Desde la mañana, al percatarse de que Mateo la ignoraba por completo y de que su disgusto e incomodidad eran evidentes, Gaby tomó la decisión de avanzar paso a paso con metas pequeñas y sencillas, convirtiendo cada logro en una valiosa lección. Sabía que esta oportunidad era única y no se repetiría, por lo que estaba decidida a luchar.
Y, pensando en las metas fáciles de cumplir, no podía olvidarse de la siguiente. Con el estómago vacío, tenía la firme intención de disfrutar al máximo del abundante banquete que les habían preparado. Las bandejas estaban repletas de delicias, tanto que incluso podría llevar algo para su padre y madrastra.
Mateo, notó que hablaba en serio. No quería que tocara sus cosas, así que las movió un poco para poder seguir jugando. Luego, la vio acomodar las dos bandejas en la parte libre del escritorio y buscar su propio asiento.
Gaby observaba su bandeja con gusto y comenzó a describir lo que veía.
Mateo la miraba con curiosidad, disfrutando la forma en que describía el menú, le provocó también comer. Se ubicó frente a su bandeja.
Le dieron una última mirada a su comida, todo se veía provocativo, luego como en sincronía, tomaron sus cubiertos y almorzaron en silencio. Sin darse cuenta, Gaby había devorado todo, excepto la fruta. En ese momento recordó que había planeado compartir con su familia y la invadió una sensación de culpa. Mateo, por su parte, había probado un poco de cada cosa, pero al notar lo que habia pasado, regresó de inmediato a su hermetismo habitual.
Cuando Clemencia llegó a recoger las bandejas, se sorprendió al ver cuánto habían comido; no recordaba la última vez que Mateo había tenido buen apetito. Incluso miró a Gaby, tratando de descifrar si ella había comido por los dos, tal vez para hacer parecer que Mateo estaba progresando bajo su cuidado. Sin embargo, descartó esa idea, ya que no creía que Gaby pudiera comer tanto.
El resto de la tarde, Gaby intentó nuevamente conectar con Mateo, pero no obtuvo ninguna respuesta. Incluso rechazó el refrigerio que les trajo Clemencia. A medida que la tarde llegaba a su fin, la impaciencia comenzó a apoderarse de ella. Nada parecía funcionar, aunque su avance del mediodía, le daba esperanzas.
Gaby bajó para tomar un vaso de agua, ya que estaba sintiendo la garganta seca por la tensión.
Un rubor tiñó las mejillas de Gaby, no estaba acostumbrada a recibir halagos. Pero en ese momento, su enfoque tenía que centrarse en cómo convencer al señor Montalbán, de que podría resultar valiosa, incluso sin la capacitación requerida para el puesto.
Entonces, ideó un plan; el desafío residía en cómo presentárselo a ese hombre. La estrategia que había concebido implicaba solicitar la oportunidad de interactuar y jugar con Mateo. Su objetivo era motivar gradualmente al niño a interactuar con los demás y a salir de su habitación, explorar la casa y el jardín. Una vez que Mateo se sintiera más cómodo fuera de su dormitorio, podría encargarse de llevarlo a especialistas para recibir el tratamiento adecuado. A pesar de las dudas y los obstáculos que vislumbraba, Gaby estaba decidida a intentarlo.
Aunque la idea le parecía prometedora y Clemencia había señalado un pequeño avance, Gaby rápidamente regresó a la realidad, comprendiendo que las cosas podrían no ser tan sencillas como las había imaginado. Planear es una cosa, pero implementar esos planes en la práctica es otra muy distinta.
La verdad, era que necesitaba encontrar la forma de conectar con Mateo en el breve tiempo que tenía por delante, si quería mantener viva su esperanza. En la mañana, por su vergüenza, no había preguntado nada sobre el niño. Y, aunque seguía sintiendo curiosidad sobre cómo había llegado a su situación actual, por qué los intentos previos de ayuda no habían sido efectivos y cómo era antes de todo esto; decidió que lo mejor sería actuar de forma natural, sin dejarse llevar por prejuicios.
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Editado: 29.12.2023