Tenía dos semanas de que Adler había cumplido diecisiete años.
En su casa se encontraban Vilhelm, Maelia, dagmar y otros invitados celebrando de que al fin habían catalogado en las mejores revistas a Raymond como uno de los hombres más ricos y de que la empresa Oracle estuviera como la mejor empresa de toda Alemania. Estaban tan felices. Todo un gran festín. Música, alcohol y grandes personalidades que complementaban un gran regocijo.
En Aquella noche el control no estaba en los planes de la fiesta, lo único que querían era tomar y festejar. Vilhelm hizo que Adler tomara cerveza y todo tipo de alcohol. Le dio de todo para que supiera lo que era disfrutar. Sus padres no se molestaron en detener al hombre que estaba haciendo emborrachar a su hijo, a pesar de que no estaban de acuerdo con que Adler tomara, no querían arruinar un maravilloso momento como el que estaban teniendo. No le dijeron nada. Además, estaban en su casa.
Dagmar solo veía como su padre hacía que su novio tomara. Y por ser su padre, el hombre que más admiraba Adler, sabía que no le negaría nada.
Desde lejos, mientras bebía entre las garras de Vilhelm observaba a dagmar, ya llevaban años con su noviazgo y no dejaba de quererla ni un poco, sino al contrario, sentía como su amor incrementaba más, cada vez la veía más hermosa, su cuerpo estaba desarrollándose y su silueta de mujer se transformaba cada vez más; hacía que sintiera más atracción por ella.
Vilhelm vio como Adler miraba a su hija. Le desbarató su cabello como siempre lo hacía y parándose con una copa les gritó a todos los invitados que quedaban que brindaran con él, por el bello noviazgo de su hija con Adler. Todos disfrutaron brindar. Sabían que aquella pareja estaba destinada a casarse y ser felices para siempre. Vilhelm hizo que Adler bebiera toda la cerveza que tenía su vaso como fondo.
Aquel último vaso que bebió hizo que se empezara a sentir mal. Con la ayuda de dagmar llegó hasta su habitación. Se sentía tan mal, empezaba a marearse, a reírse y a no percibir algunas cosas. Cuando estuvieron en su cuarto dagmar lo recostó en su cama.
- Dagmar, no te vayas, espera- le dijo cuando vio que ella tenía la intención de retirarse
- Adler debes descansar.
- No, te quiero decir algo. – Dagmar se volvió a acercar a él
- Quiero que sepas que te amo, eres la mujer más hermosa del mundo, te quiero tanto, y te deseo como no tienes idea. Eres la mujer de mis sueños, de mi vida y quiero estar siempre a tu lado. - Le decía mientras se levantaba para quedar sentado en la cama
- Yo también te amo Adler, eres el amor de mi vida, y siempre vamos a estar juntos. Cuando seamos más grandes nos casaremos y estaremos juntos para siempre, y formaremos nuestra familia.
- Eso será hermoso, ya quiero que eso suceda. – le dijo y la besó.
Aquel beso fue profundo y hermoso para ellos. Se recostaron en la cama y se quedaron abrazados. Dagmar se fue cuando se percató que Adler se había quedado dormido. Antes de irse lo besó por última vez. Le dio algunos besos en sus mejillas y le exclamó al oído que lo amaba y que siempre estarían juntos.
Al siguiente día al despertar le dolía la cabeza, todo le daba vueltas y sentía ganas de vomitar. Esa sensación era de lo más horrible. Volvió a dormirse.
Cuando una vez más volvió a despertarse le marcó a su novia. Se sentía feliz porque a pesar de todo podía recordar lo que habían hablado en la noche, pero no le respondió. Pensó en irla a ver a su casa, se bañó, se vistió y con gran alegría caminó hacia la salida de la casa.
Cuando estaba a punto de llegar para salir, la puerta se abrió primero y se encontró con alguien que no había visto desde hacía mucho tiempo.
- Hola mi amor, ¿cómo estás? - se acercó una mujer y lo abrazó fuertemente
- Tía, ¿Tía qué haces aquí? – le preguntó sorprendido
- Vine a verte, es obvio. – él también la abrazó fuertemente con tanta alegría
- Hace mucho tiempo que no habías venido, ya te extrañaba- le decía mientras seguían abrazados
- Perdóname amor, perdóname, no pude venir antes, pero a partir de ahora me quedaré para cuidarte.
Adler empezó a escuchar como su voz empezaba a quebrantarse como si quisiera llorar.
- ¿estás bien tía? ¿te escuchas rara? – quiso dejar de abrazarla para verla, pero ella no lo dejó y siguió abrazándolo fuertemente- ¿tía que sucede?