CAPÍTULO 01
Maciel ardía en furia, jamás imaginó que ella, precisamente la mujer que menos deseaba ver regresaría y amenazaría con Leah, esa chica dulce, tierna, hermosa e inteligente que no merecía su mentira.
Aventó todos los objetos, computadora encima de su escritorio molesto, se dejó caer en el suelo de la oficina desilusionado. Observó a través del gran ventanal que poseía el último piso de ese edificio. Su empresa, aquella que heredó con tan solo veintiún años, el lugar que lo hacía olvidar el dolor de cabeza constante que solía ser su vida fuera de ella.
Tener dinero siempre le proporcionó lujos y una vida de calidad, pero nunca la felicidad.
Apoyo su espalda en la pared recordando…
Rebeca, su primer amor, la mujer que le quitó todo, sus padres, hermanos, familia, hijo, absolutamente todo. Aquel fatídico día que jamás olvidaría. Su mujer en la cama de su abogado, su mejor amigo relatándole toda la verdad, abriéndole los ojos.
Su mundo se vino abajo, su creencia en el amor se derrumbó, su mente colapsó en aquel tiempo, con aquellas grandes pérdidas y sin tener una pista logró salir adelante, sin apoyo de nadie. Era decidido, tenaz, inteligente y con una fortaleza inexplicable.
No obstante su vida permanecía en pausa, vivía el día a día, salía, iba a la empresa y regresaba a casa. Una mujer cada fin de semana, sin compromiso, siempre la misma rutina.
No se acostumbraba a nada, no exigía y tampoco se involucraba demasiado. Joven, apuesto y un gran partido para las mujeres interesadas sin embargo él era explicito antes de dar inicio a una noche, nadie podría acusarlo de falsas promesas. No volvería a creer en el amor, no volvería a enamorarse, no volvería a confiar en su corazón. Ya lo había hecho una vez, no cometería el mismo error dos veces, había perdido demasiado como para volver a intentarlo.
Pero algo había cambiado en su interior desde aquella mañana…
***
Estaba en New York como siempre para atender algunas reuniones, el tráfico era ligero a esas horas del día, pidió a su chofer aumentar la velocidad… llegaba tarde, muy tarde a la reunión todo por culpa de la defectuosa radio que no consiguió apagar.
De un momento a otro Maciel la ve y grita, su chofer intenta esquivarla, pero no hay nada que hacer. La chica conducía a toda velocidad con su moto y se estrelló contra el lado derecho de su Bugatti. Un grito estremecedor provino de la chica que desaparece en segundos de la ventanilla y cae al suelo. Jessie frena inmediatamente y él baja con velocidad sin pensar.
Da la vuelta al Bugatti lentamente mientras escucha los cláxones y gente gritando. Entonces la ve. Allí, en el concreto, tumbada, quieta, inmóvil, con los ojos cerrados.
«¡Mierda! La matamos », pensó. Se inclinó un poco hacia delante. Ella abre los ojos despacio y entonces le sonríe.
Suelta el aire retenido en sus pulmones al verla despierta.
—Dios mío, estoy en el cielo.
—JA ya quisieras linda
—¡Joder! es que ni siquiera me dejas soñar un segundo. ¿Quién eres?
—El dueño del auto nuevo que acabas de dañar.
—¡Pues vaya! —se reincorpora lentamente—. ¿Dónde diablos estabas mirando, dueño? ¿En qué demonios piensas al no frenar con la luz roja del semáforo?
—Lo sé, lo sé, ¿Estás bien?
—Lo estoy, debo irme, no te preocupes estoy bien —tenía una voz hermosa, dulce, sacudió la cabeza para dejar de pensar y asintió para ver a la chica levantar la moto rápidamente y marcharse con rapidez.
¿Qué había sido eso?
—Señor, la reunión ya comenzó, él joven Ricardo informó que se haría cargo —informa Jessie mientras observó a la chica girar a la izquierda.
—Síguela Jessie —Subió dando la orden a sus escolta, necesitaba saber si se encontraba bien.
Tantas reuniones, contratos, propuestas, lo tenían exhausto, necesitaba unas vacaciones.
—Joven, la señorita ha entrado a una cafetería frente a su empresa.
Aquel lugar tranquilo, hogareño le pareció ideal para relajarse y de una preguntar por su estado. Pidió a su chofer detenerse allí.
Entró sin fijarse mucho en la decoración, eran las nueves de la mañana y había poca gente en el café. Encontrar mesa no fue un problema pero si ver a la chica ser golpeada por un hombre mucho más alto que ella.
—Te pagaré, lo haré, solo dame un poco más de tiempo —sus ojos reflejaban miedo pese a mantener su rostro en alto.
—Hasta mañana Leah, no más, mi jefe me matará si se entera de esto.
Uno de mis escoltas se acercó y detuvo al frente de la mesa.
—Joven el señor Ricardo exige hablar con usted urgente.
—Vamos —respondo viéndola por última vez.
En la tarde cuando la cafetería ya estaba cerrando Leah Ferrer disfrutaba de su café mientras su mirada se perdía en la ventana que estaba a su lado y que revelaba el atardecer que caía sobre Manhattan, New York.