse al automóvil. Subió con la ayuda de Jaime, quién rodeo el automóvil sin quitar su vista de aquella vieja y derruida casa donde había conocido al amor de su vida. Subió al asiento trasero del automóvil, sentándose a un lado de Alma.

--Arranca—le ordenaba Jaime a su chofer.  

El automóvil avanzaba lentamente. Alma mantenía el relicario en su mano el cual no dejaba de ver, después giro su cabeza y se asomó por la pequeña ventanilla trasera del automóvil para ver a su papá de pie afuera de la casa viéndola marchándose y dejándolo atrás. Alma al fin entendió que su papá siempre estaría ahí. Juro que algún día volvería, pues sabría que él la estaría esperando. Lloraba y se despedía con su mano de Gabriel quien también lo hacía levantando y abanicando su brazo, viendo a su hija alejándose poco a poco. El automóvil, al fin se alejaba lo suficiente para que la imagen de Gabriel se volvería cada vez más lejana y al fin se perdiera en el horizonte. Alma bajo su cabeza, abrió el relicario y en el vio las fotografías juntas de Leonora y Gabriel; fue cuando supo que sus papás siempre la acompañarían, después cerro el relicario, lo guardo en su bolso y sintió una mano posándose sobre la suya. Alma levanto su mirada y vio a Jaime sonriéndole, entonces supo, que él también siempre estaría con ella.

Gabriel aún continuaba de pie afuera de la casa hasta que el automóvil se perdió detrás del relieve de un viejo camino. Cuando ya no pudo ver a su hija, bajo su brazo y se quedó absorto. No sabía cuándo regresaría Alma, ni cuánto tiempo pasaría para volver a verla, aunque el esperaba que fuera pronto. Miro el ocaso por última vez. Camino lentamente a la casa donde las puertas del portón se abrieron por si solas, permitiéndole la entrada. Entro lentamente, hasta quedarse sentado en una silla de madera en medio del oscuro patio de la casa. De pronto, Mimoso voló hasta posarse en su hombro. Gabriel lo tomo en sus manos y empezó a jugar con él. Él sabía que sería su única compañía hasta que su hija regresara. Por lo mientras tendría que permanecer solo y entre las sombras, donde estaría destinado a vivir por siempre.   



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En el texto hay: drama, magia, romance amor

Editado: 31.08.2022

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