Te Recordaré Siempre

Capítulo 3

Nos quedamos un rato más en el club y a eso de las cuatro, tomamos la decisión de irnos. Me sentía mareada y mal, con el cuerpo pesado y ligero al mismo tiempo.

Héctor estaba a mí lado, siendo un soporte para que yo no me caiga. Sebastián, se encargaba de llevar a Male y Ailu, aunque él parecía estar casi igual que nosotras.

—¿Qué haremos? —pregunto mientras intento mantenerme de pie.

—No sé, podríamos ir a la YPF —responde Héctor.

—Café y alcohol, una buena combinación —comenta Sebastián, de manera sarcástica.

—Cálculo que quiere mantenernos despiertos de alguna forma. —Una suave risa se escucha a mí lado, y yo no tengo que girarme para saber de quién se trata.

—Tenés razón, Nai —comenta—, pero estás un poco errada. —Es ahí cuando lo miro, ¿En qué le había errado?

—¿Cómo así? 

—Quiero ver a Sebastián retorcerse por los vómitos.

—Sos malo.

—A veces.

Estuvimos así por unos minutos, esperando que los otros tres se recuperaran aunque sea un poco. 

Cuando notamos que estaban meramente bien, emprendimos camino hasta la YPF.

Lo bueno del lugar donde vivía era la distancia, teníamos todo cerca. La plaza, el cine, el parque, la escuela, los museos y más. 

También, si queríamos juntarnos entre nosotros, estábamos cerca; menos Sebastián, él vivía en el barrio siguiente del nuestro. Igual, eso tampoco era impedimento. Sabíamos cómo hacer nuestros planes.

Entre risas, discusiones y corridas, llegamos a la estación. 

Mis amigas en todo el tramo venían conversando entre ellas, susurrando cosas de acá para allá. Cómo sí estuvieran escondiendo algo.

Mí vista se había pegado a ellas, pero sentía que algo terminaría pasando. A veces detestaba no equivocarme.

—Ustedes entren, nosotras vamos al baño.

—Pero yo… —Una mano me tapa la boca y siento como soy arrastrada a la fuerza. Estaba sufriendo un abuso de poder, y la verdad, no me sentía para nada molesta.

Seguí de manera silenciosa a las dos, Malena había sacado la mano luego de que le pasara la lengua. 

Estaba curiosa sobre el tema del que venían hablando, quería saber de qué trataba.

En el baño, hice todo lo posible para mantener mí boca cerrada, intentaba no hacer nada, ni siquiera respirar. Sin embargo, me estaba costando demasiado, a tal punto de volver a sentir frustración.

—Muy bien —murmuro apoyándome en la pared—. Las dos sabían que no quería venir al baño, pero me trajeron a la fuerza. Lo que significa tres cosas: no quieren estar solas, no quieren que yo esté con los chicos, o debe ser ambas opciones.

Malena y Ailén se miraron entre sí, luego soltaron un suspiro y se volvieron hacia mí. Me crucé de brazos, esperando que alguien decidiera dar el primer paso.

En esta situación, sabía que no debía apurar nada, que ellas iban a avanzar y decirme.

—¿Y bien? —pregunto con demasiada urgencia—. ¿De qué venían cuchicheando?

Ailén suspira, parece algo conflictiva con el asunto. Sin embargo, no espera tantos minutos para que hable.

—¿Te acordás de Martín?

—¿Tu ex bobalicón? Sí, me acuerdo. —Lo recordaba bastante bien, a pesar de verlo unas dos veces. Tenía una cara de pelotudo impresionante, y también era un pelotudo impresionante.

—Bueno, me mandó un mensaje en SR. Al parecer estuvo ahí y quería que nos viéramos, pero yo simplemente le clavé el visto porque estaba con ustedes.

—Ajá —digo aún sin entender—, ¿Eso qué tiene que ver con arrastrarme al baño?

—Quiero verlo —susurra en respuesta.

—¿Perdón? ¿Verlo? ¿A él?

—Sí.

Estaba incrédula, con ganas de gritarle a los cuatro vientos todas las estupideces que dijo sobre él. Sin embargo, me quedé en silencio mientras procesaba la información.

Con Male, habíamos escuchado a Ailu hablar de Martín. De cómo era, de lo que hacía, de con quién hablaba y etc. No obstante, fueron pocas las veces que llegamos a cruzar palabras con él. O sea, nunca nos interesamos por llegar a conocerlo; lo cual siempre era un tema de discusión entre las tres. Por lo tanto, a veces intentábamos no mencionar nada con respecto a él.

Es por eso que, ahora me parecía absurdo lo que Ailén estaba mencionando.

—¿Vos qué pensas? —le pregunté a Malena—. ¿Dejamos que lo vea?

—¿Por qué me lo preguntas? —responde con otra pregunta. La hija de puta era buena a la hora de contraatacar.

—Porque estoy segura de que vas a dejar que haga lo que quiera —dije con seriedad.

—Es nuestra amiga, debemos…

—¡No! —interrumpo antes de que pudiera terminar esa oración—. La última vez estuvimos haciendo todo lo posible para ayudarla con sus pensamientos, porque ese mogólico la había dejado mal. Y ahora venís a decirme esto, ¿Vos me estás jodiendo?

—No, Nadia —responde—, pero también debemos aceptar lo que ella quiere.

—¿Y qué querés? —le pregunté directamente a Ailén—. Si querés seguir sufriendo por él como una pelotuda, hacelo, no voy a detenerte. Eso sí, no vengas llorando a decir que volvió a hacerte lo mismo.

Salí del baño enojada, sintiendo como cada palabra que le había dicho con anterioridad, no hubiese tenido ningún tipo de sentido.

Había respirado profundamente para poder calmarme, no quería dar explicaciones por mí cara o actitud. Eso terminaría acabando mí paciencia.

Una vez entré al shop, me dirigí a comprarme un chocolate caliente con dos medialunas. Luego, busqué a los otros chicos con la mirada, y cuando los encontré, fui hacia ellos.

Me senté al lado de Sebastián y apoyé mí cabeza en su hombro. Por primera vez estaba sintiendo como mí mundo se caía.

—¿Estás bien? —me pregunta Sebastián.

—Sí, me duele un poco la cabeza —respondí en un susurro.

Algunos minutos después, Malena y Ailén habían llegado a la mesa. Ambas me miraron, pero yo no estaba de humor para ver a ninguna. Necesitaba con muchas ansias terminar el día, llegar a mí casa y acostarme a dormir.




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