Eva se despertó temprano miró alrededor y sonrió al reconocer su recámara. Se levantó, y luego de darse una ducha bajó las escaleras y encendió la cafetera. Justo cuando se servía una taza de café, llegó su padre y ella corrió a sus brazos.
— ¡Mi princesa hermosa! — Exclamó Alberto feliz de ver a su hija. — ¡Qué alegría tenerte de nuevo con nosotros!
— ¡Papi te extrañé!— Dijo Eva mientras lo abrazaba fuertemente.
Alberto le besó la frente y se retiró un poco para admirar a su hija.
— Estás hermosa, cambiaste mucho.
Eva sonrió.
— Yo me siento igual.
— No. — Dijo él mientras se acercaba a la cafetera y se servía café para él mismo. — Te ves diferente, hay cierta madurez en tu mirada que antes no había.
— ¡Eso espero! — Rio la joven. — No quisiera seguir siendo la niñita ingenua de siempre.
Alberto la abrazó y empezó a caminar con ella, llevando ambos sus respectivas tazas en la mano.
— Te tengo una sorpresa, espero que te guste.
Atravesaron la sala y abrió la puerta que conducía a la cochera techada.
Eva se quedó sorprendida. El piso, anteriormente manchado de grasa se había limpiado y lucía inmaculado. Varias cajas de cartón estaban sobre él, Eva reconoció algunas como las que ella misma había enviado con sus acrílicos y demás productos para las uñas. Al fondo de la cochera, había un pequeño cuarto que antes no estaba, se acercó a abrir la puerta y descubrió un baño. Se giró a ver a su padre con mirada interrogante.
— Es para que pongas aquí tu salón ¿Qué te parece?
— ¡Genial! — Corrió a abrazarlo de nuevo derramando un poco de café en el camino, lo que hizo reír a ambos. — ¡Es más que genial!
— Del mobiliario, la pintura y el resto de la decoración, tú te encargas. No quise comprar nada hasta que tú lo eligieras a tu gusto.
— Papi eres el mejor. — Dijo Eva con una inmensa sonrisa. —¿Qué le hiciste al portón?
Dijo acercándose al descubrir que la anterior entrada de hojas de aluminio había sido cambiada por una cortina metálica y unos paneles de cristal con una puerta.
— Era necesario que tuvieras una puerta, para poder poner el aire acondicionado. — Dijo su papá guiñándole un ojo.
— ¡Wow! — Regresó a donde estaba su padre y se acurrucó en sus brazos. — Gracias, de verdad gracias.
Alberto sacó un pequeño llavero y se lo entregó.
— La cortina tiene candados, aquí están las llaves, también la de la puerta de cristal. El rotulista está esperando que lo llame para que venga a Pintar la fachada con el diseño que tú le digas ¿Qué nombre le piensas poner?
Eva soltó una pequeña sonrisa maliciosa.
— Le puse a mi página de internet “East of Eden Nails”, aunque me imagino que mamá se va a infartar con el nombre ¿A ti qué te parece?
Alberto soltó una carcajada
— ¡Bastante ingenioso! — Y luego se puso un poco serio. —Aunque cariño, a ti nadie te expulsó al este del paraíso, tú te exiliaste sola.
— Lo sé. — Dijo Eva encogiéndose de hombros. — ¿Quieres que prepare el desayuno o prefieres dormir un poco?
— Vamos a desayunar. — Se abrazaron de nuevo y salieron rumbo a la cocina.
Cuando cruzaban la sala, se toparon a Mayra que bajaba las escaleras.
— ¡Buenos días familia! — Dijo con voz alegre y se acercó a besar a su esposo y luego a su hija. Alberto también la abrazó mientras ella le quitaba la taza de la mano, y así, abrazados los 3 siguieron caminando rumbo a la cocina.
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Editado: 20.08.2020