El tiempo iba pasando cada vez más y nuevos sentimientos iban surgiendo. La primera vez que Adler sintió algo diferente por Dagmar fue cuando ella cumplió ocho años de edad. Siempre la había visto como su hermana menor, protegiéndola y cuidándola, pero cuando la vio con aquel vestido rojo en su fiesta de cumpleaños quedó impactado. Sus grandes ojos azules y su melena rubia que colgaba de ella la hacía verse tan hermosa. Desprendía una luz impresionante con su gran sonrisa y su ternura de niña. Pensó que no había otra niña tan hermosa como Dagmar. Algo le hizo verla diferente, sentir algo distinto. Y lo mismo pasó con Dagmar. Dagmar ya sentía algo por Adler desde hace un año, pero nunca le dijo nada, pero a partir de ese día cada vez que se veían se sonrojaban. La pena que sentía cada uno los iba distanciando cada vez más, pero cuando en unas vacaciones Loan obligó a Adler a confesarle lo que sentía a Dagmar, Adler fue decidido a hacerlo.
Las manos le sudaban, caminaba muy lentamente hacia ella, sentía que sus pies le pesaban. Pero ahí estaba ella, en medio de las flores del jardín con un lindo vestido azul. El sol le reflejaba en su rostro iluminándola y haciendo que se viera más blanca de lo que ya estaba. Adler volteaba hacia atrás y solo veía como Loan le sonreía y lo animaba para que siguiera adelante. Cuando llegó hasta ella, se sentó a su lado y se sonrieron, pero rápidamente apartaron su mirada. Después de unos minutos de silencio Dagmar puso su mano encima de la de él. Voltearon a verse y se miraron fijamente. Sus rostros se sonrojaron. Adler pensaba hacerlo, pero estaba muy nervioso, nunca antes había sentido tanto nerviosismo como en esos momentos. En esos instantes quería que su valentía que tenía para hacer las travesuras que siempre hacia lo ayudara, pero no estaba, había desparecido toda esa energía, todo ese carácter extrovertido.
Entonces volteó hacia Loan una vez más y ahí seguía él, mirándolo con una gran sonrisa. Tragó saliva y volvió su mirada hacia ella.
- Dag...dagmar... ten…tengo que de...cirte algo. - Le decía con un gran nerviosismo y tartamudeo.
- ¡Me gustas! - le confesó dagmar cerrando los ojos y apretando la mano de Adler.
Aquellas palabras le sorprendieron bastante a Adler, pero al escucharla su confianza regresó a él y entonces también se confesó hacia ella.
- Quiero decirte que desde ahora siempre te voy a querer- le prometió Adler
- Yo también.
Desde aquella vez las cosas mejoraron y volvieron a juntarse como antes. A partir de ese día se hicieron novios.
Al decirle a sus padres no se sorprendieron que sus hijos fueran novios, se alegraron bastante, sabían desde ya hace tiempo que sus niños se gustaban entre sí, y que era de esperar para que ambos se animaran a decirse. Por lo tanto, Vilhelm se alegró bastante. Quería a Adler como a un hijo y al escuchar que su hija era novio de él lo cargó y lo abrazó, desbaratándole sus cabellos y sintiéndose orgulloso de él y de su hija. Los demás también se alegraron, sabían que preferían que sus hijos fueran pareja a que escogieran a otras personas. Ambos eran buenos partidos. Eran tal para cual. La pareja perfecta. Su destino estaba unido para siempre.
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Tenía once años Adler cuando por primera vez se interesó en ver los dibujos que Vilhelm hacía. Siempre lo había visto en su casa, en la casa de Vilhelm o en las oficinas de la empresa como él hacía grandes dibujos en papeles de gran tamaño. Pero aquella vez le sorprendió bastante el dibujo que empezó a interesarse cada vez más. Vilhelm le explicó que era arquitecto y que él se encargaba de todas las construcciones de la empresa. Le había dicho que él había diseñado la empresa. Y que en cada cambio él se encargaba de hacerlo.
- Por eso desde pequeño me dabas muchas cosas bonitas, ¿tú las hacías?
- Claro que sí, siempre hago nuevas cosas. – agarró un papel que ya no utilizaba y empezó a doblarlo- Me encargo de hacer las cosas interesantes, creativas y sobre todo que sea divertido. Es hermoso crear nuevas cosas. ¿ves?
Le mostró un cangrejo que había hecho con el papel. Se lo dio
- ¡Wow! ¿Me puedes enseñar? - le preguntó feliz
- Claro- le sonrió- pero sé que tu podrías crearlo sin mi ayuda, sé que eres muy inteligente y talentoso. Además, he visto los dibujos que le has hecho a dagmar- Adler se sonrojó- son buenos.
Al ver como Adler se sonrojaba Vilhelm empezó a reírse. Adler no dijo nada, permaneció callado.
- Dibujas bien, ¿te gusta?