Suya

Apuestas por amor

Ciudad de México. Diciembre de 1987.

 

Ella le tendió la mano en actitud suplicante, sabiendo, aun sin ver, que no lo conseguiría. Samuel estaba a su lado, y a la vez a kilómetros de distancia. Ella lo quiso como se quiere a un hijo, y lo amo por encima de todo. Lo que sucede es que, en ocasiones, no se puede conseguir lo que se quiere, y entonces solo queda rezarle a Dios para que aquel a quien amas consiga una felicidad que a ti se te escapó de entre los dedos.

Ella lloró. Por él, principalmente, pero también por ella.

-Perdóname -susurró en la oscuridad, mas nadie había allí para escucharla.

Ellos ya se lo habían llevado. A Samuel; a su hijo.

 

 

Little Italy, Texas, abril de 2016

 

Samuel no era un héroe. Nunca lo fue, y nunca lo sería; pero aquella mirada castaña que parpadeaba en su dirección hacía temblar toda su determinación de mantenerse al margen de lo que allí sucediera.

-No es una buena idea, Blue.

-Venga, quedan más de tres semanas aún.

Ella le miraba cómo si él tuviese escondido algún poder oculto. Como si se tratase de algún superhéroe perdido en algún punto de su camino hacia Hollywood. Y cuando ella lo miraba así, él simplemente pensaba que quizás, después de todo, sí que valía la pena hacer al menos el intento.

-Nadie me echará de menos.

-Yo lo haré. Por no hablar de tu familia.

-Marc ya se está ocupando de todo.

Como siempre, de hecho.

-Pero no vendría mal tu colaboración. Sabes que podrías disfrutarlo.

-¿Organizar con un grupo de mujeres entradas en años una fiesta de conmemoración a la Independencia? Creo que no.

-También estaré yo. Y Marc. Será divertido.

Ella no entendía. Ella miraba al mundo a través de sus ojos de cervatillo, sin ver en realidad aquello que no quería ver. Blue no comprendía que todos estarían mejor sin él. Que de acercarse a aquellas mujeres, estas lo mirarían tal y como lo habían mirado siempre: como a un forastero.

-¿Y qué me dices de poner algo de tu herencia mexicana?

-La independencia mexicana es en septiembre. No creo que ningún mexicano celebre, además, el 4 de julio.

-Aguafiestas.

No era por eso, no obstante, que no quería participar. Porque lejos estaba él de sentirse en deuda con un país que le había tratado a golpes durante toda su infancia. Si ellos necesitaban su ayuda, no obstante, él se la daría. Los Craig, por supuesto; porque ellos le habían dado a él todo cuanto poseía.

-¿Qué tendría que hacer?

Sus ojos se iluminaron, por supuesto, y sus mejillas regordetas se tiñeron, sonrojadas. Ella era fresca como el mar del norte.

-Hay una subasta en marcha para recaudar fondos. Los beneficios se utilizarán para modernizar las aulas de la escuela. Necesitamos a alguien que se encargue de ello.

Ella dejó su bolso sobre la silla para sentarse junto a él. Era domingo, y ambos habían decidido ir a ver una de las películas recién estrenadas al único cine que tenían en cincuenta kilómetros a la redonda.  El centro comercial estaba lleno de jóvenes que corrían de un lado a otro en busca de finalizar sus compras antes de que cerrasen las tiendas.

-Sabes -dijo ella mirando a su alrededor-, mañana regresaré a comprar.

-¿Otra vez? ¿A qué hora? ¿Quieres que te acompañe?

-No, no te preocupes. Voy a venir con Isabella y su sobrino. Le prometí enseñarle algún lugar donde poder adquirir aquello que necesitan para mudarse. No creo que haya otro sitio más adecuado que este.

Él se quedó mudo, con tantas preguntas en la punta de la lengua que casi fue imposible mantener el tono sereno.

-¿Vas a venir con ella? ¿Tú sola?

Blue rio, como si él hubiese dicho alguna broma.

-¡Pues claro! ¿Acaso crees que necesitamos un guardaespaldas? O peor, ¿que yo lo necesito para defenderme de ella?

Pronto recordó aquellos ojos oscuros, casi negros, que lo miraron con la confianza de quien se sabe al mando. De quien se sabe ganadora aun sin haber apostado si quiera. Ella era peligrosa, solo que Blue no podía verlo. Ella nunca veía nada.

-¿Quieres que venga contigo?

-¿Qué? En serio, Sami, creo que estás exagerando.

-No me llames así. Ya no tengo doce años.

-Para mí sigue siendo lo mismo -y entonces añadió-: Sami.

Había sido un diminutivo que odió de niño. Uno que le recordaba lo débil que una vez fue. Pero en boca de ella significaba cosas diferentes.

-Me gustaría venir, de todos modos.

-Y puedes hacerlo, pero más te vale que te comportes.

¿Es que acaso Blue no veía como aquella mujer se acercaba cada día más a Marc? Él sí que lo veía. Su hermano había estado hablando con ella a través de su teléfono móvil justo aquella mañana. Durante casi veinte minutos. Él le dijo que fue solo por motivos de trabajo, pero Samuel le conocía mejor que eso. Conocía aquella mirada risueña que teñía sus ojos azules de una eterna sensación de placer. A Marc le gustaba Isabella, y uno podía imaginarse perfectamente el porqué.




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