Te estaba esperando

Capítulo 14

Al día siguiente, en la clínica, Alberto buscó a Fernando

—¿Tienes un rato libre? — Le preguntó al entrar a su consulta.

— Sí por supuesto, pasa ¿Quieres un café?

— No gracias, así estoy bien. — Dijo Alberto mientras se sentaba. — Quiero hablar contigo de Evita.

Fernando estaba intrigado, pero empezaba a sospechar de qué iba el tema. — ¿Qué pasa con Evi? — Preguntó.

— Es lo que me gustaría que me dijeras. — ¿Qué te pasa a ti con mi hija?

Fernando lo miró por un momento en silencio antes de responder simplemente. — La amo.

— Fernando, es una niña.

— Ya no. — Soltó una pequeña sonrisa irónica. — Por si no te has dado cuenta, tu hija ya creció—.

— Sigue siendo una niña, eres mucho mayor que ella.

— Seis años, lo sé ¿Crees que no me lo he estado diciendo a mí mismo todo este tiempo? Aun así, la amo, no puedo evitarlo, siempre la he amado.

— No creo que sea amor. — Dijo Alberto negando con la cabeza. — Lo que sientes es un capricho por algo que no puedes tener.

— La amo. — Insistió Fernando. — Siempre la quise, pero esto se convirtió en amor desde hace un par de años más o menos, sólo que quise respetar su edad y dejar que madurara.

—No la estás respetando.

— ¡Jamás la he tocado ni le he insinuado nada!

— La besaste. — Alberto lo miró enojado. —Y ni siquiera tenía 15 años.

Fernando no pudo evitar sentirse avergonzado.

— Fue sólo una vez, lo siento. Después de eso me prometí a mí mismo no volverlo a hacer y lo he cumplido.

— Aún así, eres egoísta, sólo has pensado en ti, nunca has pensado en el bien de mi hija.

— ¿A qué te refieres? — Preguntó Fer extrañado.

— A que te has dedicado a encerrarla, a impedirle llevar una vida normal, a ahuyentar a cuando amigo se le acerca, a obligarla a vivir aislada y a no disfrutar de las experiencias normales de cualquier jovencita de su edad, sólo por el afán de mantenerla para ti hasta que decidas reclamarla. — Soltó Alberto poniéndose de pie y empezando a caminar alrededor del consultorio. — ¿Tienes idea de cuántas lágrimas ha derramado mi hija gracias a ti? ¿Sabes lo sola que ha estado siempre? ¿Puedes imaginarte siquiera lo marginada que ha estado de los demás chicos de su edad? ¡Y todo por tu maldito egoísmo!

Se acercó al escritorio y apoyó ambas manos en él inclinándose hacia el joven.

— La has tratado siempre como algo de tu propiedad, no le has permitido ser una jovencita normal… ¡La has acorralado!

Fernando estaba sorprendido, y en el fondo, se sentía un poco culpable y apenado.

 — Lo siento. — Murmuró. — No lo había visto de esa manera… Yo sólo pensé que la estaba protegiendo.

— ¿Protegiendo de qué? — Alberto se irguió de nuevo. — ¿De vivir su propia vida?

— ¡No! — Fernando se puso también de pie. —De chicos que sólo querían jugar con ella. — Trató de excusarse.

Alberto sólo levantó una ceja mirándolo irónicamente.

— Escúchame, de verdad amo a Evi.  La amo como sé que jamás amaré a nadie. Dame la oportunidad de resarcirme. De devolverle todo lo que sin querer le he quitado. Déjame aclarar las cosas con ella.

— No.

Fernando sintió como un puñetazo en el estómago.

— ¿No? — Preguntó con los ojos muy abiertos.

— No, no puedes acercarte a ella de nuevo. — Alberto lo miró fijamente a los ojos. — No puedes ir por ella a la escuela, no puedes seguirla cuando salga con sus amigos, no puedes seguir cercándola como lo has hecho todo este tiempo.

— Alberto, por favor…

— ¡Déjala vivir!

— Deja que sea ella misma quien me lo diga. — Fernando exigió.

— Está en exámenes finales, no la distraigas. — Alberto se acercó a la puerta. —Cuando termine, le diré que quieres hablar con ella.

Una vez que Alberto se fue, Fernando se derrumbó en su silla frotándose la cara con una mano ¿Cómo es que las cosas se le habían ido de las manos de esta manera tan absurda? ¿Cómo carajos se había atrevido Alberto a prohibirle acercarse a Evi? ¡Ni que fuera un niño! Una sonrisa irónica floreció en su rostro. Si no podía acercarse a ella ni hablarle, ya encontraría la manera de mantenerse presente.




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