Me levanto, sintiendo un leve dolor en la cabeza, como un recuerdo que se resiste a salir a la superficie. Elyse, en la habitación contigua, duerme profundamente, ajena a la tormenta de pensamientos que me sacude. La sensación es cada vez más fuerte, como si algo tratara de abrirse paso desde el fondo de mi mente. La imagen de un rostro, o quizás solo una silueta, empieza a asomar entre los fragmentos borrosos de mi memoria. No puedo ver claramente, pero algo me dice que ese es el rostro del chico que me ha ayudado, o quizás no. Tal vez ha sido él quien me ha llevado hasta ese lugar, o tal vez solo es una ilusión creada por la confusión de esa noche.
La oscuridad del primer capítulo de esta historia, la noche en Syriun, es algo que desde entonces intento olvidar, pero me persigue constantemente. Apenas recuerdo nada. Todo ha sido un caos: las luces intermitentes, el ruido ensordecedor, y luego... nada. Solo oscuridad. He despertado en un lugar desconocido, sin saber cómo he llegado allí, y lo más desconcertante, sin recordar cómo he terminado en la cama de alguien que no conocía.
El aroma del café llena el aire, y agradezco la distracción momentánea.
Tengo que mantener a Elyse lejos de todo esto. No quiero involucrarla, no cuando ni siquiera yo puedo entender qué está sucediendo. Elyse es demasiado impulsiva, y si comienza a sospechar, no dudará en lanzarse de cabeza hacia el peligro.
Suelto un gran suspiro mientras me preparo un café. Intento ordenar mis pensamientos Sé que tengo que volver a Syriun, que necesito respuestas, pero no puedo hacerlo sola. Y definitivamente no puedo llevar a Elyse. Ella es mi ancla, la única persona que realmente me importa, y no puedo ponerla en peligro.
Unos golpes suaves en la puerta me sacan de mi ensimismamiento. Elyse aparece en el umbral, con su característico desorden matutino y una expresión adormilada.
—Buenos días, Lisha. ¿Huele a café? —murmura, frotándose los ojos.
—Claro, ya está listo —respondo con una pequeña sonrisa.
Le sirvo una taza y nos sentamos en la pequeña mesa de la cocina. Elyse me observa con sus ojos entrecerrados, como si intentara descifrar qué está pasando por mi cabeza. Intento actuar normal, pero la tensión se palpa en el aire.
—Ayer fue divertido, ¿no? —dice con una sonrisa ligera.
—Sí, lo fue —miento, evitando su mirada—. Estaba pensando... tal vez podríamos tomarnos un descanso de salir por un tiempo, concentrarnos en la universidad.
Elyse me mira con incredulidad.
—¿Tú? ¿Tomándote un descanso de la vida social? Eso sí que es raro —dice con sarcasmo, riendo suavemente—. Pero bueno, si es lo que quieres.
Siento una punzada de culpa por ocultarle tantas cosas, pero es necesario. No puedo arriesgarme a que se involucre más en algo que ni yo entiendo.
Después de que Elyse saliera para ir a la universidad, me quedo sola en el departamento. La imagen del chico misterioso sigue flotando en mi mente, pero sigue siendo una sombra, una presencia que se desvanece cada vez que intento concentrarme en ella.
Sé que tengo que recuperar esos recuerdos, pero no sé por dónde empezar. La oscuridad de esa noche en Syriun es impenetrable, y cada vez que intento recordar, mi mente se encuentra con un muro. Sin embargo, hay algo en esa silueta, algo familiar y desconcertante, que me hace sentir que él es la clave de todo.
El sonido de la puerta de entrada interrumpe mis pensamientos. Elyse ha regresado antes de lo esperado. Me levanto rápidamente y salgo de mi habitación, disimulando mi frustración.
—Olvidé mis apuntes —explica Elyse con una sonrisa—. ¿Vas a ir a la universidad hoy?
—Sí, en un rato —respondo, intentando sonar despreocupada.
Mientras Elyse recoge sus cosas, mis pensamientos vuelven al chico misterioso. No recuerdo su rostro, ni siquiera estoy segura de si lo he visto, pero algo en mi interior me dice que él es la pieza que falta en este rompecabezas.
Con Elyse ya fuera de la casa nuevamente, me preparo para salir hacia la universidad. La rutina diaria debería haber sido reconfortante, pero la sensación de que algo más se oculta en mi memoria y que eso es la clave para llegar a las respuestas que busco no me deja tranquila. Decido que lo mejor es mantenerme ocupada, y quizás el ajetreo de la universidad me ayude a aclarar mis pensamientos.
Tomo mi mochila y salgo por la puerta, al inicio de mi caminata todo parecía normal excepto por una ligera sensación molesta pero conocida, a medida que camino por las calles que llevan al campus, la sensación de ser observada se hace cada vez más evidente. Al principio, lo descarté como paranoia; después de todo, mi mente ha estado jugando trucos últimamente. Pero la sensación persiste.
<<Me están siguiendo>>
Acelero el paso, intentando sacudirme la incomodidad, pero no funciona. Es como si esos ojos que siento en mi espalda no estuvieran dispuestos a dejarme en paz. Giro la cabeza varias veces, buscando alguna señal de que alguien me sigue, pero la calle está tan tranquila como siempre. Solo el murmullo lejano del tráfico y el susurro del viento acompañan mis pasos.
Mientras me acerco a la universidad, la sensación se intensifica. <<¡Se está acercando!>> No es solo una paranoia pasajera, hay algo real en ello. Mis instintos me dicen que no estoy sola. No puedo sacudirme la idea de que alguien, en algún lugar cercano, me está siguiendo con la mirada.
Editado: 15.10.2024