Tarde En El Verano

—Capítulo 2–

REBECCA.

Me muestran los informes, y por estar pensando en otras cosas no me enfoco en escuchar lo que me dicen, por lo que decido guardar silencio al no entender la mayoría de lo que hablan, odio gritar pierdo la cordura y es injusto.

Soy una persona que me gusta demostrar cuando esa emoción está latente en mí, así que para evitar malos comentarios me callo, firmo un par de documentos y otros los dejo para después.

Trabajo en la cuestión legal de la empresa de mi padre, como toda hija hago lo que se espera y es seguir los pasos de ellos, si tienen franquicias, ya tienes asegurado el futuro.

Mi padre el más feliz, queriendo dejarme a mis veinticuatro años el cargo, se va con más frecuencia de vacaciones con mi madre lo cual es beneficioso para ellos. Es algo injusto, pues creo que no tengo la experiencia requerida, me esfuerzo pero me falta. En cambio mi hermana mayor está en su búsqueda de paz interna, tres años que lleva buscando y solo no la encuentra. Así que el cargo es para Rebecca la hija ideal, profesional, buen estatus económico, independiente siempre, sin responsabilidades aparentes, el trabajo soñado, la vida resuelta casi casi, solo le falta para ser perfecta un hombre. Porque sí, el matrimonio tendría que asegurar alianzas y descendencia.

Pensamientos retrógradas, soy feliz sola. O es el mantra que me digo día con día, sin embargo, también está la idea de que no puedes añorar algo que nunca has tenido, al ser tan independiente al mundo se le olvida que existes y que requieres de vez en c usando ayuda.

El pensamiento de mi padre es: tú puedes con todo, nunca has pedido ayuda.

Vaya mierda, ¿con quien te refugias cuando tú eres el refugio de todos?

¿Con quien muestras tus flaquezas cuando todos te han puesto una armadura gigante para que los protejas?

Es agotador ser la que siempre puede con todo, no importa, lo has de solucionar.

En el fondo sé que estoy donde estoy por mis capacidades y claro ser la hija del CEO debe ayudar en mucho más, pero me mantengo por mi cuenta, porque me importa lo que hago. Sin embargo, no debería ser la única que se esfuerza por sacarla adelante y que los demás miembros solo cobren su parte en alguna parte del mundo.

El día termina y en lugar de irme a mi casa me marcho a un Pub, pido una copa de vino —¿Por que no? y es ahí donde me pregunto ¿por que nos olvidamos de nosotros siempre? Al carajo los demás, también nosotros merecemos ese tiempo de calidad, ese auto regalo, esa cena en el mejor restaurante, ese mimo propio, total todo, sin embargo, somos los últimos en atendernos y no debería de funcionar así la vida —. Lo saboreo y degusto, siento como mis hombros comienzan a relajarse y me dedico por fin a pensar en mí, fue un día diferente y sé que vendrá después de ello. Suelto el suspiro que me hace sentir como Si liberara el huracán que llevo dentro.

Pensar y pensar, los recuerdos nos mueven, nos mantienen vivos y recordamos quienes hemos sido al pasar del tiempo, comparamos si hemos cambiado o solo un día te levantaste y dijeron eres adulto responsable anda toma estas carpetas sobre tus hombros y arriésgate, la experiencia vendrá con los errores.

Suelto el aire contenido una vez más.

Voy por la sexta copa, alejo a todo el que se me acerca. No quiero a nadie cerca de mí. Pero pareciera que tengo un letrero que dice “Quiero que me folles“.

Siento su aroma enterrado en mi nariz Y siento esta misma picarme. Veo doble por el consumo de alcohol en mi cuerpo, la sangre la siento caliente y tan solo pensar en pararme me hace tambalear.

Hay poca gente bailando, lo pienso, lo analizo y me arriesgo, me arriesgo a dejar de ser yo y lo que otros esperan de mí y hago lo que yo quiero. guardo mis tacones en el bolso y salgo a bailar sin penas, ni miedos, siempre he sido rebelde, aún no se si mi rebeldía es con causa o no, pero me hace feliz.

Bailo al compás de la música, si el mundo me mira raro que les den.

Trato de evitar de este modo los pensamientos que se que han de tocar mi puerta en cuanto llegue a la cama esta noche. Me limpio la cara al sentirla húmeda por el sudor y algo más Y continuó, como siempre lo hace Rebecca Bélanger.

ALFRED.

Pongo los dígitos en el ascensor y siento la vida monótona, subo en cuanto me da acceso, miro las puertas laminadas, sin pensar, sin divagar solo miro, en realidad ni si quiera se que estoy mirando, si la puerta o mi vida o la nada.

Salgo de él y me quito la chaqueta dejándola sobre el sofá. Miro mi muñeca y lo que la rodea, ese Reloj, sé que lo noto, ella cree que jamás la conocí lo demasiado, pero tengo mis dudas.

Lo detalló con cuidado, lo desabrocho y lo acerco a mi vista.

Pasaron tantos días, para volverla a ver, seria mentira si dijera que no esperaba este momento, se sigue aferrando a sus ideales, es obstinada como ninguna. Y lo acepto incluso hasta un dolor de cabeza, pero era ella.

Dejo el reloj en la mesilla y me dirijo a tomar un trago de whisky.

Miro la pared de retratos y ahí está la foto grupal del B. College.

Ella sobresale como siempre, en aquellos años tenia un gran porte, elegancia que imponía. Todos los hombres la miraban con respeto, hasta yo.

Era un enamoradizo en esa época, aún lo soy, o mejor dicho creía serlo.

Hasta que la vi, esa mirada color avellana, esa estatura, esa voz y sobre todo ese cabello oscuro, Sin duda sobresalía. Lo supe, era ella. Y nadie más fue en ese tiempo.

Salgo a la tumbona y me recuesto a ver el cielo, siempre la pienso, la sueño o la mencionó.

Es como una estrella fugaz, esperas con tanta ansia verla que cuando la miras no sabes que deseo pedirle.

Eso es para mi Rebecca.

Mi celular suena y miro el mensaje que me saca de mis turbaciones.

Es Maia.

“La princesita dando show público”.




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