5 años antes
Sonreí mientras veía a mi prometido conducir por I-95 S. Él agarró mi mano izquierda, la cual estaba descansando sobre mi regazo, para llevarla a sus labios y besar el dorso de la misma. Ambos reímos, pues yo amaba cuando hacia este tipo de gestos románticos que me demostraba lo mucho que me amaba. Estábamos emocionados y eufóricos por la noticia que recibimos en nuestra visita con la ginecóloga. Pasé mi mano libre sobre mi vientre plano y conté los días para que pudiera ser visible para todos. Apretó mi mano pidiendo mi atención y giré mi cabeza hacia él.
―¿Cómo te sientes, amor?
―Feliz, emocionada, nerviosa ―dije con una gran sonrisa en mis labios.
―¿Le daremos la noticia a mis padres? ―preguntó esperanzado.
No habíamos hablado de contarles a nuestros familiares y amigos de que seríamos padres, pues apenas llevaba unas semanas de gestación y no creía que era bueno estar diciendo a todo el mundo de que estaba embarazada. Deseaba anunciarles la nueva buena después de pasar el primer trimestre, el que se consideraba muy crucial en esta nueva etapa de mi vida.
―Creo que sí ―murmuré, mordiéndome el labio inferior con nervios, ya que no quería romper su burbuja de felicidad.
―Cristyn ―reprendió. «A veces, me olvidaba lo bien que me conocía», pensé.
―Creo que es muy pronto para decirles. ―Desvié la mirada para que no viera mi inseguridad en ellos―. ¿Podemos esperar que pase el primer trimestre? ―pregunté, pues así me alistaba para la negativa que sus progenitores darían.
―Está bien ―suspiró, resignado―. Ellos entenderán porque no les contamos desde el principio.
Asentí dudosa de que eso sucediera, pues los padres de Ashton no eran fans de mi persona y cada vez que podían me lo dejaban muy en claro. Siempre se opusieron a nuestra relación, ya que yo no encajaba en su snob y rica familia. Ni ahora que llevaba el anillo de su hijo en mi dedo anular, no aceptan la idea de que Ashton se casara con un don nadie como yo.
Resoplé y puse mis ojos en blanco al recordarlos, pues siempre todo terminaba en discusiones y gritos. Apoyé mi codo en el borde de la ventana para mirar al frente. Amaba a Ashton con cada fibra de mi ser; nos conocimos en la universidad a la que asistíamos y compartimos algunas clases juntos antes de ser empujados a compañeros de estudio. Cuando lo vi por primera vez, mi corazón empezó a latir como loco y sentí las típicas mariposas en el estómago, al igual que una conexión invisible que atraía mi cuerpo al de él. Al poco tiempo estábamos saliendo oficialmente, pues nos dimos cuenta que teníamos muchas cosas en común y la atracción física que sentíamos el uno por el otro.
Él estaba a punto de graduarse en Leyes, pues quería ser un exitoso abogado como su padre. Me faltaba un año más de estudio en la misma carrera, aunque había adelantado algunas materias para estar al mismo ritmo que él, pero todavía me faltaban créditos. Bostecé ruidosamente, pues llevaba varios días sin dormir. Las náuseas empezaron hace unas semanas atrás provocando que lo poco que ingería lo terminara vomitando. Tampoco lograba dormir lo necesario por la sensación de malestar en mi cuerpo, apenas cerraba los ojos y tenía arcadas secas que hacían sacudir todo mi cuerpo. Ashton tuvo que obligarme a ir al médico cuando vio que la situación era algo más que una simple influenza estomacal, así que me arrastró a consulta pues yo odiaba los doctores.
Después de pasar por muchos exámenes, que me dejaron más agotada de lo que ya estaba y refunfuñando por el tiempo que perdíamos, la doctora nos dio la mejor noticia de mi vida; estaba embarazada de seis semanas de gestación. Ambos estábamos extasiados y ya empezamos a imaginar a un pequeño corriendo alrededor de nuestras piernas. Luego de esa información, Ashton consiguió una cita con la mejor ginecóloga-obstetra de la ciudad para que me revisara y llevara el control de mi embarazo.
Nuestras lágrimas cayeron cuando lo vimos en la pantalla granulada, era tan pequeño que parecía un frijol. Ninguno de los dos esperábamos tener hijos tan pronto, pues estábamos concentrados en obtener nuestro título y trabajar. Sin embargo, estábamos felices de saber que habíamos creado una vida juntos, que el amor que sentíamos formó un nuevo ser. Llevábamos dos meses comprometidos y poco a poco íbamos organizando la boda, pero con esta noticia tal vez adelantaríamos todo para que nuestro bebé naciera dentro de un matrimonio. Vivíamos juntos en el apartamento que sus padres le habían regalado cuando empezó la universidad y esa fue otra discusión con sus progenitores, quienes siempre se iban a oponer.
―Duerme ―dijo Ashton y giré mi cabeza para verlo―. Estás cansada, amor y todavía falta más de dos horas de viaje.
Asentí y soltó mi mano para que me pudiera acomodar en el asiento, me acurruqué correctamente antes de cerrar mis ojos. Estábamos viajando a la ciudad de Nueva York para el aniversario de bodas de los padres de Ashton. Ellos habían vociferado que no me querían en su fiesta, pero desde el momento en que su hijo y yo empezamos una relación nos convertimos en uno solo y rara vez nos separábamos, era como si estuviéramos pegados por la cadera, así que a donde él fuera yo iba, aunque a ellos no les gustara.
Llevábamos tres años de relación y todo iba de maravilla, un par de peleas por aquí y por allá, pero eran normales. Para nosotros era poco relevante la opinión de sus padres, aunque sabía que a Ashton si le dolía que sus progenitores no me aceptaran como su pareja. Suspiré, alejando ese triste pensamiento de mi cabeza pues quería descansar antes de que me enfrentara al diablo, mejor conocida como la madre de mi prometido. «Si sigues pensando, no vas a dormir», murmuró mi mente.