Elizabeth estaba a punto de terminar su día laboral, sin embargo, antes pasó a dejar unos informes a la oficina de don Raymond. Cuando entró a su oficina pudo notar como rápidamente el presidente de la empresa se despejaba una lágrima de aquel rostro que reflejaba tristeza, y que con ojos rojos denotaba que había estado llorando. Le sorprendió verlo así. Nunca se veía a un director y jefe de una empresa tan exitosa llorar. Al verlo sintió pena y tristeza por él.
- Buenas noches Don Raymond, aquí están los informes que solicitó. - Se acercó a su escritorio y colocó los papeles.
- Gracias- le respondió con voz baja y con la mirada hacia el suelo.
- Me retiro señor
- Si, está bien
Cuando estaba a punto de salir, se detuvo y volvió para preguntarle.
- ¿Qué le pasa Don Raymond?
- Estoy bien
- Eso es justo lo que no dice su rostro, Disculpe que me meta, sé que no soy nadie, pero si en algo puedo ayudarlo, aquí estoy, puede confiar en mí.
- Gracias Elizabeth, estoy bien.
- ¿Seguro? Si gusta puedo traerle un café o algo. Sabe que, ahorita mismo se lo traigo.
Se acercó a la cafetera que se encontraba en la misma oficina de don Raymond y empezó a prepararlo. Don Raymond no dijo nada y siguió en silencio. Cuando terminó de preparar el café, le dio la taza y siguió parada en frente de él.
- Gracias- le decía mientras agarraba la taza
- ¿Gusta algo más?
- No, estoy bien, siéntese si no se va a cansar
Elizabeth se sentó en la silla y empezó a platicarle sobre noticias buenas de la empresa. No sabía cómo alentar a su jefe y pensó que con cosas buenas de su empresa podía mejorar el ambiente. Don Raymond no decía nada y solo escuchaba a lo que ella decía. A veces sonreía, pero de nuevo volvía a su semblante decaído. Cuando Elizabeth ya no supo que más decirle pensó en que tenía que retirarse.
- Bueno, creo que me paso a retirar, espero que se mejore
- Señorita Elizabeth… ¿Qué puede hacer un padre para que su hijo lo quiera? - le preguntó viéndola directa a los ojos
- Creo que…un hijo siempre va a querer a sus padres, ellos nos dieron la vida, y muchas cosas a lo largo de nuestras vidas
- Mi hijo me odia, y no sé qué hacer para que él deje de hacerlo- miró hacia el suelo
- ¿y usted lo odia?
- No
- ¿en verdad ama a su hijo?
- Por supuesto, haría cualquiera cosa para que el dejara de sufrir y… me quisiera, pero no sé qué hacer, he hecho lo que él ha querido hacer, pero siempre elige estar separado de mí, y no me gusta. Quiero protegerlo, quiero cuidarlo, pero, aunque siempre he tratado de hacerlo, él no…- enmudeció
- ¿y sabe por qué lo desprecia de esa manera?
Hubo silencio por algunos segundos
- Si… lo sé
- Entonces debería de hablar con él, tal vez primero hablando se comprendan muchas cosas y preguntarle a él lo que necesita o tal vez el problema sea él y no usted si es que él lo ve a usted como el problema. A veces como hijos no entendemos la protección de los padres que nos quieren dar, y… para nosotros lo vemos más como un fastidio, y, no comprendemos su amor, pero creo que también es necesario que ellos nos platiquen porqué creen que usan ese método de protección que nos quieren imponer. Si entre personas nos comunicáramos nos podríamos comprender mejor, a veces solo hace falta platicar y decir la verdad. Decisiones siempre se tomarán, pero, todo dependerá de cómo es que se hablen.
- Creo que tienes razón- Sonrió de lado mirando hacia el techo. - Es una buena persona Elizabeth. Gracias por escucharme y darme ese consejo. Tal vez le voy a hacer caso, a lo mejor mi método de protección ha estado mal y por eso he provocado todo esto. – terminó con voz tenue.
- Al contrario, señor, gracias por tener esa confianza en mí y platicarme sobre lo que le pasa
- Sofía tiene mucha confianza en usted, no sé por qué, pero ella la aprecia mucho, y si mi cuñada confía en usted entonces también yo puedo hacerlo
- Gracias señor
Unos saludos más de despedida y terminó retirándose. Al salir sintió tristeza en su corazón, ver así al señor más influyente y rico de Alemania era algo que no podía creerlo. Cualquiera podía pensar que personas como él no sufrían. Sus vidas en revistas y noticias reflejaban una vida perfecta. Siempre sonrientes. Costaba creer que don Raymond sufría y lloraba por su hijo. Lo único que sabía de la vida personal de su jefe era que Sofía era su cuñada y que no tenía esposa, se rumoraba que tenía algunas parejas, pero nada serio. Y ahora se enteraba que tenía un hijo que no lo quería. Se preguntó si sus padres también sufrían por ella. Al ver un rostro tan afligido como el que había visto se hizo preguntar si ella sería una mala hija. No quería que sus padres sufrieran por ella, pero ellos no comprendían el propósito que ella quería conseguir. Y sabía que, aunque fuera egoísta tenía que anteponerse primero a ella antes que a sus padres.