CAPÍTULO 5
Un día después Leah, llegó puntual a la cafetería, aunque le insistió a Raquel no pudo evitar terminar vestida con una falda y bonita camisa a juego. Su cabello lo llevaba como siempre, suelto y ondulado, sin maquillaje, prefería estar sin esa capa que la hacía sentir como un payaso. Maciel la vio hablando con la señora del día anterior. Lucía exhausta, apreció él a simple vista.
Aún tenía curiosidad acerca de su vida y aquel chico que vio el día del accidente.
¿Por qué se sentía tan atraído por esa chica?
Leah se despidió de Lolitha y salió a su encuentro. Maciel portaba un traje de lujos como cualquier dueño de una reconocida empresa y la esperaba con la puerta abierta, el mismo vehículo que curiosamente la había atropellado unos días atrás.
—Buenas noches, Leah —la saludó, observó el interior del vehículo y dudó en subir, lo observó y decidió arriesgar lo poco que tenía en aquella velada. Maciel rodeó el vehículo e imitó sus movimientos ubicándose en el puesto de conductor.
—Eres consciente de que no muerdo ¿verdad? —dijo al notar su piernas temblorosas.
—Eso quiero pensar —respondió ella con sinceridad. Eso le fascinó a Maciel, era tan ingenua, inocente que provocaba encerrarla en una cajita de cristal. Estaba tensa, sin saber dónde colocar las manos y con las mejillas completamente ruborizadas, podría decir que estaba como un tomate.
—Bueno no hoy —confesó él relajado haciéndola colorar más sus mejillas.
—Eh, señor Herworth ¿Es usted un perro? —se atrevió a decir Leah para aligerar la tensión.
—Pues dicen que los perros aman perseguir a los gatos aunque yo pienso que es amor a primera vista.
—Su teoría es un poco curiosa y diferente a la que yo aprendí.
—Podemos discutirlo, cenaremos y conversaremos un poco... Es eso lo planeado ¿No es cierto? —interrogó anhelando poder sacarle más palabras de las que ya había dicho.
—Y descubrir que pasa con los perros y gatos —agregó ella perdiéndose en el perfil de aquel rostro que la tenía hechizada. Él sonrió y la miró pensando en que pudo pasarle a aquella hermosa joven con mirada limpia, pero llena de muchos misterios.
Comieron en un lugar tranquilo, sencillo, casero y para nada extravagante. Maciel no quería espantarla y mucho menos hacerla sentir inferior. Se daría el tiempo libre para conocer un poco más de su mundo y alejarse de tanta alfombra roja, de las luces donde todo siempre es un teatro, de la falsedad de las personas, a diferencia de Leah que actuaba con total espontaneidad, era hábil, inteligente y muy divertida si encontrabas su punto débil aun así algo en su mirada le decía que no todo estaba tan bien como ella quería demostrar. Había desolación y preocupación. ¿Qué podía preocupar a una chica de su edad? No podía tener más de veintidós años.
Por la cabeza de Maciel pasaban un sin fin de opciones: embarazo no deseado, perdida de un familiar, corazón roto y aunque realmente su corazón estaba hecho trizas no era precisamente por un amorío.
El resto de la velada se pasó entre conversaciones y risas de parte de los dos, él se sentía como en una burbuja y deseaba no salir de ella nunca jamás. Por primera vez luego de tanto tiempo se sintió motivado, fresco, joven, con ganas de seguir. Escucharla hablar era como sentir una ráfaga de viento azotar tu rostro sin avisar.
Cuando terminaron decidieron caminar bajo las estrellas y alargar aquella bella noche que ambos estaban disfrutando. Para que sus cuerpos identificaran esa extraña sensación que en los dos se desarrolló apenas conectaron sus miradas luego del accidente.
Maciel estuvo observándola todo los días después de trabajar, terminaba su horario en la empresa, asistía al café y luego cuidaba de una abuelita cerca de su casa.
Cuidaba de sus dos hermanos, sus padres murieron en un accidente un par años atrás, por lo que se vio obligada a trabajar mientras terminaba sus estudios. No quiso seguir preguntando al notar su dolor y sensibilidad, sabía lo que era perder a seres cercanos y no quería hacerla recordar escenas no gratas del pasado. Sin embargo, Maciel sintió unas ganas inmensas de cumplir su deseo y encerrarla en una cajita para que nadie pudiera dañarla.
***
Recordar eso lo enfureció, no la cuidó, no la protegió, no puso atención a las amenazas que recibía, de su ex-prometida loca y un par de drogadictos, jamás pensó que aquella flor fuera una de las blancas más buscada por la pandilla de delincuentes Pirror. ¡Que estúpido fue! Siempre tuvo los indicios, eso era lo que Rebeca buscó al regresar. Y ella, su Leah le mintió, si había más detrás de aquel accidente donde murieron sus padres, siempre hubo más debajo de la luz de sus ojos y él creyó en su mirada, en su sonrisa, su sinceridad, un encanto que parecía no ser más que una terrible fachada.
—Oh vamos Mac, enserio creíste que esa niña te amaba. ¡Mírala! —gritó Rebeca tirando un sobre encima de la mesa para luego marcharse.
Pasó de foto en foto, observando cada una de ellas, entonces recordó al tipo que vio cerca de ella al entrar en la cafetería luego del accidente, ese era su pareja y él era su amante.
¡Fue todo un engaño!