Tarde En El Verano

—Capítulo 4—

(PASADO)

REBECCA.

La vida se va en un abrir y cerrar de ojos hace unos días (ayer y antier), estaba acostada sobre la tumbona mientras en mis auriculares sonaba música, la parrilla asaba carne y la alberca me esperaba. Sí, los fines de semana son melancólicos y fugaces y quien opine lo contrario ama su cotidiana monótona vida, Pero bueno, la escuela tiene que regresar, no tuve tiempo de peinarme así que avanzó lo más rápido que puedo para llegar a clases, ya habrá tiempo para acomodarme el cabello, los lunes suelen ser caóticos, tomo asiento y espero a que se llene el aula no presto atención a nadie solo a mis apuntes, las matemáticas son fáciles o al menos les entiendo.

Mi humor es neutro, nada fuera del balance, los cotilleos resuenan de acá a allá y sigo sin prestar atención no es algo que me agrade. Al menos no verme tan obvia, para pasar desapercibidos.

Las clases dan inicio y solo procuro seguir siendo una alumna ejemplar, eso da beneficios a grandes escalas después Y claro el propio ego es un platillo que se saborea al instante.

Cuando salimos a desayunar miro a un chico del equipo de soccer y me entretengo viéndolo.

—Es guapo.

—¿Tú admitiendo eso? —Ari abre con exageración la boca.

Y me rio.

—no porque sea anti romántica quiere decir que no tengo ojos, aprecio lo que la vida bendice.

—Cierto, eres más coqueta de lo que piensas. Siempre haces eso, miras con indiferencia pero a la primera que se acercan finges desconocerlo y por ende tratarlos de usted, es como sé que estás coqueteando silenciosamente.

Ruedo los ojos y evito decirle “Touché”.

Nos dirigimos a desayunar y mientras tomamos asiento comienza la charla del fin de semana.

—Fue aburrido, mamá invito a sus amigas y tuve que sentarme a escuchar tres horas de la última orquesta a la que fueron. Creo que redactaron cada segundo de ello. Y tú amarías esos temas, pero yo no.

—Pobre Ari.

—Tu sarcasmo no me ayuda ahora Becca. Si me hacen un examen sobre ello apuesto que lo paso hasta sin ver.

—te dije que fueras a mi casa.

—Ya sé, lo iba a hacer pero prometí pasar tiempo con mi madre. Sabes que pocas veces tengo la oportunidad de verla.

—Bueno, al menos eres más culta ahora.

Se ríe y yo no lo hago pues veo que a mi dirección viene una pelota de goma, la cual alcanzo a tomar entre mis manos antes de que se estampe en mis narices. Y no, no es Poot impresionar que tengo reflejos súper dotados, sino porque mi sistema ve el riesgo.

Las risas de la mesa de enfrente estallan al igual que los aplausos.

—Que buen agarre, chica.

Hombres.

—Vaya Becca si Que tienes reflejos.

—claro, si no estos idiotas me mandan a quirófano. —No, no estoy nada feliz por ello.

Tres chicos se ponen de pie y vienen a mi mesa por lo que se les perdió.

—Buenos días damas, una disculpa por eso.

Habla el de en medio. Tiene voz profunda y mirada coqueta. Algo respiro que me hace estornudar.

—Distingida señorita ¿me lo devuelve?

Sigue hablando, con mala cara se la arrojó de regreso.

—Gracias y una disculpa sincera.

No respondo y continuó con lo mío aunque Ari ahora está embobada viendo a uno de los chicos.

—No pasa nada, los accidentes ocurren. —dice mientras yo los ignoro. —y mi amiga lo entenderá.

No dicen más y se marchan.

—ocupó su nombre.

—¿De quien? —contestó con fingido interés.

—Del que no trae saco.

Lo miro y es guapo el joven.

—me encanto.

—Sí, tiene su encanto, ve y pídele su nombre, arriésgate.

Sus mejillas se colorean de rojo, una cualidad de Ariadne Cox para saber cuando tiene vergüenza, está enojada o solo tiene calor.

—Obvio no. Me apena.

—si sigues con ello, no sabrás si eres correspondida. Anda y pídelo.

—después. Después.

Asiento y le aprieto la mano.

—Está bien.

—de igual manera puedo decirle a Alfred que me diga sus redes sociales.

—¿Quién es Alfred?

—Él que te pidió la pelota.

—¿lo conoces?

Asiente mientras come su puré de manzana.

—fuimos juntos a un internado. Además sus padres son amigos de los míos.

—¿ha ido a tu casa mientras estoy yo?

Niega.

—No Va a esos eventos, tiene un ritmo de vida diferente. ¿Por?

—creo que lo he visto, no recuerdo donde.

—Va en tú mismo colegio ¿tal vez por eso?

—O sea sí, pero no te ha pasado que desbloqueas personas que pese a tu círculo cercano nunca les pones atención, después aparecen con continuidad en tu vida.

—Creo que sí.

—Pues así me pasa con él, creo que lo he visto antes, pero no recuerdo donde.

Trato de recordar y mientras tanto avanzó a dejar la charola donde corresponde, pienso y pienso donde fue que lo vi.

Llegamos al aula y sin medir el volumen de mi voz. Hablo:

—Ya sé dónde lo he visto.

Todos mis compañeros me observan y hago como si no hubiera sido yo la que hablo tan alto.

—¿Dónde? —murmura mi amiga.

—lo he visto con dos chicas distintas en menos de una semana. Y hoy que lo vi si tiene la mirada coqueta.

—Nada extraño en él, así es, en el internado todas querían con él. No es mi tipo. Así que solo conversábamos es buen muchacho cuando quiere.

—se me hace súper pretensioso.

—Y no fallas en tu crítica, se vale de sus conexiones, hay quienes dicen que hasta llegó a interactuar de manera cercana con la Reina. Su padre tiene un título nobiliario entre muchas cosas que lo hace ser quien es. Y se dio el lujo de salirse de Eton.

—Lo dije huele a pretensión.
Se encoge de hombros.

Tomamos asiento y esperamos a que la clase de Trigonometría termine.

Estoy mirando mis apuntes cuando siento que tocan mi hombro.

Volteo a ver a Cox y la miro sonrojada y evitando sonreír.

—¿Qué ocurre?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.