Suplantacion: Comienzo Oscuro

Capítulo 11. LA PETICION

Mientras la noche se instalaba, Gaby sintió la urgencia de actuar. Aunque Mateo dormía plácidamente, su intuición le indicaba que despertaría en soledad y tristeza. Decidió con determinación pasar la noche a su lado, pero necesitaba una excusa.

Bajó buscando a Clemencia y con preocupación, le comentó:

  • Mateo se siente un poco indispuesto. Estoy pensando en quedarme esta noche con él. ¿Crees que habrá algún problema?

La respuesta de Clemencia fue rápida y preocupada:

  • ¿Qué le pasa al niño Mateo? ¿Está mal? Debemos llamar al médico.
  • Tranquila -le respondió-. No te preocupes, solo es un pequeño resfriado. Ahora está durmiendo.
  • Es un niño muy saludable, apenas ha tenido una gripa en estos dos años. Voy a buscar la medicina -le dijo Clemencia.

Clemencia le entregó unas pastillas y se ofreció a llevarlas, pero Gaby declinó.

  • No te preocupes por la cena, no creo que tenga hambre. Si acaso, yo vendré después y buscaré algo. Por favor, dile a su padre que no se preocupe, que Mateo está bien.

De vuelta en la habitación, Gaby verificó de que Mateo seguía durmiendo y escondió la medicina. Era la única razón que se le ocurrió para quedarse; esperaba que no se preocuparan demasiado. También informó a su familia que no iría y les explicó que se quedaba por el resfriado de Mateo.

Cuando Danilo llegó a casa, se dirigió a la habitación y expresó su preocupación. Gaby, intentando calmarlo, abrió completamente la puerta y le dijo:

  • Mira, está dormidito, está bien, solo me quedo por precaución.

Danilo no se marchaba; seguía observando a Mateo.

  • No te preocupes. Mateo está descansando. Yo estaré pendiente y si necesitamos algo, te avisaré. Aunque no lo creo, puedes dormir tranquilo.

Sin embargo, Danilo, impulsado por su instinto paternal, no aceptó y entró hasta su cama. Su mirada era de preocupación, pero también había el anhelo de tenerlo cerca. Gaby, temerosa de que Mateo despertara, lo viera y asumiera que estaba incumpliendo su promesa, permaneció también al lado de la cama, junto a Danilo. De repente, él intentó tocar a Mateo y Gaby, instintivamente, le tomó la mano para evitar que lo hiciera.

En ese momento, ambos giraron sus rostros y sus miradas se cruzaron; Gaby nerviosa y Danilo sorprendido. Se sostuvieron unos segundos antes de que Gaby soltara la mano y corriera hacia la puerta, pidiéndole a Danilo que saliera. En el pasillo, se disculpó:

  • Perdóname, no pensé lo que hacía. Solo trataba de evitar que lo tocaras para que no se despertara y te viera aquí. Lo siento.

Danilo comprendió y dijo:

  • No te preocupes, entiendo que no sería bien recibido por mi hijo. Clemencia me dijo que te quedarás a cuidar a Mateo -ella asintió como respuesta-. Te lo agradezco mucho, me encargaré de pagarte las horas extras.

Gaby, con sinceridad, respondió:

  • No se trata de eso, señor. Lo hago por Mateo y con gusto. No hay ningún problema. Hasta mañana -poniendo fin a la charla, esperaba que no volviera a mencionarlo; Gaby pensaba que no era apropiado recibir dinero cuando el resfriado era solo una excusa.

Esa noche, Gaby se acomodó en el extremo de la cama, no tenía otro lugar donde dormir; las sillas eran demasiado incómodas. Mateo durmió por varias horas y a media noche se despertó un poco sobresaltado y agitado. Rápidamente, Gaby lo abrazó y le dijo:

  • Aquí estoy, tranquilo, sigue durmiendo -Mateo se acomodó, sintió su presencia y continuó durmiendo el resto de la noche.

Temprano al día siguiente, Clemencia tocó suavemente la puerta; Gaby abrió y la escuchó decir:

  • El jefe me envió para preguntar cómo amaneció Mateo.
  • Está bien, pasó una buena noche. Por favor, dile al jefe que no se preocupe, aún está durmiendo -Gaby le respondió.

Clemencia sugirió:

  • Baja a desayunar, mientras se despierta el niño Mateo.
  • No gracias, no hay problema. Cuando Mateo despierte, te avisaré para desayunar.

Más tarde, Mateo se despertó y se sentó en la cama, mirando a Gaby con vergüenza e incertidumbre, estaba esperando su reacción. Sin embargo, Gaby simplemente se acercó, lo abrazó y le dio un beso en la frente, diciendo:

  • Buenos días, Mateo. ¿Cómo te sientes?
  • Bien -le respondió a secas.

Gaby pensó que debía tener hambre, y aprovechó para tranquilizarlo y distraerlo:

  • Debes tener hambre, anoche no cenaste. Espérame un momento, voy a decirle a Clemencia que ya despertaste.
  • No tengo hambre -insistió Mateo.

Gaby sabía que Mateo debía tener hambre, a pesar de su respuesta. Decidió abordar la situación con sensibilidad y comprensión:

  • Pero yo sí, anoche tampoco cené y mi estómago ya está sonando. Por favor, acompáñame a desayunar -le suplicó esperando que no se negara-. Espera un minuto, no me demoro.




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