Sueños de navidad

Cap 4 Laura

Llego a casa después de un hermoso día de trabajo en el orfanato y me zambullo en la ducha, me visto con unos pantalones cortos y una remera blanca, a pesar de tener treinta y seis años, mantengo un buen cuerpo.

Voy dirécto a la habitación de mi hijo Damián, un bello jovencito de 16 años, que es la luz de mis ojos.

-¡Hola mamá! ¿Cómo estás hoy?- saluda y pregunta al mismo tiempo. Sabe que en este último tiempo, no la pasé nada bien por culpa de ese accidente donde perdí a mi bebé. Dibujo una sonrisa en mis labios y él automáticamente me da un abrazo de oso, ya que es mucho más alto que yo, y besa mi cabeza dulcemente, llenandome de un amor infinito hacia él.

-Todo bien. Mañana voy al cementerio y como tu padre no puede acompañarme, me preguntaba si quieres ir conmigo a visitar a la abuela- le comento.

-Sabes que siempre estaré allí para ti, mamá.- me contesta con una mirada muy dulce.

-Buenos, gracias hijo. En un rato estará la cena. Te aviso para que bajes a comer con nosotros.

Bajo las escaleras y me encuentro con doqui, un viejo perro que encontró mi hijo hace unos cinco años en la calle, lo llevó a casa para cuidarlo y le tomamos tanto cariño que nos quedamos con él, y pronto fue parte de nuestra pequeña familia. Él levanta su cabeza y me saluda con un ladrido y se vuelve a echar, le sonrió y sigo mi camino a la cocina, donde me dispongo a cocinar unas papas y carne a la plancha con un poco de ensalada.

Mientras lavo las papas pienso en mí madre y en lo orgullosa que estaría de mí, hace un tiempo que estoy bien y ya no tengo periodos oscuros. ¿ A quien quiero engañar? Todavía no puedo superar esa trágica noche, está metida en mí cabeza y no puedo borrarla, todavía no eh podido entrar en la habitación que estaba destinada a mi pequeño hijito.  Veo las luces de la ciudad y mí mente viaja a través de la ventana de la cocina a aquella terrible noche de aquel mes de octubre del año anterior, dónde todo se volvió caótico y duro, esa noche gracias a un taxista que al manejar alcoholizado hizo una mala maniobra al cruzar en rojo un semáforo, choco de lleno contra mi auto sacándome de la autopista y haciendo que mi coche gire en círculos hasta quedar dado vuelta boca abajo contra un poste. Mi cabeza golpeo fuertemente contra el volante y perdí el conocimiento, aún recuerdo el dolor en las entrañas y la puntada en mi cabeza, y la oscuridad invadiendome por completo, después de eso, solo recuerdo despertar en el hospital con un  dolor terrible de cabeza y un dolor terrible en mi vientre. Mire a mi esposo, que me veía con sus ojos llenos de tristeza , y las lágrimas en sus ojos no se hicieron esperar.

-¿Mi bebé? ¿Qué paso con mi bebé?

-¿Dónde está? ¡Dímelo!-grite desesperada.

El llanto desgarra mi garganta,presentía que algo malo ocurría con mi bebé, tenía un embarazo de siete meses y medio, y sabía que un accidente podía lastimarlo o adelantar el parto.

-Tranquila, mi amor. Duerme-me dice acariciando mi rostro adolorido. Y me sumerjo en un sueño profundo.

Llevo unos días escuchando voces extrañas en mi cabeza, siento que estoy en un sueño del cual no quiero despertar. La única voz que me calma es la de mi esposo diciéndome que me ama y yo solo quiero dormir y no despertar, porque aquí veo a mi pequeño bebé sonriéndome y pronunciando la palabra mamá, no quiero despertar y dejarlo solo. Las voces se hacen cada vez más fuertes y claras, me piden que despierte, que ya es hora.

-¡Noooo!- un grito desgarrador escapa de mi garganta al despertar y encontrarme en el mismo lugar de antes, una sala de hospital, y otra vez ese sentimiento de angustia de saber con seguridad que algo no está bien.

Miro a cada uno de los que me rodea, distingo a dos hombres que me supongo son médicos, una mujer mayor vestida de enfermera, mi madre y por último mi esposo, que mira con amor, angustia, dolor, creo que un poco de miedo.

-¿ Que ha pasado?- preguntó a mi madre.

Ella toma mi mano y con una voz dulce y rota por el llanto pronuncia aquellas palabras que casi me llevan a la locura.

-Lo…lo perdimos…ya..ya  no está entre nosotros- y yo solo atino a cerrar los ojos y permanecer así por unos minutos hasta que la voz de mi esposo me saca del trance en el que me encuentro.

-¿Laura, has escuchado lo que dijo tu madre?- pregunta despacio mí esposo. Y el llanto gana mi garganta y el dolor es tan grande que invade todo dentro de mi, siento que no puedo respirar, cierro mis ojos y me entrego a ese sueño que me hace olvidar todo.




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