Suspiros.

Capítulo 34

Ya habían pasado cuatro semanas desde que Loan había desaparecido de sus vidas. No le había dicho nada a Adler y no había vuelto a llamarla.

Su relación con Adler no era la misma después de que apareciera. Después de haberse vuelto su cómplice. Se sentía la peor persona. Se aborrecía y lloraba todas las noches recordando lo cruel que era. Siguió evitando varios días más a Adler hasta que sintió un poco de paz en su corazón, pero, el tormento llegaba siempre al besarlo. Sabía que en verdad lo amaba y que al que quería de en verdad era a él, pero vivía recordando su pasado una y otra vez. Sabía que por más que pensara y pensara en todos los momentos vividos con Loan, el amor había desaparecido. Tal vez lo único que sintió esas noches fue solo placer, un momento de pasión. Una simple tentación. Un estímulo totalmente erróneo. Quería regresar y haber cambiado esas decisiones.

Se preguntaba una y otra vez qué es lo que tenía que hacer. Pero, tal vez el silencio era lo mejor, callar para siempre. Eso creyó.

El tiempo curaría eso. Además, Loan no regresaría nunca más. Siguió simulando todo. Sonriendo y tratando de ser la misma. A veces pedía perdón sin ninguna razón para él, sintiéndola más tierna y única.

Trató de que la última semana se curara a su lado, durmiendo y sintiendo sus brazos y suaves besos. Su presencia era cálida, la llenaba de paz y absoluta tranquilidad. Era como estar en una playa escuchando el sonido del mar. Pero se preguntaba de que si él se enteraba de la verdad, el agua quieta entraría en grandes olas peligrosas. No quería que se sintiera triste como lo conoció, no quería hacerlo sufrir. Quería protegerlo y estar a su lado. A veces hablaban de todo lo que habían vivido para así asegurarse de que su amor era verdadero. Siempre buscaba la oportunidad para decirle que lo amaba y que quería estar por siempre a su lado. Tenía miedo, tenía vergüenza, sentía dolor y se escondía en palabras de amor. Tal vez era la culpa que le provocaba decir con mayor frecuencia aquellas palabras. Lo único que deseaba era ser feliz olvidando todo lo que había pasado.

Era domingo por la noche y la cena que habían tenido junto con sus amigos había terminado. Se encontraban solos en la sala sonriendo y conversando de la historia graciosa que les había contado Jenell. Adler agradeció enormemente que todos se fueran para así compartir más tiempo con su amada. Verla en este momento tan feliz y hermosa era sublime.

Subieron a la habitación y continuaron con sus pláticas, la abrazó y después decidió ir por algo más para cenar. Se sonrieron burlándose y bajó a la cocina.

El tiempo que estaba tardando la hacía perderse en sueño cada vez más. Estaba cansada para bajar. Quería quitarse las zapatillas y el vestido negro que llevaba puesto. Bañarse y quedar completamente dormida. Se sentó en la cama despejándose un poco del sueño que la atacaba con bostezos.

Sintió una presencia en la puerta. Sonrió, pero instantáneamente volvió a un semblante serio. No llevaba camisas o ropa que lo hiciera ver elegante o culto como siempre. Una playera color negra, jeans azules, tenis, y una chaqueta café es lo que vestía.

- Te ves hermosa- la halagó sonriendo y caminando hacia ella.

- ¿Qué... qué haces aquí? - preguntó sorprendida levantándose.

- Te he traído un regalo

Metió su mano izquierda en el bolsillo de su chaqueta, y la sacó en forma de puño. Giró en forma supina, la extendió y le mostró una pulsera negra.

- La he encontrado nuevamente- sonrió agarrándola con sus dos manos - Es igual ¿Lo ves?

- No quiero eso

- ¿Por qué no? Es hermosa, tiene nuestra luna- trató de acercarse a su muñeca.

- ¡Vete Loan! – le susurró evitando que la agarrara. – Por favor, Adler está aquí.

- Lo sé, se encuentra ocupado, no te preocupes.

- Claro que me preocupa, ¿A qué has venido? ¿Por qué has vuelto?

- Es obvio ¿No crees?

- No…no entiendo ¿De qué hablas?

Se acercó más, agarró sus mejillas y le sonrió dulcemente.

- De nosotros- le contestó besándola

- ¡Así que ésta es la verdad que me querías mostrar!

Escucharon la voz de Adler. Lo voltearon a ver. Su semblante estaba caído y sorprendido por lo que había presenciado. Miró la pulsera que tenía Loan en sus manos.

- Así que eras tú- sonrió expresando tristeza y enojo. – todo el tiempo fuiste tú

- Adler… dejame explicarte- habló Elizabeth

- ¿Y qué me vas a decir? ¿Qué el hombre que te regaló la pulsera era Loan? ¿Que el hombre que amabas era él? Ahora entiendo por qué reaccionabas tan diferente cada vez que venía. Porqué me evitabas y porqué…




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.